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J. GÓMEZ PEÑA
Lunes, 17 de marzo 2014, 17:36
En la primavera de 1988, a Induráin aún le faltaba mucho para ser Induráin. Andaba con alergias y se preparaba para un Tour de Francia que ganó Perico Delgado. Esa temporada, el navarro venció en la Volta a Cataluña, otro anuncio de lo que venía. La Vuelta a España fue para Kelly y el Giro, para uno de los supervivientes de la nieve y el frío del Gavia, el estadounidense Andy Hampsten. Aquella etapa brutal con final en Bormio se la llevó Eric Breukink, que ese año también se impuso en la Vuelta al País Vasco, con Julián Gorospe subido al podio. El ciclismo tenía esos nombres. Y esa primavera nació la Clásica Cicloturista Bilbao-Bilbao, apenas un brote. Esta mañana marzo la prueba vizcaína, que ya se acerca a las tres décadas de vida, ha cumplido otra edición y, de nuevo, multitudinaria: unos 8.000 aficionados a la bicicleta han recorrido los 115 kilómetros que cada inicio de primavera combinan ciclismo y turismo.
En 1988 había equipos y carreras de sobra en el ciclismo profesional. Las páginas de los periódicos estaban llenas de competiciones ciclistas. Ahora apenas quedan pruebas en España. Y sólo el Movistar tiene acceso a rondas como el Tour. En cambio, el cicloturismo ha crecido exponencialmente. Es una modalidad de salud pletórica. La Bilbao-Bilbao es la prueba. Sin necesidad de variar su formato, la Clásica patrocinada por EL CORREO se ha convertido en una cita masiva para los aficionados. Tiene, además, el sello del «auténtico cicloturismo», como destaca Bidebike, la entidad organizadora. No se trata de correr, sino de disfrutar.
Por eso, la prueba tiene un horario de salida abierto: desde el Puerto de Deusto de 8.00 a 9.00 horas. El itinerario ha sido el de siempre. Los habituales la han podido recorrer casi a ciegas: Bilbao, Erandio, Sopela, Barrika, Andraka, Butrón, Unbe, avituallamiento en el Parque Tecnológico de Zamudio, Artebakarra, Mungia, Gerekiz, Morga, Larrabetzu, Galdakao y vuelta a Bilbao. Sin grandes puertos, la Clásica tiene un perfil asequible, aunque lleno de pequeñas cotas que minan la resistencia de los menos preparados. Las rampas finales de Morga, el obstáculo más duro, llegan al final del itinerario. Desde allí, sólo les ha quedado bajar hasta la meta de Bilbao.
Mientras el ciclismo profesional, tanto el vasco como el español, atraviesa un desierto sin apenas oasis, el cicloturismo enseña músculo allá donde va. La Bilbao-Bilbao hizo de pionera en 1988, cuando no era el fenómeno de masas que es hoy. Y ahí sigue, con plaza fija en el calendario más atractivo de este éxito popular llamado cicloturismo
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