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Montserrat Teresa Forcades, en el Monasterio de San Benet, donde ingresó en 1997. Cuando sale, viste pantalón. / Afb
Una monja en la sopa
Montserrat Teresa Forcades, una religiosa poco común

Una monja en la sopa

Médico y teóloga por Harvard, irrumpió contra la vacuna de la gripe A y ha seguido con críticas a la Iglesia, la defensa de la secesión de Cataluña, el anticapitalismo... Es una benedictina molesta, no se calla. Mia Farrow la adora y la prensa europea la ha bautizado como la líder de los indignados

ZURIÑE ORTIZ DE LATIERRO

Lunes, 15 de julio 2013, 14:34

Combina el velo con el pantalón, su condición religiosa con un discurso asambleario, crítico contra el establishment, incluido el universo clerical. Saltó a la política en abril, junto al economista Arcadi Oliveres, con un manifiesto para impulsar una candidatura popular que se presente a las elecciones autonómicas catalanas. Promueve la independencia y el ideario de los indignados; los anticonceptivos y la retirada de algunas vacunas. Tiene secretaria y el correo siempre saturado por centenares de peticiones de entrevistas. Las ha concedido a medios como 'The Guardian' o la agencia France Presse. En extensos reportajes hablan de «la monja anticapitalista que emerge como uno de los más francos y atípicos líderes de la fragmentada Europa del Sur». ¿Suena exagerado? La actriz y activista Mia Farrow recomienda en Twitter no perderla de vista. Un ejemplo de la globalización que Teresa Forcades detesta: tiene la certeza de que todos acabaremos hablando inglés o chino.

- ¿No parla catalá?

Exquisita, insistente. Da igual de dónde se llame. La benedictina intenta con suavidad contestar en su idioma. Como la centralita del monasterio del Montserrat, que solo da instrucciones en catalán. Teresa nació en 1966, en Barcelona. Es la mayor de tres hermanas que crecieron con su madre, enfermera y divorciada.

- En mi casa el ambiente era más bien anticlerical: la iglesia era como la monarquía, una institución caduca, que ya no tiene ninguna razón de ser y que está destinada a desaparecer. Estudié en una escuela progresista, catalanista, laica. Después, por motivos de huelgas, mi madre nos llevó a un colegio de monjas. Empecé a leer los evangelios y fue impactante. ¿Cómo nadie me había contado que somos fruto del amor absoluto que se llama Dios? La situación en casa no era boyante. Empecé a trabajar a los 14, dando clases, acompañando a niños.

- Luego estudia medicina en Barcelona, hace la residencia en hospitales de Nueva York, se licencia allí en Medicina Interna y a los 28 vuelve y se mete monja. ¿Cómo se lo toma su madre?

- Ya estaba casada de nuevo. Su frase fue: "Si te haces monja te desheredo". Pero si no tienes nada, le dije. "Es igual, pero eres el símbolo de la casa".

- ¿Y su padre?

- Se decía ateo, ahora creo que ya no. Tiene una vena poética, y le pareció que su gen me había salido a mí por ahí. En el trabajo, en el Hospital Clínic de Barcelona, fue más traumático que en la familia. Costó digerirlo.

Con los 28 cumplidos, una buhardilla en la capital catalana, amigas, amigos, enamoramientos, «todo», buscó en Montserrat un lugar donde el silencio y la rutina le ayudaran a rematar los estudios.

-¿Qué pasó?

- Tuve una experiencia interior que no me cuadraba. Es como un enamoramiento: es posible vivir algo interior que te desmonta los esquemas. No es algo desagradable pero te pone ante un reto. Tuve una lucha interior.

- ¿Ha acertado?

- Sí hasta el día de hoy. Yo no vivo en un rincón donde he encontrado la estabilidad. Dios no se puede encapsular, cuanto más te acerques más debería dinamizarte, hacerte consciente de tu propia identidad. Convivo con 38 hermanas, un hervidero continuo de conflictos, es verdad, pero también de compartir riqueza.

- Y ha pensado que el hábito ayuda a amplificar el mensaje.

- En un hospital que trabajaba me di cuenta de que el velo negro neutralizaba la bata blanca, la monja ganaba a la médico y significaba que la gente más sencilla me trataba con proximidad. Me di cuenta de que esto se lo han ganado a pulso generaciones de monjas, y yo pensé recoger ese testimonio. Por eso siempre salgo con hábito.

- Hasta para hablar de la vacuna del papiloma.

- Acabo de leer que en Japón la retiran por los efectos secundarios. A esa vacuna se le dio la licencia sin tener los estudios concluidos y aún no sabemos si hace o no prevención del cáncer. Es grave.

Mujeres sacerdotes

- ¿Es feminista?

- Yo soy feminista de la igualdad. El feminismo no es lo contrario del machismo. Yo utilizo la palabra para honrar a las pioneras sufragistas y argumentar para que desaparezca la discriminación de las mujeres, la brecha salarial. En España la mitad de las mujeres no trabaja fuera del hogar, y eso en la realidad económica actual supone precariedades, vulnerabilidades y dependencias.

- ¿Es fundamental que la mujer pueda ser sacerdote?

- No hay nada en la teología que lo prohíba. En el 74, Pablo VI pidió a la Comisión Bíblica Pontificia que estudiara el tema. El informe fue que no había nada en la tradición bíblica contraria a la ordenación de las mujeres. Por tanto fue una decisión de Pablo VI, que en cualquier momento puede revisarse.

- El obispo de Córdoba acaba de decir que «las mujeres jamás podrán ejercer el sacerdocio. Se trata de un don, nunca un derecho».

- Claro, yo estoy de acuerdo en que es un don. Pero si Dios se lo da a una mujer, ¿quién dice que no?

Aborto, mal menor

- La llaman la monja abortista.

- Lo dicen como si a mí me pareciera estupendo esto de abortar, y evidentemente no es el caso. Lo que sí me parecen son los supuestos contemplados en las leyes de despenalización del aborto, y que me parecen un mal menor.

- ¿Apoya la ley de plazos o la reforma de Gallardón?

- Tendría que revisar los textos. Lo que está claro es que existe la necesidad de regular porque ha habido abusos. Unido a esto hay unos negocios que tienen que ver con esa despersonalización del embrión humano que me parecen problematiquísimos. Se utilizan para investigación, cremas, vacunas... Es una utilización de la vida humana completamente innecesaria y que solo se justifica por criterios comerciales. Y eso debe ser denunciado con toda la seriedad. Como la compra de óvulos. Cuando estudiaba teología en Harvard, había pósteres por las paredes. Eso de que fuera un óvulo de una chica de Harvard tenía más pedigrí. Es decir, que costaba más dinero. Es indignante.

- A muchos españoles les indigna la secesión de Cataluña que usted defiende. ¿Cuánto hay de reivindicación histórica y cuánto de un problema de tamaño? Ustedes quieren romper lazos con el sistema neoliberal y dicen que no tienen fuerza para plantearlo a nivel estatal.

- Sí, ese motivo del tamaño tiene un gran peso. A Arcadi Oliveres y a mí nos han venido a buscar grupos que trabajaban el cambio social y querían abrir una vía que transforme la sociedad. Tanto Arcadi como yo tenemos una credibilidad transversal en Cataluña. Dicho esto, el proceso constituyente está abierto a personas que no hayan sido nunca independentistas, pero que tengan una conciencia clara de la urgencia social de estos cambios y que les parezca que esta opción de declarar la soberanía plena lo hace viable. Pero mi postura personal es que trabajar por la independencia, aunque nos perjudicara económicamente, es una forma de valorar la diversidad: estamos en un momento de globalización. No nos damos cuenta, pero en cuatro días todos estamos hablando inglés. Y luego, chino.

- Eso es simplificar mucho.

- Sí, lo estoy haciendo, pero tengo una conciencia aguda de la responsabilidad histórica que deriva de haber heredado una lengua, una cultura que no la entiendo como pieza de museo. Yo entiendo el estado propio como totalmente solidario e interrelacionado con todos los demás.

- ¿Con España como con Francia?

- Sí, la Europa de los pueblos es más democrática y viable. En Cataluña estamos acostumbrados a que nos digan que la culpa la tiene Madrid. Y en Madrid, que la tiene Bruselas. Y en Bruselas luego dirán que la tiene Pekín. Todo esto es contrario a la democracia real. Hay que reforzar el gobierno municipal, sin perder la unidad nacional de Cataluña.

- ¿Se equivocó su familia con la Iglesia o la monarquía?

- Se equivocaron solo en parte con la Iglesia, porque algunos aspectos son caducos. La monarquía, en cambio, es un remanente de otras épocas, donde las personas necesitaban esa divinización de la autoridad para sentirse seguros en su vida común. Y precisamente la democracia nos ayuda a entender que la soberanía reside en el pueblo y que esas figuras monárquicas no tienen ninguna justificación. No hay sangre azul, ni esa herencia especial que te faculte para gobernar. No hay tampoco, y es muy importante, esa necesidad de unas figuras con una atribución vitalicia que representen la unidad.

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