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ROSA CANCHO r.cancho@diario-elcorreo.com
Lunes, 17 de abril 2006, 02:00
La localidad alavesa de Marquínez está enclavada en lo que los estudiosos conocen como la Capadocia del País Vasco por la proliferación de cuevas que albergaron antiguas iglesias rupestres visigóticas. También la imponente iglesia de Santa Eulalia que da acceso al parque natural de Izki nació de la roca. Esos orígenes condicionan la estructura de un templo con partes románicas y góticas que hoy está pendiente de restauración. Ismael García ha dirigido al equipo de Arqueología de la Arquitectura de la UPV en un trabajo de investigación cuyo objeto ha sido el de ver cómo evolucionó la construcción de Santa Eulalia para poder atajar así mejor sus dolencias. Y es que, a la iglesia de Marquínez le pasa un poco lo mismo que a la catedral de Santa María, que ha tenido muchas etapas de edificación y ahora muchas patologías. Así lo describen al menos los investigadores en un didáctico libro que acaban de publicar de la mano de Arabarri. La sociedad foral encargada de la protección de los cascos históricos pretende iniciar una serie de publicaciones divulgativas para que los alaveses sepan con más detalle lo que les pasa a las joyas de su patrimonio.
Mano de obra
En el primer volumen se describen los materiales y herramientas con las que se empezó a levantar Santa Eulalia allá por el siglo XIII. Los autores narran cómo las cuadrillas de picapedreros, canteros y albañiles hicieron los sillares o levantaron las bóvedas y las puertas. Los investigadores descubren al lector los restos de la iglesia rupestre original, los de la románica, con sus elementos ornamentales y luego trazan su hipótesis sobre cómo se hicieron los refuerzos, ampliaciones, aperturas de arcos de capilla o el recrecimiento de bóvedas en los siglos posteriores. Según sus investigaciones a la iglesia se le fueron añadiendo estancias, sacristías, el granero, la espadaña e incluso una torre inconclusa hasta el siglo XVIII.
Incluso en los siglos XIX y XX sufrió reformas. Hacia los años 70 el deterioro del conjunto monumental era ya patente y el desplome de una gran roca sobre parte del templo obligó a una intervención urgente que no fue sino un «parcheo», según los autores del libro. Ahora, su restauración y puesta en valor, al más puro estilo Santa María, está pendiente.
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