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JOSÉ MARI REVIRIEGO
Viernes, 10 de mayo 2013, 21:27
El día de San Valentín de 2009, Arantza Quiroga (Irún, 1973) se mojó por primera vez en público. Le costó varios días hacerse a la idea, tan tímida y pudorosa como es para las exhibiciones en público. Pero lo hizo de corazón. Junto a Borja Sémper y Ramón Gómez, compañeros de la candidatura por Guipúzcoa, se dio un chapuzón en la playa de La Concha en una jornada del febrero más invernal. Bajo el lema «nos mojamos por ti», quiso demostrar el compromiso de su partido para con los demás «pese a las dificultades» que sufren los representantes del PP en Euskadi. Se trataba «de decir lo mismo» que en la época de María San Gil, pero «con otra alegría». «Superfriolera», se bañó vestida.
Le sirvió también para curtirse en un escenario en el que ahora sabe lo que es sentirse desnuda. Sus revelaciones en el terreno religioso y moral, favorables a la doctrina del Papa sobre el rechazo al preservativo, han colocado su intimidad frente al foco público. Tampoco le va a dar muchas vueltas porque no quiere «que las cosas se saquen de quicio». Se muestra tolerante hacia la vida privada de los demás, en una declaración confirmada por sus colegas de partido. «Es una mujer muy respetuosa que no mezcla su vida personal con la política». En las filas populares, muchos no conocían el alcance de sus convicciones más personales hasta que las hizo públicas. Es reservada.
Madre de cinco hijos -el último, Jesús, nació hace un mes-, Arantza Quiroga Cía (Irún, 1973) muestra que lo suyo es el triunfo de la fe. Afrontó el reto de dirigir el Parlamento vasco con 35 años con pasión y ahora, en su nuevo cometido como presidenta del PP vasco -la segunda mujer que ocupa el cargo tras María San Gil-, no se espera menos de ella: su perfil, construido a través del testimonio de sus compañeros y de sus propias confesiones a este periódico, comienza delante de la televisión en su casa familiar, viendo películas americanas sobre republicanos y demócratas. Era una adolescente y ya le «chiflaba» la vida política.
Apadrinada por Azpiroz
Apadrinada por José Eugenio Azpiroz, Arantza decide a los 21 años participar en las listas del PP en Irún, su pueblo. Sus padres se «sorprenden», pero acceden al ver a su hija «tan entusiasmada». Él, calderero de profesión, llegó a la localidad guipuzcoana a los 12 años procedente de Valladolid, como miles de personas más de otras comunidades autónomas en los tiempos de auge industrial del País Vasco. Ella, de un caserío de Andoain enraizado en un ambiente familiar nacionalista.
Quiroga pegó el estirón en cuando gran parte del PP guipuzcoano se sintió huérfano por la dimisión de San Gil. «Ante el desconcierto emocional, Arantza trabajó para que el partido no se viniera abajo sin enfrentarse a nadie», explica una electa del territorio. Respaldó con firmeza a la presidenta de Guipúzcoa, María José Usandizaga, y «lideró una etapa de sentido común». En la campaña, en la que el PP retuvo sus tres escaños, «fue decisiva». Nadie le recuerda una «discusión agria». «Sabe escuchar, es muy receptiva. ¡ Ah!, y devuelve las llamadas, cosa muy importante en este negocio», confiesa una concejala.
En las elecciones, en las que fue cabeza de lista, utilizó su pasión por la política para superar su pudor a hablar en público. Todavía recuerda un mitin en la plaza del Buen Pastor, de San Sebastián, lleno de gente de paseo, y ella «hablando de bilingüismo». Pronto se le pasó la vergüenza. Porque es de las que se sonrojan. Pero cuando coge carrerilla, sale una política firme, de verbo claro. Casi de vena en cuello.
Colegio del Opus
No se considera una persona incoherente, «y menos cobarde». Tal vez por eso no se arrugó cuando confesó su relación con el Opus Dei, aunque no sea un «miembro jurídico». Ella estudió en Irún en El Pilar, en la Compañía de María. En San Sebastián, en el colegio Eskisabel, hizo octavo de EGB, BUP y COU. En este mismo centro cursan estudios sus cuatro hijos mayores: Pedro, Pablo, Álvaro y Andrés. El pequeño, Jesús, nació el 8 de abril. Su marido, Álvaro, se encarga de poner los nombres siempre que sean chicos. Si fueran niñas, lo haría ella. Más tarde se licenció en Derecho.
En el PP sus compañeros conocían esa vinculación con el Opus, pero se quedaron descolocados al comprobar hasta dónde llegaban sus convicciones. Es partidaria de las tesis del Vaticano más contrarias a la utilización del preservativo. De hecho, confesó que ella no lo usaría. Y ahí se sintió desnuda. A nadie le gusta que se airee su vida sexual. «Que cada cual haga con su vida lo que le parezca oportuno. A mí no me gustan las imposiciones». Con esta declaración de principios, Quiroga pretendió pasar la página a unas palabras que generaron polémica. Ella huye de etiquetas y se declara «cómoda» dentro de un PP «plural».
Lo cierto es que en su partido, tras la sorpresa inicial, ya nadie se tira de los pelos. Conocen a Quiroga desde hace tiempo y resaltan de ella su tolerancia y respeto a los demás. En el Parlamento ha asumido postulados contrarios a sus creencias en favor del interés general. En una comisión planteó una enmienda para crear una red de cobertura a las mujeres embarazadas en situación de riesgo «con el fin de que no se vieran abocadas a abortar». Aunque la propuesta, que no salió adelante, tocaba su fibra moral, lo aceptó sin un mal gesto.
Próxima a los temas sociales, especialmente a las demandas de las personas discapacitadas, la que fuera presidenta de la Cámara vasca en la anterior legislatura ha estrechado lazos con parlamentarias de otros partidos. De todas ellas, especialmente con Nekane Alzelai, de EA, «buena compañera». Dentro de su grupo, aflora una nueva personalidad en Arantza Quiroga, nombrada vicesecretaria por Antonio Basagoiti. Es «chistosa», de risa fácil y con tendencia a escandalizarse alegremente. Le gusta el sentido del humor, el ingenio de Iñaki Oyarzábal, secretario general. Son los números tres y dos del PP vasco, respectivamente. No concibe la rivalidad.
Cuando Basagoiti la nombró vicepresidenta de la formación fue porque se fijó en ella durante la campaña, aunque ya antes había pensado situarla a su vera. Tras las elecciones de 2008, las cifras dieron mayoría con el PSE y reclamó para ella la presidencia del Parlamento, por delante de Laura Garrido, la portavoz de la ejecutiva en Álava. Ambas no se dieron por aludidas. Siguieron saliendo juntas a comer o a cenar, con o sin maridos. Por encima de todo, la amistad.
Una vez elegida para asumir la presidencia del Parlamento, la dirigente guipuzcoana se esforzó por aprender euskera «por respeto al resto de compañeros». «El cambio también es que todo el mundo se sienta cómodo y representado», apuntaba. Ahora, de nuevo de la mano de Basagoiti, Quiroga asciende a la Presidencia del PP vasco, un puesto para el que también se manejaban otros nombres, como el de Alfonso Alonso, portavoz del grupo popular en el Congreso, y el de Borja Sémper, presidente de la formación en Gipuzkoa.
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