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JULIO ARRIETA
Jueves, 25 de abril 2013, 14:44
En el Jordan Archaeological Museum de Amán se custodia un documento único, el Rollo de Cobre. Fue encontrado hace 60 años en una cueva cerca de la orilla occidental del Mar Muerto, tiene casi 2.000 años y es una lámina de ese metal que alguien enrolló para esconderla, en la que hay grabado un texto muy poco común: el inventario de un tesoro fabuloso repartido en más de 60 escondites.
La historia del Rollo de Cobre empieza con una cabra perdida. El animal pertenecía a unos beduinos que cuidaban su rebaño cerca de la orilla oeste del Mar Muerto, un día de 1946 o 1947 (nadie recuerda la fecha exacta). Los pastores se pusieron a buscarla y uno de ellos trepó hasta una de las muchas cuevas que se abren en los barrancos de la zona. Arrojó una piedra al interior, esperando oír a la cabra, pero lo que oyó fue el ruido de una vasija al romperse. Entró en la cueva y encontró unas jarras. Dentro había documentos. Acababa de descubrir los famosos Manuscritos del Mar Muerto, una serie de textos escritos sobre pergamino o papiro por un grupo sectario judío relacionado con los esenios o muy parecido a estos, que vivía en comunidad en una especie de cenobio situado en un lugar llamado Khirbet Qumrán (Cisjordania), en una meseta casi a orillas del mismo mar, entre el siglo II aC y el I dC. Entre estos documentos se encuentran los textos bíblicos originales más antiguos que se conservan.
Once cuevas con manuscritos pertenecientes a los ascetas de Qumrán fueron descubiertas entre 1947 y 1956. No se trató de hallazgos formales, realizados por arqueólogos. Los beduinos, que muy pronto se percataron del valor comercial de estos textos, las localizaron casi todas. Jugaban con ventaja al conocer mucho mejor el terreno que los académicos. Pero hubo una excepción. Los arqueólogos tuvieron suerte y en esta extraña carrera llegaron los primeros a una cueva, la número 3, precisamente la que guardaba el documento más raro de toda la colección: el Rollo de Cobre.
Este texto único fue descubierto el 14 de marzo de 1952, durante una búsqueda sistemática organizada para intentar adelantarse a los aplicadísimos beduinos. Parece que la cueva 3 les había pasado desapercibida porque su entrada estaba casi colmatada por un derrumbe. En el interior, el techo también se había venido abajo y los escombros cubrían hasta 40 jarras... que estaban vacías. También había algunos restos de papiro escritos y trozos de cuero. Pero lo mejor estaba al fondo: una lámina enrollada de cobre muy oxidado partida en dos trozos. Los expertos se dieron cuenta de que el rollo estaba grabado, por lo que habría que desenrollarlo de algún modo. Hasta 5 años costó decidirse por un método adecuado.
Cortado en 23 trozos
El rollo fue trasladado al College of Science and Technology de Manchester, donde el profesor H. Wright Baker lo seccionó en 23 trozos con una máquina diseñada exclusivamente para este propósito por el arqueólogo británico John Marco Allegro, uno de los primeros traductores de los Manuscritos del Mar Muerto, que supervisó el proceso y transcribió su contenido a medida que el Rollo era desplegado. Una vez abierto, tocaba traducirlo e interpretarlo.
Casi todos los textos del Mar Muerto fueron repartidos en lotes para su traducción y estudio entre los componentes de un equipo oficial de expertos, del que formaba parte el propio Allegro, que a la larga acabó convertido en el miembro díscolo del grupo. El Rollo de Cobre formaba parte del lote del sacerdote católico y biblista polaco Józef T. Milik. Ambos investigadores leyeron el texto y comprobaron que se trataba del inventario de un tesoro repartido por toda Judea y zonas limítrofes, con indicaciones como "En el monumento funerario, en el tercer escalón, 100 lingotes de oro", o "En la fortaleza que hay en el valle de Achor, bajo las escaleras que van hacia el Este, cuarenta codos, un cofre de plata y su contenido, peso de diecisiete talentos", que es la primera pista que abre el inventario. En total aparecen 64 lugares, escondrijos en los que hay grandes cantidades de oro y plata, monedas, documentos y ornamentos sacerdotales. Los escondites están en cuevas naturales y en construcciones: tumbas, patios, cisternas... Algunas anotaciones están rematadas con letras en griego cuyo sentido se discute todavía hoy. Además, y hacia el final, se indica que había otra copia de este documento.
Aunque Milik tenía el derecho de publicación del texto 3Q15 -signatura técnica del Rollo de Cobre-, Allegro decidió editar su propia traducción porque consideró que el investigador polaco se retrasaba sin motivo justificado. Probablemente Milik temía que airear una lista de tesoros escondidos pudiera animar a los saqueadores y causar un desastre arqueológico. En cualquier caso, Allegro publicó su versión en 1960 y Milik editó la suya en 1962. Ambos llegaron a conclusiones diferentes sobre el documento. Para Milik era un texto fantástico o folclórico. Aunque posteriormente matizó mucho su escepticismo, llegó a decir que seguramente era "la obra de un chiflado" y que no había tesoro alguno. Las cantidades consignadas en 3Q15 son tan fabulosas -algunos autores calculan que algo más de 100 toneladas de oro y plata- que de ningún modo podía tratarse de algo real. Sin embargo, Allegro pensaba que el tesoro existía y que nadie se habría tomado la extravagante molestia de grabar un texto sin sentido ni utilidad sobre una lámina de cobre de calidad excelente.
Pero la realidad del contenido no era el único problema que presentaba el Rollo de Cobre. ¿Quién lo grabó? ¿Cuándo? ¿Para qué? ¿Tenía que ver con los demás textos del Mar Muerto? La mayoría de los especialistas están de acuerdo en que el Rollo de Cobre no puede disociarse de los demás textos de Qumrán encontrados en la cueva 3 y que el documento perteneció a esta comunidad o estuvo relacionado con ella de algún modo, quizá confiado allí en depósito por sus autores. Pero no es fácil establecer una relación entre 3Q15 y los otros manuscritos. Al estar grabados sobre cobre con un buril, los caracteres del texto del Rollo tienen formas diferentes de los escritos sobre pergamino o papiro, por lo que los expertos tenían dificultades para compararlos y establecer una cronología que situase al Rollo de Cobre en algún momento de la historia de los demás Manuscritos del Mar Muerto. Además, había diferencias de lenguaje entre 3Q15 y los Manuscritos, redactados en un hebreo literario y bíblico. El lenguaje del rollo de cobre se parece más al de la Misná, un código legal judío recopilado en torno al año 200 de nuestra era. Los expertos concluyeron que hubo al menos dos grabadores y algunos sugirieron que eran copistas que ni siquiera entendían el texto que estaban reproduciendo, lo que explicaría algunas anomalías en su lenguaje.
¿Cuándo fue grabado?
Los investigadores aventuraron varias cronologías que oscilan entre los años 25 y 135. Hoy en día la datación que se maneja está entre los años 50-100. De ser ciertas las fechas más recientes el Rollo no tendría que ver con los esenios de Qumrán porque para entonces el asentamiento ya había sido destruido. Pero si esto era así y el Rollo era posterior al uso de las cuevas como depósitos de documentos por los ascetas de Qumrán ¿como era posible que estuviera en el fondo de la cavidad, detrás de 40 jarras más antiguas? Por lógica la pieza del fondo tenía que ser más antigua que las más próximas a la entrada.
Si el texto no estaba relacionado con el grupo de Qumrán, algunos apuntaron que a lo mejor se trataba del inventario del tesoro del Templo de Jerusalén, puesto a salvo para evitar que fuera saqueado por los romanos. La idea parece razonable pero choca con un testimonio histórico: el historiador judío romano Flavio Josefo (37-100) escribió que el tesoro estaba en el Templo cuando este fue destruido y que los romanos se hicieron con él. De hecho, parte de este tesoro aparece representado en los relieves del arco de Tito, en Roma, transportado por los soldados.
Por supuesto, además de una discusión académica fascinante el Rollo de Cobre desencadenó una inevitable caza del tesoro que todavía se reaviva de vez en cuando y en la que han participado desde arqueólogos serios hasta aventureros y buscadores de arcas bíblicas. El primero en lanzarse fue el propio Allegro, que exploró con su equipo algunos de los puntos indicados, cerca de Qumrán y en los alrededores de Jerusalén. No encontró nada. En 1983 el monje benedictino y arqueólogo Bargil Pixner trató de identificar a ciencia cierta los escondrijos y lo logró con casi la mitad, pero nadie ha hallado nada en ellos. El arqueólogo israelí Joseph Patrich sí que consiguió, por fin, dar con un objeto: una jarrita que en algún momento contuvo bálsamo.
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