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Vista delantera y lateral de la Dama de la capucha.
La Dama de Brassempouy
Entre columnas

La Dama de Brassempouy

Aunque ahora es una de las obras de arte mueble paleolítico más famosas, el exótico aspecto de esta pequeña figurita de marfil de mamut trajo de cabeza a su descubridor

JULIO ARRIETA

Viernes, 30 de agosto 2013, 14:06

Es una de las piezas arqueológicas más famosas, ha ilustrado innumerables portadas de libros de prehistoria y durante décadas fue considerado el retrato más antiguo conocido de un ser humano. La Dama de Brassempouy, también conocida como Dama de la capucha, es una de las esculturas más célebres de la historia. Esta cabecita diminuta es tan excepcional que su descubridor, Édouard Piette (1827-1906), llegó a plantearse la posibilidad de que pudiera tratarse de una falsificación. La minuciosidad de su trabajo y los estudios modernos de la figura han confirmado la autenticidad de la pieza, cuyo significado sigue siendo una incógnita.

La Dama de Brassempouy es una diminuta escultura tallada sobre marfil de mamut, de 3,65 centímetros de altura, 2,2 de ancho y 1,9 de grosor. Es la cabeza de una mujer representada de forma más esquemática que realista, de rostro triangular, con la nariz y las cejas bien perfiladas, pero sin boca ni ojos. Está tocada por lo que algunos piensan que es un peinado muy elaborado y otros creen que es algún tipo de gorro o capucha. El debate sobre este punto sigue abierto. Quizá solo se trata de la melena reproducida de una forma muy estilizada. Su antigüedad ha sido estimada entre 26.000 y 24.000 años, pertenece por tanto a la fase del Paleolítico Superior conocida como gravetiense. Aunque es única, esta figurita no es un objeto aislado. Forma parte de un conjunto de pequeñas esculturas encontrado a finales del siglo XIX en la Grotte du Pape (Cueva del Papa), una cavidad de las varias que forman el yacimiento de Brassempouy, a 2 kilómetros de la localidad que le da nombre, en el sur de las Landas (Francia).

"El arte portátil (mueble) de la Era Glaciar incluye miles de grabados y esculturas de pequeños objetos en piedra, hueso, asta y marfil", explican Colin Renfrew y Paul G. Bahn en su ya clásico manual 'Arqueología: teorías, métodos y práctica' (editado por Akal). "La gran mayoría de las figuras identificables son de animales, pero, tal vez, las piezas más famosas sean las llamadas figurillas de 'venus', como la Venus en roca caliza de Willendorf, Austria. El frecuente énfasis en los pechos y nalgas de las figurillas posiblemente señale una relación de las mismas con la fecundidad". Cuando se llevaron a cabo las primeras excavaciones en Brassempouy estas estatuillas eran todavía una rareza novedosa. De hecho, cuando Piette llegó al lugar solo tenía conocimiento de la existencia de una, la llamada Venus impudica, encontrada por el marqués de Vibraye en Laugerie-Basse (Dordoña), en 1864. Había alguna otra representación femenina, como la Femme au renne, grabada sobre un asta, encontrada en el mismo yacimiento, y estaban las estatuillas de Grimaldi, que permanecían inéditas por motivos comerciales y de las que Piette todavía no tenía conocimiento.

En 'The Women of Brassempouy: A century of Research and Interpretation' ('Journal of Archaeological Method and Theory, vol. 13. nº 4, 2006), Randall White, de la Universidad de Nueva York, realiza un recorrido exhaustivo por la historia de las excavaciones del yacimiento. La Grotte du Pape fue descubierta durante los trabajos de acondicionamiento de una carretera a través de las propiedades del conde de Poudenx, en 1880. El aristócrata autorizó la primera excavación, de la que se encargó un arqueólogo aficionado y farmacéutico de profesión, Pierre-Eudoxe Dubalen, que publicó un artículo al año siguiente, animado por Piette, en el que daba a conocer los materiales encontrados, etiquetados como magdalenienses. El lugar permanecería intacto hasta 1891. En esta segunda excavación, las piquetas fueron empuñadas por Joseph de la Porterie, un familiar del propietario, y Albert Léon-Dufour, que encontraron varias piezas de marfil y confirmaron que se trataba de un yacimiento muy prometedor. El siguiente en intervenir fue Édouard Piette.

Piette (1827-1906) no era arqueólogo. Era abogado, nunca dejó las leyes y llegó a ser juez, aunque la arqueología fue para él mucho más que una afición. Se interesó por la prehistoria de los Pirineos durante una estancia por motivos de salud en un balneario de Bagnères-de-Luchon, en 1871, y cuando llegó a Brassempouy ya había excavado en varias cuevas, trabajos que había pagado de su bolsillo. El más importante de estos yacimientos era Mas d'Azil, en el que había empezado a excavar en 1887 y donde, además de identificar la cultura del Epipaleolítico que bautizó como Aziliense, descubrió una preciosa cabeza de caballo tallada en marfil, una de las obras más notables del arte mueble paleolítico. Piette acabó formando una soberbia colección de este tipo de arte que domaría en 1902 al Museo de Arqueología Nacional de Saint Germain en Laye.

"Razzia arqueológica"

Los primeros pasos de Piette en Brassempouy fueron desafortunados, por no decir catastróficos. Los organizadores del congreso de la Asociación Francesa para el Avance de la Ciencia (AFAS), que se iba a celebrar en Pau, le preguntaron por un yacimiento al que los participantes pudieran ir de 'excursión arqueológica'. Esto es, a pasar una alegre jornada de excavación. Piette les recomendó que fueran a Brassempouy, pues consideraba que se trataba de uno de los sitios "más interesantes de la región pirenaica". La idea era que, tras el paso de los congresistas, la excavación formal fuera retomada por Piette y De la Porterie. Como avanzadilla, el 10 de septiembre de 1892, De la Porterie, Piette y un miembro de AFAS pasaron la tarde excavando en la entrada de la cueva en compañía de Émile Cartailhac, personalidad omnipresente -y arrolladora- en la arqueología francesa de la época.

Dos días antes de la excursión, la cueva fue 'preparada' para recibir a los expedicionarios. La preparación consistió en la irrupción de una cuadrilla de peones que desbrozaron y allanaron parte de la entrada de la cavidad sin ninguna supervisión, ante el horror de Piette, que descubrió el desaguisado cuando ya no tenía remedio. Los trabajadores depositaron los restos arqueológicos que consideraron de interés en una casa cercana. Entre ellos estaba la primera estatuilla encontrada en Brassempouy, partida en varios trozos por un golpe de herramienta dado por uno de los obreros. Pero lo peor estaba por llegar.

La visita de los congresistas, el 19 de septiembre de 1892, solo puede ser descrita como un saqueo feroz y de hecho Henri Delporte, que retomaría la excavación del yacimiento en 1981, la define como una auténtica "razzia arqueológica" ('Brassempouy, histoire de un gisement', en 'Pyrénées préhistoriques, arts et societes', 1996). Una pequeña horda compuesta por cuarenta científicos enfebrecidos se lanzó sobre la zona de la entrada de la cueva con picos, paletas o lo que tuvieran a mano, cada uno en su rincón y sin perder de vista los avances del vecino, hasta que llenaron sus bolsas con todo lo que les pareció interesante. Por lo menos tres piezas de marfil salieron a la luz en esta 'excavación', una de ellas una figura antropomórfica bautizada por Piette como l'Ebauche (La desbastada). Por si fuera poco, al día siguiente el yacimiento fue asaltado por excavadores furtivos.

Piette descubrió que una estatuilla había desaparecido para reaparecer poco después en poder de Cartailhac, en Toulouse. La historia de esta figura es cualquier cosa menos clara, porque hay por lo menos tres versiones de lo sucedido, que fueron además aireadas con regocijo por la prensa dando lugar a una polémica fenomenal, con su inevitable cruce de acusaciones. En una carta Piette explica que los obreros que prepararon el yacimiento para la visita de los congresistas habían encontrado la estatuilla y la habían roto en varios pedazos, que dejaron en la casa con el resto de objetos. El día antes de la llgada de los excursionistas, y siempre según Piette, "el señor Trutat, acompañado del señor X, llegó al yacimiento, donde se reunió con el señor Dubalen". Los tres fueron a la casa y se repartieron el botín, "se lo llevaron todo, tanto fauna con artefactos" (...) "El señor Trutat es culpable de robo y el señor Dubalen de complicidad y abuso de confianza".

La versión de Cartailhac es diferente: los hallazgos fueron puestos a disposición de los excursionistas en unas mesas, como una especie de 'sírvase usted mismo' arqueológico de cortesía. De hecho, Cartailhac utiliza la palabra 'buffet' para describirlo. Según Dubalen, la figura fue descubierta durante la 'excavación' del día 19, se la quedó él y la envió por correo a Emile Magitot, éste la remitió a Trutat, que se la confió a Cartailhac. En todo caso, el prehistoriador de Toulouse se apresuró a reconstruir la estatuilla, conocida como La Poire (la pera), y a presentarla en público. Además, empezó a maniobrar para que le concedieran el permiso para excavar en Brassempouy y dejar a Piette sin yacimiento. Quizá gracias a su habilidad de hombre de leyes, Piette ganó la batalla y obligó a Cartailhac a devolver la figura y a publicarla en un artículo anónimo, editado en 'L'Anthopologie' en 1894. Esta estatuilla, La Poire, fue bautizada por Piette como la Venus de Brassempouy, nombre con el que, por una confusión, se suele llamar a menudo a la Dama de la capucha.

Una excavación meticulosa

Piette se las apañó para quitar de en medio a su nada fácil rival y quedarse con los permisos de excavación, trabajo que llevaría a cabo en colaboración con Joseph de la Porterie entre 1894 y 1897, de forma muy metódica y, para los estándares de la época, muy meticulosa, pues daba una importancia excepcional a la estratigrafía. Los dos arqueólogos trabajaron en la parte de la entrada que había quedado intacta, pero también en el interior de la cueva. Durante estas excavaciones, el abogado arqueólogo encontró otras ocho estatuillas, ninguna de ellas completa. Entre ellas está la Dama de la capucha, cuyo aspecto exótico le dejó desconcertado y le sumió en la incertidumbre. En una carta que escribió tras la campaña de 1894 (31 de julio), dirigida al director del museo de Saint Germain, explicaba que "nuestra excavación ha sido productiva. El señor De la Porterie y yo hemos recuperado más de 40 dientes de rinoceronte, algunos dientes de mamut, algunas mandíbulas de hiena, numerosos punzones y cinco fragmentos de estatuillas humanas". Entre estos está "la cabeza de una mujer adornada con una peluca egipcia". No es la única pieza 'extraña', porque también hay un "fragmento de una figurilla similar a las muñecas egipcias" y un tercer trozo "de estatuilla con una capa o una especie de chal con capucha", quizá también egipcia.

Piette no puede evitar pensar en la posibilidad de una falsificación. A lo peor alguien ha 'plantado' estas piezas tan llamativas. Las otras no suponen ningún problema, son figuras "de la raza esteatopígica", "obviamente auténticas2. Si las 'egipcias' también lo son, "la convivencia de dos razas diferentes se confirma". Pero, ¿y si no lo son? El asunto de La Poire, la estatuilla que va y viene misteriosamente, le ha granjeado varios enemigos, alguno especialmente furibundo, y quizá haya quien quiera desacreditarle. Pero el saqueo de los congresistas le había llevado a ser muy cauto en su excavación para detectar posibles intrusiones y revueltos en los estratos. "No tengo ninguna duda de que no observamos ninguna remoción en la superficie, y tengo tanta experiencia excavando que estoy seguro de que la habría visto en caso de existir", afirma en la misma carta. Pero en realidad tarda en convencerse. Seguirá mostrando sus dudas en sucesivas misivas y anotaciones. "Es solo por prudencia que expreso algunas dudas, puesto que observé que no había ninguna remoción de sedimentos relacionada con la introducción de objetos en el yacimiento. Este descubrimiento ha sido tan imprevisible y tan inusual que tenemos que confirmarlo".

En una carta más detallada, firmada el 21 de agosto de 1894, vuelve a reflexionar sobre la cuestión para concluir que las estatuillas 'exóticas', una de ellas la "cabeza de mujer de tipo mongoloide, con peluca egipcia", son auténticas. "La hipótesis del fraude parece altamente improbable". Tras describir la capa de tierra en la que apareció la Dama, descarta que la figura fuera introducida por arriba e incluso por un lado, desde la trinchera abierta por los congresistas. La pieza mostraba trazas de llevar enterrada mucho tiempo, y de hecho el marfil "ha adquirido una tonalidad amarilla del sedimento circundante". A Piette le hubiera gustado saber que los estudios más recientes, como los realizados por el citado Randall White ya en el siglo XXI y con los recursos técnicos actuales, confirman que, efectivamente, la Dama y las demás figuras de Brassempouy que tanto le inquietaron son auténticas, aunque desde luego no son egipcias.

"No son obras de la imaginación"

Cuando Piette escribió su primera publicación formal sobre Brassempouy ('La station de Brassempouy et les statuettes humaines de la période glyptique', publicado en 'L'Anthropologie', 1895) aún nadie había formulado una interpretación de las figuras antropomorfas paleolíticas. No se les había dado ningún significado, ni se las había relacionado con deidades o algún culto relacionado con la fertilidad. Piette no se preocupó por este tipo de análisis. Como explica Randall White Piette, "parece casi obsesionado por dos cuestiones: las diferencias raciales en la colección de figuritas y el parecido de algunas de ellas a las poblaciones africanas". En efecto muy influido por los estudios raciales, en boga en la época, Piette quiso identificar las 'razas' que poblaban la región en la prehistoria. En su opinión, estas razas podían ser reconocidas a través de las obras de arte, que él entendía como representaciones realistas. "No son obras de la imaginación, sino copias de la realidad", afirmaba en su artículo. A través de las estatuillas llegó a la conclusión de que en la región convivieron dos tipos de poblaciones durante el Paleolítico Superior, una raza relacionada "con la raza bosquimana", que se caracterizaba por la esteatopigia -la acumulación de grasa en algunas partes del cuerpo-, y otra de vientre plano y "muslos delgados", "más civilizada", a la que pertenecería la mujer representada por la Dama de la capucha.

Este enfoque racial cayó en desuso rápidamente y fue sustituido por otros que, en general, han visto un sentido simbólico en estas obras de arte mueble. El significado de la Dama de la capucha y de sus hermanas sigue siendo objeto de debate. Mientas, la figurilla se conserva depositada en el Museo de Arqueología Nacional, en Saint-Germain-en-Laye, al que Piette legó su magnífica colección.

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