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MARTA MADRUGA
Miércoles, 2 de octubre 2013, 09:02
Si en algo son buenos los americanos es en crear furores y exportar modas. Ya lo hicieron con los perritos calientes, las persecuciones en las películas o la Super Bowl. Una de estas fábricas constantes es, sin duda, el Soho neoyorquino, que bulle de modas pasajeras. La última excentricidad americana nacida allí llega impregnada en mantequilla, aceite y azúcar, vamos una bomba de colesterol.
Hace apenas unos meses que un pastelero de origen francés que regenta una pequeña repostería familiar en esta céntrica zona de Manhattan, Dominique Ansel, publicó en su blog un post en el que anunciaba haber dado con la receta definitiva para los más golosos, la mezcla perfecta entre el donuts y el cruasán. A la mañana siguiente -y desde las 6 a.m.- ya había una larga cola de personas ávidas de azúcar dispuestas a probar lo que de ahí en adelante se llamaría 'cronut'.
A día de hoy esa cola se repite madrugada tras madrugada, ya que el francés apenas elabora 200 unidades y duran muy poco en el mostrador de su negocio, donde los dispensa por cuatro dólares cada uno. La locura ha llegado hasta tal punto que ya se ha creado un sistema de reventa de 'cronuts' en las calles del Soho neoyorquino, y a primeras horas de la mañana una de estos codiciados dulces hipercalóricos pueden alcanzar precios de hasta cincuenta dólares.
En Euskadi, ya podemos hacernos con uno de ellos -sin colas, y por euro y medio- en las pastelerías Urrestarazu de Bilbao. Sus dueños han cogido el testigo de esta moda neoyorquina y han estado investigando algún tiempo la fórmula secreta para traer los 'cronuts' hasta la capital vizcaína. Consiste en elaborar una masa de cruasán, y cortarla y freírla como si fuese un donut. Los hay sin relleno, de fresa, limón, kiwi, café o chocolate, y aunque no causen tanto furor como en EEUU, ya hay muchos clientes contentos a los que les encanta este nuevo sabor.
Está claro que ni pagar cincuenta euros, ni hacer cola durante horas, ni comérselos todos sería nada recomendable, pero ¿a quién le amarga un dulce?.
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