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JOSE V. MERINO
Jueves, 31 de octubre 2013, 14:42
Fagor Electrodomésticos dice adiós. Era la historia de una muerte anunciada desde que el pasado día 16 la empresa comunicó que entraba en preconcurso de acreedores. ¿Pero qué ha pasado en estas dos semanas? Pues que nadie ha dado su brazo a torcer ni ha conseguido encontrar salida para un atolladero trufado de números rojos: las deudas superan los 1.000 millones de euros y Mondragón ha desechado colaborar junto al Gobierno vasco y la banca para dar los 170 millones que requería la empresa de electrodomésticos para evitar la debacle, porque eso suponía poner en riesgo a todo el grupo, el más importante del País Vasco y el séptimo más fuerte de España. Es decir, ha aplicado el principio de que 'es mejor cortarte un brazo y quedarte manco que tener un bonito cadáver, aunque esté entero'.
Sobre las 20.45 horas de ayer, un comunicado de la Corporación Mondragón, la cabeza del conglomerado cooperativo, certificaba el principio del fin de una compañía fundada en 1956 por cinco jóvenes imbuidos por las ideas del sacerdote José María Arizmendiarrieta en la que ahora trabajan 5.600 personas repartidas por todo el mundo; de ellas, cerca de 1.900 en Euskadi que, además, son copropietarias. A las 15.00 horas, un comunicado de la empresa afectada, Fagor, ya adelantaba lo que iba a suceder en un escrito cargado de reproches contra la Corporación y las instituciones.
Quedan ya para el recuerdo las recientes palabras de Sergio Treviño, el líder de Fagor, exigiendo ayuda a la 'madre' Corporación so pena de una reacción en cadena, en la que todo el emporio podría caer como fichas de dominó; los clamorosos silencios de Txema Gisasola, el otrora timonel de Fagor y ahora al frente de un grupo que ha demostrado poco nervio cooperativo y solidario; y los constantes tirones de orejas del Gobierno vasco, que se ha visto burlado por quienes creía sus más fieles aliados.
Fagor ya es casi historia y, con ello, se derrumba otro mito vasco, el de que aquí todas las cosas se hacen diferente y mejor. ¿Habrá otro próximo embate a nuestra autoestima, como bien definió en su día lo ocurrido el consejero Erkoreka?
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