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YOLANDA VEIGA
Viernes, 8 de febrero 2013, 18:38
El primer mito de Jordi Évole (Cornellá de Llobregat, Barcelona, 1974) fue Allan Simonsen, Simonet, un danés que militó en el Barça de José Luis Núñez entre 1979 y 1983. «Era un tipo bajito, como yo (medía 1,65), que jugaba siempre con manga larga, así que hice lo mismo». Simonet corría por la banda derecha y Jordi, con el número 11, por la izquierda. Al primero el F.C. Barcelona le ha elevado a leyenda, y a Évole la Unión Deportiva de Cornellá le ha dedicado una sala de prensa. «Se empeñaron, pero puse como condición que debajo del nombre escribieran "pésimo exjugador"».
El periodismo le ha reconciliado con el éxito que le negó el fútbol. «En mi casa siempre había mucha prensa, mi padre era representante de muebles pero escribía en publicaciones de barrio e hizo algo para "Destino". Yo aprendí a leer con los pies de foto de los periódicos». Évole (38 años, soltero con pareja, un hijo de 6 años) acaba de recibir el Premio Manuel Vázquez Montalbán por su «aproximación sin complejos a la realidad de la crisis» -«mi hijo me preguntó si el premio eran lacasitos»- y esta noche (21.30 horas) estrena en La Sexta la octava temporada de "Salvados" con un reportaje sobre los recortes del Gobierno en educación.
Jordi Évole no fue mal alumno. El problema no eran las notas, ¡sino que era un "follonero"! «Una tarde de San Juan nos dieron fiesta y compramos petardos. Colamos uno dentro de un aula donde estaban dando clase y pegó un bombazo... Estuvieron a punto de expulsarnos». En la Universidad (estudió comunicación audiovisual en la Autónoma de Barcelona) el show lo montaba antes de cada examen. «Tres colegas más y yo nos poníamos de rodillas e invocábamos con un rezo a un dios imaginario. Lo hacíamos para descojonarnos, pero luego empecé a pensar que si no lo hacía me saldría mal el examen. Tenía muchas supersticiones tontas de ésas, hasta que un día decidí dejar de tenerlas ¡por superstición!». También dejó de rezar. Y eso que su madre es muy católica y hasta los 12 años no faltó un domingo a misa. Luego retomó la costumbre porque le gustaba una monitora mayor que él con la que iba a los campamentos «y en el momento de la paz te dabas un beso en la mejilla».
«Pago 70 euros de luz»
No cuesta imaginarle echándole cara al asunto, porque Évole ha hecho de esto una virtud. A base de preguntas incómodas se ha enemistado con las eléctricas -paga «60 ó 70 euros» de luz al mes- y tiene fritos a todos los banqueros, menos a la directora de su entidad. «Confío en ella, pero me habla de inversiones, de intereses crecientes... y yo le pregunto si no tiene un plazo fijo. Para estas cosas tengo la mentalidad de la abuela».
- ¿No le miran mal en el banco?
- Un lunes, después de un programa en el que les habíamos metido una caña impresionante entré a sacar dinero y se hizo un silencio absoluto. Pregunté al hombre del mostrador: «No os gustó el programa de ayer, ¿no?», y el tío me dice por lo bajini: «El problema es que te quedaste corto».
Los políticos ya se han dado cuenta de que el pequeño Jordi es un tipo grande y Duran i Lleida le dejó incluso entrar en su despacho y jugar con su máquina de pedos. «Eso fue hace año y medio, hay que ver cómo se ha ido degradando la imagen de los políticos. No sé si hoy optaría por jueguecitos con la que tienen encima».
- Preguntó a Artur Mas si emprendía un viaje sin retorno. ¿Lo es?
- Yo soy poquito de banderas. No soy patriota español ni patriota catalán, el patriotismo me repele bastante. Me preocupan más las desigualdades de este país que el conflicto territorial, que se está utilizando en un lado y en otro para tapar una muy mala gestión política.
- Hay quien le tacha de meterse solo con la derecha
- No tengo esa sensación. No creo que Rubalcaba esté muy contento con la entrevista que le hicimos en la campaña electoral. Les hemos incomodado igual que podemos incomodar a la gente del PP. Lo que ocurre es que aquí hay prejuicios establecidos. Si estás en La Sexta tienes que ser del PSOE y yo intento no estar en ningún bando, pero mucha gente te quiere en una trinchera porque es mas fácil catalogarte que ver el programa con ojos más limpios.
"Sálvados" empezó a emitirse en 2008 con menos de 900.000 espectadores y en la última temporada rozaron los 3 millones de media (13,5% de "share"). Pero el "pelotazo" lo dieron con aquella entrevista a Jesús Eguiguren, en la que el socialista vasco puso fecha al anuncio del fin de ETA. «Alguien nos advirtió: "Eguiguren no os va a decir nada, porque sabe mucho pero sabe también que tiene mucho que callar". Flipé con la entrevista, fue como el toreo de campo, el torero y el toro sin picadores ni banderilleros, el uno contra el otro. Una conversación mágica por las revelaciones que nos dio». Aplausos, pero también algunos recelos. «Para muchos periodistas rigurosos no éramos más que intrusos. Yo venía del humor y de la noche a la mañana uno no puede ponerse a hacer periodismo y que no pase nada. Hemos tenido que superar una travesía del desierto para que nos tomasen en cuenta».
- ¿Sufre de síndrome de Estocolmo con los políticos?
- Hay mucha gente con la que estoy en las antípodas ideológicas. Con Antonio Basagoiti (presidente del PP vasco), por ejemplo, tenía muchos recelos, y salí de la entrevista encantado.
Pero ojo, «sin compadreos». «El periodismo tiene que ser incómodo, aunque en ocasiones es demasiado servil. A mí hay veces que no me apetece hacer preguntas porque empatizas con el personaje. Cuando he estado con Rajoy hemos tenido una entrevista tensa, pero en la distancia corta siempre me ha mostrado un cierto afecto, y luego podemos tener una minicharla distendida sobre fútbol».
En la charcutería
Volviendo a las cosas del balón... que ahí empezó todo. En Carrusel Catalunya de Ràdio Barcelona, narrando los partidos de regional por 1.500 pesetas: «Ahorré para una minicadena con doble pletina, que podías grabar de casete a casete». Hasta que un día le dieron un partido de Segunda A: Barça B-Castellón. «Mi padre estaba ilusionadísimo porque iba a salir en el boletín informativo nacional. Pero me dieron paso... ¡como Jordi Esteve! Qué frustración». Caer y levantarse, como en el campo. «Jordi tenía chispa, era inquieto y no se le caían los anillos por nada. La primera entrevista que hizo fue a un futbolista chino, pero sobre todo hacía partidos. Como entonces no teníamos móviles los goles los cantaba desde el bar del estadio diez o quince minutos después. Yo le pedía que le pusiera intensidad y los retransmitía a voz en grito», recuerda Manuel Segura, su primer jefe en Ràdio Barcelona, cuando Évole era «un pipiolo de 22 ó 23 años» sin más experiencia que cortar «algún jamón dulce» en la charcutería con su madre y con su tía, y hacer de ayudante de cámara en bodas, bautizos y comuniones.
De la radio, a la televisión local de Viladecans, de caza noticias y presentador de informativos a ratos. «Fue un chaval llovido del cielo, ya se le veía que llegaría lejos porque era brillante, pero le faltaba una seguridad en sí mismo que ahora sí le veo», aprecia Ángel García, jefe de prensa del Ayuntamiento barcelonés de Viladecans.
Hoy está tan sobrado de eso que se ha puesto incluso a enredar a ver si el Príncipe Felipe le concede una entrevista. «Le vendría bien una charla a tumba abierta, donde se le preguntasen cosas incómodas y pudiera mostrarse como es. Merece una oportunidad ya, sobre todo viendo cómo está el padre. Se lo merecen los dos. Uno para que descanse y pueda hacer sus cositas sin tantos focos y el otro porque se debe morir de ganas».
- ¿Nos hace falta la Monarquía?
- No necesariamente, yo tengo alma republicana. Pero hay críticos con la Monarquía con los que yo también estoy en las antípodas.
Se "enfrentaría" al Príncipe, pero se niega a hacerle una entrevista a Andreu Buenafuente, su padre televisivo: «Huyo de entrevistar a amigos. Y también me cuesta con gente a la que admiro. Una vez hice una entrevista pésima a Joaquín Sabina porque él y Calamaro son los artistas a los que más he escuchado». Y rescata una frase del cantautor de Úbeda: "No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió...". No será su caso, Évole ya sabe lo que es estar arriba.
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