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CONTROVERTIDA FIGURA

«El mejor confidente es el traficante»

Policías de Bilbao hablan sin tapujos de un tema tabú: los informadores. «Más del 50% de las detenciones se hacen gracias a ellos», desvelan

AINHOA DE LAS HERAS

Domingo, 10 de marzo 2013, 16:48

No puedes llegar a tener con ellos una amistad. Te pueden caer bien, parecerte simpáticos, pero de ahí no puede pasar, porque si no malo. Ellos están en un mundo de delincuencia. Mis relaciones siempre son profesionales». Quien habla es un veterano policía de Bilbao que lleva dos décadas trabajando con confidentes. «Al de dos o tres años se queman, en su entorno recelan de ellos y empiezan a dar mala información, entonces hay que cambiarles, les decimos 'búscate la vida porque vas a acabar mal'».

Gracias a esta controvertida figura han retirado de la calle a traficantes, violadores, asesinos y ladrones. «Es importantísimo, más del 50% de las detenciones se hacen gracias a confidentes. La Policía pocas veces genera la información, siempre es a través de vecinos, confidentes o detenidos». «Por 'chivatazos' también se han recuperado muchas pistolas, que aparecen de forma misteriosa en papeleras», dice un ertzaina destinado a labores de investigación.

Los confites, soplones, topos, chotas, fuentes o arrepentidos, como se les conoce en el argot policial, colaboran con la Policía a cambio de una recompensa económica -no todos los cuerpos pagan y los que lo hacen raramente lo confiesan-, o por un interés malsano de quitarse a la competencia de encima. O, simplemente, porque «les gusta ser amigos de la Policía». «Todos cascan, se chivan de lo que haga falta y hasta lo hacen gratis», apunta el agente de la Ertzaintza. Hay una excepción, las bandas de delincuentes del Este. «Ahí es difícil entrar, casi imposible, por el desconocimiento del idioma y de sus costumbres», confiesa. Los pagos se hacen con dinero procedente de los fondos reservados, pero algunos cuerpos, sobre todo las policías pequeñas, no pagan «nunca ni un duro».

«Para nosotros confidente es aquel que trabaja con la Policía de forma más o menos continua. Luego están los informadores puntuales». Es el caso de las o los amantes despechados. Muchas de las informaciones que le llegan a la Policía proceden de mujeres de delincuentes que se sienten traicionadas y hablan por venganza. «Una vez nos llamó la novia de un traficante para decirnos que éste llevaba una mochila con diez kilos de heroína a la espalda y que iba a dejar el alijo en un locutorio determinado. Le cogimos con todo encima», recuerda el experimentado agente.

Cada investigador puede tener varios de estos colaboradores. «Depende de la habilidad de cada policía, unos tienen dos y otros cinco; aquí entra en juego la psicología criminal, dentro de la Policía hay quien sabe cómo tratarles». Algunas reglas no escritas marcan cómo debe desarrollarse la relación con el 'confite'. Nunca se habla con ellos por teléfono, exclusivamente para quedar. «Nos vemos en diez minutos donde siempre». Los encuentros suelen realizarse en algún bar, plaza o cualquier otro lugar que no despierte sospechas, «por su seguridad y por la nuestra, por todos», dice el policía. Entre estos personajes hay multitud de procedencias y culturas.

«Una especie de protección»

La investigación de drogas es una de las que más se nutre de esta figura, pero también se utilizan en robos en domicilios, receptación, agresiones sexuales y homicidios... «Los mejores confidentes son traficantes, manejan datos porque forman parte de ese mundo». También los consumidores, pero «cuanto más alto esté en la escala, la información es mejor». Cuesta más llegar al delincuente que está «en la cresta de la ola». «Cuando se hunden y pasan de manejar kilos a gramos, es cuando se deciden a colaborar para eliminar competencia y mantenerse» en el negocio.

«El mundo de la droga es duro y peligroso, se juegan la vida hablando con nosotros. Antes había 200 traficantes que movían grandes cantidades, ahora hay 2.000 con mierdas. La mayoría son pequeños camellos que viven fuera y ocultan la droga en un lugar diferente a donde la venden». Se han dado casos, no uno ni dos, de supuestos chivatos asesinados por otros delincuentes en ajustes de cuentas al destaparse que pasaban información a la Policía, también ha ocurrido en Bilbao. «Les ofrecemos una especie de protección, si recibimos una información y no podemos actuar sin que se sepa quién es el informador, lo dejamos estar».

Como en todo, la experiencia es un grado también en la lucha contra la delincuencia. «Vamos aprendiendo con ellos. No puedes utilizar todas las informaciones que te dan tal cual, porque igual solo las sabe el confidente y el delincuente al que buscas». Otra de las reglas que los policías nunca se saltan es «no utilizar nunca una información si no estás seguro de que puedes actuar sin destapar al informador». «El objetivo es encontrar la droga, es lo único inculpatorio. El dinero no tiene nombre, no es delito».

Los policías, que trabajan de paisano, quedan con sus informadores de forma regular, una vez a la semana o cada quince días. Se refieren a ellos por el apodo (Mohamed, Kunta Kinte, El Lute...), nunca por su nombre auténtico. Cada agente tiene los suyos. «No conozco físicamente a los informadores de mis compañeros, solo cuando tienen que intervenir en alguna operación para marcarnos al que tenemos que seguir. Son uno más y nadie debe saber quién es».

Las aportaciones de los soplones no sirven como prueba ante los tribunales. «Todas las informaciones tenemos que contrastarlas, de lo contrario no valen de nada. Te pueden estar engañando, te pueden decir que ese tío trafica, pero la Policía necesita pruebas e identificar al sospechoso si queremos llegar hasta el final dentro de la Ley. No puedes detener a cualquiera».

El contacto con el 'chota' puede suponer el inicio de una línea de investigación. «Te orientan y te dicen dónde está el tío para que puedas dar con él, pero todo lo tienes que corroborar», coincide el investigador de la Ertzaintza. «Te marcan un objetivo y te ahorran trabajo», añade otro profesional.

En ocasiones, en el atestado que se remite al juez se camuflan estas aportaciones con el recurso a la llamada anónima «desde una cabina». Sin embargo, «legalmente el confidente no existe, la ley contempla la figura del colaborador con la Justicia que puede convertirse en un testigo protegido. Aunque con quien trata es con la Policía, en realidad trabaja para el juez», explica un mando del Cuerpo Nacional de Policía. El Ministerio de Interior hizo un intento de regular la figura del confidente, pero tuvo que desistir. Trataron de crear un fichero de informadores de las fuerzas de seguridad, aunque finalmente se echaron atrás. «Una regulación es lo último que quieren los confidentes, que su nombre no aparezca en ningún sitio, discreción absoluta, se la juegan». «No veo que se pueda regular», coincide el ertzaina.

¿Cómo se llega a contactar con un confidente?

Los tienes que mandar a prisión una o dos veces. Como solo saben hacer eso, vuelven a traficar. Al principio no quieren saber nada, pero cuando les has detenido dos veces no tienen escrúpulos y venden a los demás.

¿A cambio de qué lo hacen?

No damos impunidad, no informamos al resto de policías de quienes son nuestros informadores. Nosotros trabajamos de paisano, pero también podría pasar que fueran detenidos por nuestros compañeros uniformados.

El momento que va a marcar la relación policía-confidente es el bautismo de fuego. «Lo más importante es hacer su primera movida para que se sienta involucrado y dependiente». A partir de ese momento, el informador puede pensar que la Policía le va a traicionar y sentirse obligado a ofrecer información.

También en esto se da la picaresca. Algunos trabajan con varios cuerpos a la vez, «son tan listos que incluso le cuentan lo mismo a mi compañero», o van cambiando de uno a otro según las épocas. «Al final, trabajan con quien más miedo les da».

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