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SALUD

La vida después del 'doctor milagro'

Cuatro pacientes que fueron noticia por someterse a operaciones inéditas relatan su día a día años después de pasar por el quirófano del cirujano valenciano Pedro Cavadas

FERMÍN APEZTEGUIA

Lunes, 6 de mayo 2013, 04:03

Un día fueron noticia y llenaron páginas de periódicos y minutos de radio y televisión. No eran estrellas efímeras de la música, el cine o el teatro, ni ganadores de un espectáculo televisivo de telerrealidad. A ellos la fama, aunque fuera solo de quita y pon, les llegó sin buscarla ni quererla. Eran simples pacientes con enfermedades muy complejas que cuando se apagaron las luces de los flashes y los focos de las cámaras tuvieron que marcharse a otra parte con sus dolores, recién tratados.

Terminada la última entrevista, se fueron a sus casas en Vilanova i la Geltrú, Castellón, Vitoria y Bermeo. ¿Qué fue de todos ellos? ¿Qué fue de Genoveva, de Javier, de Diego, de Alex y de todos los demás? El reconocido, y también controvertido, cirujano valenciano Pedro Cavadas les devolvió la salud y la esperanza, pero luego, ¿adónde fueron?¿Mejoró realmente su calidad de vida? ¿Volvieron a soñar o regresó la pesadilla? ¿Cómo lo vivieron? ¿Cómo lo viven?... Hoy lo cuentan.

Genoveva García | Operada de un fibroma en un brazo

«Mi infancia fue una tragedia llena de llanto»

«Mi principal problema era mi brazo izquierdo. Según iba creciendo, se iba desfigurando cada vez más. Tenía la misma movilidad y fuerza que el derecho, pero su grosor y su forma me convirtió en objeto de múltiples burlas cuando era niña. Así que no solo crecimos mi brazo y yo, sino también mi complejo. Aguantar todas aquellas risas era agotador, insufrible, doloroso. Recuerdo mi infancia y adolescencia como una tragedia llena de llanto y desesperación, siempre metida en casa, sin ir a ningún sitio».

La historia clínica de Genoveva García está plagada de sufrimiento y errores médicos que dan material suficiente como para llenar de contenido otro reportaje. Después de una veintena de intervenciones quirúrgicas, de haber perdido la movilidad de su brazo y también la fe en la medicina, su madre la lio para que visitara al cirujano de moda, capaz de hacer posible lo imposible. «Llamó a mis espaldas y acudí a la consulta a regañadientes, sin esperanza en nadie ni en nada. Fíjese: un médico llegó a soltarme de golpe y porrazo que aprovechara el tiempo, que me quedaban sólo tres meses de vida».

«Tiene solución», dijo Cavadas. «Alucinaba oyendo algo así después de que seis médicos de Barcelona me hubieran dicho que era imposible». La paciente fue sometida a una abdominoplastia, que precisó nueve horas de quirófano. Los cirujanos retiraron la piel «mala y enferma» y la sustituyeron por otra sana, que extrajeron fundamentalmente del abdomen y algo del muslo. Desde entonces han pasado cuatro años. « Ahora, por fin, puedo mirarme el brazo». Gracias a esa operación, a las que siguieron y al apoyo incondicional de su marido, ha perdido el miedo a salir a la calle, a ir al trabajo y a enfrentarse a las miradas curiosas y «descaradas» de los paseantes. «Es muy duro, porque sé que nunca moveré la mano. No puedo llevar una bandeja, ni ducharme con normalidad y si quiero abrir una botella de agua tengo que ayudarme con los pies. Pero tengo un brazo sin fibromas y con piel sana. Cavadas es mi héroe sin disfraz».

Diego Jiménez | Trasplantado de ambos brazos

«Me ato los zapatos, pero con la camisa no puedo»

Diego Jiménez, 33 años y castellonense, como Genoveva, perdió los dos brazos el 24 de abril de 2009 por una potente descarga eléctrica, que los dejó irrecuperables. «¡Casualidad! Hoy se cumplen seis años del accidente. En nuestra familia nos dedicamos a buscar chatarra. Un hombre nos ofreció una fábrica, se la compramos y nos dijo que estuviéramos tranquilos, que el circuito eléctrico estaba desconectado. Pero se equivocó». Una ambulancia lo condujo al hospital La Fe de Valencia, donde tuvo que permanecer dos meses en la Unidad de Cuidados Intensivos para recuperarse de las graves lesiones sufridas. Después se planteó la posibilidad de convertirse en el primer español al que se le trasplantaban los dos brazos, en una operación que llevaría la firma del mismo cirujano que realizó la primera cirugía de este tipo en el mundo con una mujer venezolana.

«Para mí, Pedro Cavadas no es sólo un gran médico, sino una gran persona», añade Diego, que tuvo que esperar año y medio para que apareciera un donante compatible con su sistema inmunitario. Después de la intervención, comenzó el proceso de rehabilitación, que le obligó a acudir todos los días durante meses a la consulta del microcirujano valenciano para participar en sesiones de rehabilitación. «La vida me ha cambiado del derecho al revés», explica de manera gráfica. «Ahora puedo conducir, vestirme, ducharme, valerme por mi mismo, vamos».

Lo mejor de todo, continúa, «es sentirse abrazado, sobre todo por los chiquillos». Tiene cuatro. Uno de ellos, la pequeña, nació después de la intervención y se llama Virginia, «como la hermana de Pedro», que trabaja en la clínica junto a él. «Es su madrina, porque nació niña, pero si hubiera sido niño se habría llamado Pedro y le habría pedido que fuera su padrino», cuenta.

Sus brazos aún no responden al 100%, o al menos no lo hacen del modo en que él hubiera imaginado. Pero está más que satisfecho. «Calculo que he recuperado la función de las manos en un 70%o un 80%. Soy capaz de atarme los zapatos, pero no puedo soltarme un botón de la camisa. Eso me cuesta más...», se lamenta, aunque no duda en afirmar que su vida «es bastante completa».

Vive su rutina diaria en un barrio situado en las afueras de la ciudad. Cada día lleva a los niños al colegio, atiende a los pájaros y al caballo que tiene la familia o pasea... «Me gustaría volver a trabajar, que es lo que he hecho toda la vida confiesa, pero no he podido volver a hacerlo. La verdad es que tampoco puedo coger mucho peso», se duele.

Javier Galdós | Una fístula 'incurable' en el esófago

«Por fin vivo como cualquier otro jubilado»

A 220 kilómetros de Diego, reside un vitoriano afincado por temporadas en Benidorm, que se comunica a través de la escritura. Javier Galdós tiene 63 años y trabajaba como empleado en una entidad bancaria hasta hace tres, cuando se jubiló. Sus problemas con la laringe comenzaron hace casi dos décadas, en 1995. En aquella ocasión, la radioterapia pareció ser tratamiento suficiente para superar un cáncer incipiente. No lo sabía todavía, la radiación, había resultado demoledora.

El tratamiento le produjo una fístula imposible de cerrar en el esófago, que es el conducto que lleva el alimento de la boca al estómago. A causa de este problema, el suyo quedó conectado con los pulmones, lo que llevó a los médicos que le atendieron a impedirle de por vida todo alimento sólido.

La medida buscaba evitar que algún resto de comida pasase al tracto respiratorio y se desencadenara un problema mayor, como una neumonía o un ahogo repentino. «Mi vida se truncó. Todo mi alimento se limitó desde entonces a un preparado que introducía con jeringuillas a través de un tubo conectado directamente al estómago. No podía ni tragar saliva, lo que limitaba mi asistencia a espectáculos, celebraciones. Ni siquiera ir de compras, porque tenía verdaderas dificultades para desenvolverme en sitios cerrados», recuerda el bancario alavés.

Su esposa, Mari Carmen García de Cortázar, y sus hijos, Ruth y Xabier, fueron durante ese tiempo su principal apoyo y su esperanza. «Su aguante fue total, a pesar de los inconvenientes que se producían. Llegaba un acontecimiento familiar y yo tenía que comer apate sin poder disfrutar de la fiesta». Después de dos años y medio «sin que la Sanidad pública me diera una solución», decidió buscar una respuesta por Internet «y el azar me llevó a Cavadas». «Eso está hecho», le prometieron.

Una semana después, Javier comenzó a comer y beber con entera normalidad. No ha recuperado el habla, pero sí el placer por la buena mesa. «Ahora se come una chuleta y lo que le eches», bromea su hija. «Mi vida cambió a mejor en un cien por cien y mi estado psicológico se normalizó», corrobora el padre. Está encantado de disfrutar al fin de una vida «completamente normal, como la de un jubilado cualquiera, escapándome de vez en cuando a Benidorm o adonde sea; y disfrutando de los nietos. Siempre que puede se acerca a Valencia para visitar a su médico. «Se lo agradeceré siempre».

Alex Goikoetxea | Tetrapléjico

«Me ha devuelto lasganas de seguir adelante»

Otro vasco, como Javier Galdós, cierra este reportaje. En el invierno de 1997, Alex Goikoetxea, bermeano de 47 años, disfrutaba de un día de nieve en Valdezcaray y perdió el control del plástico con el que se deslizaba por una ladera. La caída le obligó a cambiar la vida en el mar por una nueva, en tierra, pegado a una silla de ruedas, que le provocó una herida en las nalgas insufrible, que parecía que nunca se cerraría.

Más de 20 operaciones inútiles después, decidió acudir a Cavadas en busca de una última oportunidad. El cirujano optó por cerrar la lesión con piel de la planta del pie, más dura y resistente.

La rehabilitación se prolongó durante 7 meses, pero se logró lo que se buscaba. «Llevo 3 años sin operaciones y hago de todo. Salgo a la calle con los amigos, voy a San Mamés a ver al Athletic, a buscar al instituto a mi hija, paseo con mi mujer...». Lo tiene claro. «A mí me ha devuelto las ganas de vivir».

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