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ITSASO ÁLVAREZ
Martes, 28 de mayo 2013, 09:01
Ana Orantes se casó con 19 años, soportó 40 de tortura y murió con 60 quemada viva en el patio de su casa en Cúllar Vega, Granada, en diciembre de 1997. Su exmarido la roció con gasolina a los 13 días de aparecer en un programa de televisión en Canal Sur en el que denunciaba los malos tratos que él le había infligido. No fue una muerta más. Su asesinato conmocionó a la opinión pública y provocó una revolución legislativa que comenzó con la reforma del Código Penal y culminó con la aprobación por unanimidad, en 2004, de la Ley Integral contra la Violencia de Género. Poco después se puso en marcha 016, un servicio de información telefónica dirigido a las víctimas de violencia de género, los familiares, las amistades y la población en general, que funciona las 24 horas los 365 días del año desde cualquier lugar de España y que no deja huella en la factura.
Desde que Ana Orantes falleció, otro millar de mujeres han sido asesinadas en el país, sin contar las que se han suicidado por no poder soportarlo más y no encontrar una salida, ni las perecidas a causa de lesiones y enfermedades provocadas por la violencia. 'Violencia de género', 'violencia contra las mujeres', 'violencia machista', 'violencia doméstica', 'feminicidio', 'violencia intrafamiliar'... Cambia la letra pero lleva la misma música. El libro 'La voz ignorada. Ana Orantes y el fin de la impunidad', obra de la periodista y escritora Nuria Varela y publicado en formato electrónico por Random House Mondadori, repasa el caso de la granadina y sus consecuencias. El texto nace "del deseo de homenajear a una mujer que perdió su vida por la verdad y que, gracias a su valentía, consiguió sacudir la conciencia de un país, modificar sus leyes, romper el silencio e introducir en el debate público y la agenda política lo que hasta entonces era una cuestión circunscrita al ámbito privado Cosas de pareja", explica la autora.
Antes del homicidio de Ana Orantes, las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas se quedaban fuera de las estadísticas y se englobaban dentro del concepto de "parricidio", cualquier homicidio cometido contra un familiar en primer grado. No había distinción en función del sexo. El tema carecía de interés jurídico y social y estos asesinatos se trataban con desdén. No se contabilizaban los cometidos por novios o exparejas y se hablaba de violencia doméstica, es decir, estaban incluidos todos los miembros del seno familiar y no era una violencia especialmente dirigida a las mujeres. Francisco Álvarez Cascos, vicepresidente del Gobierno en el momento en que Ana Orantes fue asesinada, declaró que el asesinato había sido "un caso aislado obra de un excéntrico". Un calificativo muy suave. En 'La voz ignorada' se recuerda que, entre los episodios relatados por la ama de casa andaluza en el programa de Canal Sur, los periódicos destacarían a su muerte el del día en que, de vuelta de una feria, el exmarido de Ana, molesto porque había bailado con un primo suyo, la emprendió a golpes con ella hasta hacerle perder el conocimiento. "Me hizo el boca a boca y me siguió pegando".
El asesinato de Ana Orantes provocó manifestaciones de repulsa y movilizaciones, en las que durante años se pudo oír el grito de "Ana somos todas". Se sucedieron los homenajes y las muestras de condolencia. En opinión de Nuria Varela, "quince años después, la violencia contra las mujeres se está convirtiendo en un fenómeno imparable que vive momentos de expansión y al que ningún gobierno ni institución internacional parece poder ponerle freno. A pesar de las leyes, de todo el trabajo realizado, de los esfuerzos de sensibilización social, etcétera, los datos no ofrecen ninguna mejora". El eslogan "Ana somos todas" sigue pues vigente. Datos. El porcentaje de mujeres que en la macroencuesta realizada en 2011 por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género señalaron haber sufrido violencia de género alguna vez en la vida fue el 10,9% del total de entrevistadas, lo que equivale a más de 2.150.000 mujeres. De ellas estarían en la actualidad en situación de maltrato casi 600.000, el 3% del total de entrevistadas, pero siete de cada diez aseguraba que no había denunciado nunca a su maltratador.
Según evoca Nuria Varela en La voz ignorada, "Ana Orantes denunció y denunció. Intentó separarse y, en una de esas, el juez le dijo que volviera a casa con su marido porque en toda su vida nunca había visto llorar a un hombre por una mujer como lo había hecho su marido". Años después se divorció, pero el magistrado decidió que siguieran viviendo en la misma casa, ella en el piso de arriba y él en el de abajo. Compartirían el mismo patio, el escenario del crimen aquel 17 de diciembre de 1997. Otra reseña estremecedora. A solo 300 metros de distancia del lugar donde fue asesinada Ana Orantes, y siete años después, Encarnación Rubio fue atropellada en varias ocasiones por su marido. Ella era la primera mujer asesinada después de que un juez le amparara con una orden de protección. Ana, Encarnación "Si en vez de cifras habláramos de mujeres y niñas, si las recordásemos por sus nombres, por sus proyectos de vida y por sus ilusiones, y si en vez de la cantidad de asesinatos detalláramos las circunstancias de sus muertes, el relato sería insoportable", apunta Nuria Varela.
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