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Aznar, en 2007, en el acto en el que soltó las polémicas frases. / EFE
La autoescuela de Aznar
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La autoescuela de Aznar

No son pocos los políticos condenados por conducir ebrios, haciendo suya aquella frase del expresidente sobre una campaña de Tráfico: "¿Quién me va a decir a mí lo que tengo que beber?"

ISABEL IBÁÑEZ

Jueves, 30 de mayo 2013, 13:06

El martes coincidían dos noticias relacionadas con la actividad de nuestros políticos. Por un lado, el Gobierno vasco ha aprobado un código ético de obligado cumplimiento para los cerca de 300 altos cargos del Ejecutivo y de las sociedades públicas con el objetivo de "recuperar la credibilidad y la confianza de los ciudadanos". Que deben andar quién sabe dónde. Por el otro, se conocían las condiciones a cumplir por la empresa que opte a cubrir el servicio de cafetería del Congreso de los Diputados. Bien. Al margen de lo que el ciudadano medio pueda pensar sobre el hecho de que los precios sean más baratos para sus señorías que en el bar de la esquina y que la diferencia la paguemos entre todos, sorprende conocer que dentro de ese templo de la democracia al que acuden a trabajar nuestros representantes puedan entregarse entre pleno y pleno (o durante) al gintonic, el whisky de 8 años, el Bloody Mary o el chinchón. Así, no es de extrañar que el exportavoz del Gobierno popular de José María Aznar, Miguel Ángel Rodríguez, pise luego a fondo el acelerador envalentonado por las espirituosas, añorando quizá otros tiempos en los que ir a trabajar tenía un aliciente añadido. Su ex jefe Aznar lo expuso con claridad en 2007; fue durante un acto en el que le imponían la medalla de honor de la Academia del Vino de Castilla y León, cuando se le ocurrió hacer mofa de la campaña de la Dirección General de Tráfico en aquel momento: "Las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber déjame que las beba tranquilamente, no pongo en riesgo a nadie ni hago daño a los demás". La típica condescendencia con el alcohol que es frecuente escuchar en una taberna, pero que no suena tan normal en boca de un expresidente de Gobierno.

Lo peor es que algunos colegas parecen haber hecho suya esta máxima, sin tener conciencia clara de lo que implica su proyección personal y profesional. Lo dice Francisco Canes, el presidente de la Asociación de Víctimas de Accidentes de Tráfico DIA, sobre el último caso de político detenido por conducir ebrio, en este caso Miguel Ángel Rodríguez: "Cada vez que se pilla a un político o personaje público cometiendo una infracción de tráfico se echa por tierra el trabajo de muchas personas que a diario luchan por la seguridad vial". A estos llama "irresponsables" y afirma que "deberían ser los primeros en dar ejemplo". Rodríguez, que hoy es 'solo' un tertuliano aunque todo el mundo le relacione con su etapa de político, parece no entender las palabras de Canes sobre el asunto de la responsabilidad. Así, se apresuraba a insinuar el otro día que los jueces podían llegar imponerle una multa mayor "por ser famoso". Por cierto, chocó de madrugada contra tres coches aparcados y en la prueba de alcoholemia cuadruplicó el límite permitido, más que Elena Tablada, que 'solo' la multiplicó por tres. Claro que ella únicamente responde por ser la ex de Bisbal.

Como si nada hubiera pasado, esta misma semana volvíamos a ver a Rodríguez en 'Espejo Público', uno de esos programas donde los comentaristas analizan todo tipo de temas, como la corrupción de los políticos o el botellón entre los jóvenes. De hecho, de su boca salieron pocos días antes del 'incidente', estas palabras, en referencia a la marcha de chicos con talento a otros países para buscar trabajo: "Cuántos más jóvenes se marchen mejor. Volverán sabiendo que la vida no es un botellón". También hablaba y mucho contra este problema Nicolás Navarro, concejal de Juventud (PP) en Motril (Granada) y un cruzado contra el botellón. En 2009 fue multado por conducir ebrio. "Me parece una actitud lamentable e impropia de un político usar temas personales, porque ante todo somos eso, personas", dijo, cargando contra la oposición cuando ésta hizo público su 'desliz'. Aclaró además que el día que fue multado había estado trabajando en la organización de un congreso y que no había comido, lo que a su juicio había incrementado su tasa de alcohol.

Infiltrado en un botellón

Su compañero Ángel Espadas, edil compostelano del PP, se infiltró en 2008 junto a una compañera de partido en un macrobotellón convocado por el inicio del curso universitario, para obtener la inesperada conclusión de que el 95% de los participantes consumieron alcohol y otro tipo de sustancias, como hachís. Tres años después tuvo que renunciar a su acta de concejal porque fue sorprendido borracho y dormido al volante del coche ante un semáforo. El atestado de la Guardia civil, en uno de esos informes que pueden resultar cómicos por lo descriptivo del asunto, decía: "El conductor presentaba síntomas de encontrarse bajo los efectos de las bebidas alcohólicas, tales como habla pastosa, fuerte olor a alcohol y al bajarse del vehículo se observa una deambulación vacilante". Por otro lado, en la actualidad Espadas está imputado por tráfico de influencias, cohecho y revelación de secretos en la Operación Manga, derivada de la Pokémon y acaba de ser puesto en libertad tras pagar una fianza de 10.000 euros.

Caso sangrante fue el de Ignacio (Nacho) Uriarte, a la sazón presidente entonces de las juventudes del PP y vocal de la Comisión de Seguridad Vial del Congreso de los Diputados (sí, donde los cubatas de saldo): en febrero de 2010, venía de celebrar su despedida de soltero y a las siete de la mañana embistió con su coche a otro que se encontraba detenido en un semaforo en rojo; arrojó positivo en la prueba de alcoholemia, por lo que fue imputado por un delito contra la seguridad vial. Su partido emitió un comunicado donde afirmaban: "Es un error humano que le puede pasar a cualquiera". Ocho meses sin carné y una multa de 2.400 euros fue la condena impuesta por el Tribunal Supremo.

Similar castigo tuvo otro compañero suyo del PP valenciano, Vicente Ferrer, que en septiembre del año pasado conducía zigzagueando y cambiándose de carril sin señalizarlo. La Policía le hizo el test y triplicó el máximo permitido. "Me reuní con unos amigos de la Universidad a comer una paella y, ya se sabe lo que pasa: empezamos a la una y acabamos a las ocho y tomé la decisión errónea de coger el coche". Lo más gracioso, si hay algo de eso en todo esto, es que dos años antes había llamado a José Luis Rodríguez Zapatero "timonel borracho".

Una mujer, al menos: Carmen Añó (PP), alcaldesa de la localidad valenciana de Alfarp, 1.440 euros y año y medio sin permiso de conducir. Hace un año fue sorprendida a mediodía avanzando con su coche a escasa velocidad y subiéndose a la acera por dos veces. El conductor de un camión, al ver el peligro, se puso delante y la obligó a frenar. Según la declaración posterior de los agentes, "tocaba mandos que no eran, no era capa". Hasta puso en marcha el limpiaparabrisas.

"Por una bajada de tensión"

Entre los 'discípulos' de la doctrina Aznar también hay socialistas. Una madrugada de febrero de 2010, el entonces alcalde de Siero (Asturias), Juan José Corrales (PSOE), "con sus facultades físicas y psíquicas alteradas y mermadas por la ingestión de bebidas alcohólicas, no realizó el giro de una rotonda, sino que siguió circulando en línea recta, invadiendo una isleta, donde arrastró una baliza, y salió de nuevo a la calzada, donde se quedó detenido en el carril derecho, sin luces y sin ningún tipo de señalización que advirtiera del peligro". Allí permaneció sentado en el coche hasta que llegó la Guardia civil, que dibuja al alcalde con "habla pastosa, dificultades de expresión, movimiento oscilante y olor a alcohol en el aliento, notorio a distancia". Al día siguiente presentó su dimisión.

En 2008, el también socialista y por entonces alcalde de Trujillo (Cáceres), José Antonio Redondo, tras haber estado comiendo con unos empresarios y después de ver en un bar la final de la Copa del Rey entre el Valencia y el Getafe, volvía a casa en un vehículo oficial y se puso a hablar por el móvil. Al llegar a un stop se quedó parado tanto tiempo que una patrulla de la Policía empezó a hacerle señales luminosas cuando reanudó la marcha. El alcalde continuó sin frenar porque, según explicó después, pensaba que al ser el regidor los agentes le estaban saludando. Los guardias le siguieron hasta su casa con las luces de emergencia encendidas y dándole ráfagas. Al llegar, notaron que "olía a alcohol, tenía el habla pastosa, no mantenía la verticalidad, presentaba rojeces en mejillas y nariz, ojos brillantes y pupilas dilatadas". Le explicaron que un equipo de atestados acudiría en breve a practicarle la prueba de alcoholemia, pero entonces Redondo se metió en su casa. Los guardias llamaron a la puerta, pero no hacía caso. Ante la insistencia, decidió salir y someterse al test. Al comprobar que daba positivo, Redondo explicó que se debía a la copita de licor que se acababa de tomar en casa para recuperarse de "una bajada de tensión".

Era julio de 2010 cuando Francisco Alba, concejal de IU en la localidad gaditana de Conil, tuvo un accidente de tráfico en las proximidades de este municipio: invadió el carril contrario con su Audi y chocó con otro vehículo, que resultó destrozado y sus dos ocupantes heridos leves. Alba triplicó el máximo de alcoholemia. Al parecer trató de convencer a los funcionarios de que no le hicieran la prueba: "Venga, poned que la máquina no funciona. ¿No podemos hacerlo de otra forma? Tranquilos, que si esto se queda así, nadie se va a enterar". También se atrevió con todo un clásico: "¿No sabéis quién soy?". Hace solo dos meses, Alba, ahora asesor en otro ayuntamiento, volvió a dar positivo superándose a sí mismo y cuadruplicando la tasa límite.

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