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ZIGOR ALDAMA
Jueves, 18 de julio 2013, 08:57
Medio kilómetro de largo, 400 metros de ancho, y 100 metros de alto. Si se dan así las medidas, es difícil hacerse una idea de la magnitud que tiene el New Century Global Center, inaugurado en Chengdu, al sudoeste de China. Más fácil resulta si se hacen algunas comparaciones: en sus 1,7 millones de metros cuadrados de superficie cabrían cuatro ciudades como la del Vaticano, o veinte construcciones como la de la ópera de Sidney. Mónaco es sólo un poco más extenso. Sin duda, el tamaño en China importa, y mucho. En el país de Mao, acaban de inaugurar el edificio más grande jamás construido.
La superpotencia llamada a liderar el mundo en el siglo XXI quiere reflejar su poder en gigantes de hormigón y acero que dejan en ridículo las obras de los antiguos faraones. Todo ha de construirse en superlativo, y el centro comercial inaugurado la pasada semana en la ciudad del oso panda es buen ejemplo de ello. Alberga tiendas, salas de cine, oficinas y un hotel; pero también un pueblo que copia el estilo mediterráneo, un mar artificial en cuyo horizonte una pantalla gigante de 150 metros de largo proyecta amaneceres y atardeceres, y hasta un sol artificial que servirá para regular la temperatura. ¿Alguien da más?
Pues sí. China no tiene medida. El mes pasado, dio luz verde a la constructora que levantará el rascacielos más alto del mundo en la ciudad de Changsha. Tendrá 838 metros de alto -diez más que el Burj Khalifa de Dubái-, 202 pisos y 92 ascensores. Pero, a pesar de estas mareantes estadísticas, su construcción llevará únicamente siete meses, ya que se hará con bloques prefabricados. No en vano, la empresa responsable del proyecto es Broad Sustainable Construction, que saltó a la fama hace un par de años por haber erigido un mastodonte de 30 pisos en sólo quince días. El 'Sky City', dicen sus responsables, va más allá y puede marcar un punto de inflexión en la arquitectura
Y esto no es todo. China también quiere cavar récords. Lo conseguirá con el mayor hotel-cueva del mundo, un establecimiento de cinco estrellas situado en las afueras de Shanghái que costará casi 400 millones de euros y que se construirá horadando 19 pisos en la roca de una montaña que acaba en un lago. Una cascada caerá desde el tejado del edificio hasta el estanque natural, y por debajo del agua habrá también varios niveles con restaurantes y tiendas. El lugar, aseguran los promotores, abrirá sus puertas a finales del año que viene y será ideal para practicar deportes de riesgo.
La magnitud de estos proyectos es asombrosa, pero nada puede compararse con la megalomanía de las infraestructuras públicas. China ha construido en un abrir y cerrar de ojos la mayor red de trenes de alta velocidad del mundo (9.000 kilómetros), ha puesto en marcha el proyecto hidrológico más inmenso del planeta (el de las Tres Gargantas), y ahora construirá la presa más alta: tendrá nada menos que 314 metros de altura. Sin duda, si Keops y Tutankamón levantasen la cabeza no darían crédito a sus ojos.
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