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Ahora iremos a Trípoli y nos encontraremos por la calle con Clemente
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BILBAO AL FONDO

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Javier Clemente es el nuevo seleccionador de Libia. No han visto algo así por allá desde el Afrika Korps

PABLO MARtÍNEZ ZARRACINA

Martes, 1 de octubre 2013, 11:58

Va a ser muy curioso. Ahora iremos a Trípoli y nos encontraremos por la calle con Clemente. "Hombre, Javi", le diremos al verlo por ejemplo en Umar Al Mukhtar esquina Sidi Al Bahlul, ya saben, llegando a donde están los taxis en Maydan Asswayhli. "Aúpa tú, mingafría", nos dirá él, que quizá lleve algo de prisa y esté desconcertado al no terminar de encontrar un batzoki en aquella ciudad extensa y berberisca.

Que Javier Clemente vaya a frecuentar Trípoli es cosa del la globalización, de la fuga de talentos y de que en el mundo del fútbol al máximo nivel la gente lo flipa. Ya sabrán que Clemente es el nuevo seleccionador nacional de Libia. Los que tampoco seguimos mucho el fútbol norteafricano nos enteramos de que en Libia tenían una selección hace algunos años, cuando se supo que el que mandaba en ella era un centrocampista. El hijo de Gadafi, por más señas.

El chico tenía cierta costumbre de dar positivo en los controles antidoping y, además de capitán de la selección, era el presidente de la Federación. En esa época, tú no le pasabas el balón al hijo de Gadafi y, tras una reunión entre el capitán de la selección y el presidente de la Federación, llegaban unos soldados y te fusilaban. Después de la primera charla táctica de Clemente, es probable que los jugadores libios se refieran a aquello como "los buenos tiempos".

Clemente llega a Libia tras haber entrenado en sitios tan curiosos como Camerún, Serbia o Murcia. El suyo comienza a ser un currículum deportivo como de corresponsal de guerra. Imaginamos que no le llegan a Clemente ofertas interesantes de sitios cercanos y tranquilos, pero es un poco extraño imaginárselo con el silbato, explicando el fuera de juego en un lugar que hace solo dos años estaba siendo bombardeado por la OTAN.

Al mismo tiempo, y pensándolo un poco, lo que también es extraño es imaginarse a Clemente en un lugar que no esté siendo en ese mismo momento bombardeado por la OTAN. Nuestro hombre tiene una personalidad arriesgada y parece ser alguien que solo consigue alcanzar la placidez en el conflicto. Puede que eso explique lo de Libia. Aburrido de jugar al golf y ver partidos en la tele, Clemente se ha buscado un lugar con su poquito de marcha. Y a mí me parece bien, pero igual hay que vigilarle la tendencia. Porque de encontrar Libia aburrida, cualquier día ficha por el Racing de Kabul y tenemos un disgusto.

Viendo la cuestión de un modo egoísta, el fichaje de Clemente por la selección de Libia es bueno para nosotros. Para Bilbao, quiero decir. En cuanto nuestro paisano se vaya haciendo conocido en aquel país, cuando tenga el primer lío con un jugador y vaya escogiendo algún archienemigo entre la prensa de allá, cuando suelte las primeras frases que terminen repitiendo los humoristas de la tele, yo creo que habrá mucha gente de Libia que termine viajando a Bilbao. No tanto por hacer turismo como por explicarse cómo diablos es posible.

La verdad es que es todo extrañísimo. Casi parece una broma: Clemente es el nuevo seleccionador libio. Puedo imaginármelo en una concentración, paseando una noche entre las noches con sus chicos por algún jardín mediterráneo. Bajo la luna hechicera del Magreb, los jóvenes jugadores le preguntan por el fútbol del Viejo Mundo, por los mundiales y los estadios de leyenda, por los jugadores míticos a los que ha visto jugar: "Y dinos, oh Gran Clemente, soberano de nuestros destinos, ¿quién ha sido el mejor, el más grande entre los grandes?". Entonces Clemente se detiene y mete las manos en los bolsillos de su chándal, suspirando. Durante unos segundos su mirada se pierde más allá del jardín y las edades del desierto. Tratando de contener la emoción, se vuelve y les dice a sus jugadores que se sienten. Transformado en una especie de Sherezade del patapún, Clemente les habla hasta el amanecer de alguien llamado Rocky Liceranzu.

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