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Miércoles, 11 de mayo 2011, 18:21
El cuidado intensivo de los nietos puede causar estrés, incluso depresión en los abuelos que no disponen de tiempo propio para practicar unas aficiones que habían pensado que cultivarían, por fin, tras la jubilación. Por eso se les llama abuelos canguro, esclavos o quemados. La crisis ha empeorado su situación. El sueldo no da para pagar a cuidadoras y comedores escolares. El Teléfono de la Esperanza recibe cada vez más llamadas de abuelos que quieren desahogarse y pedir consejo porque no pueden soportar el peso de tanta responsabilidad. Pero también es cierto que a muchos otros cuidar de los críos les proporciona una satisfacción que les llena la vida. Es lo que ha experimentado Sisino Merino, un abuelo vallisoletano de cinco nietos y ayudante voluntario del Teléfono de la Esperanza, que piensa que la cosa no es para tanto. «Hay abuelos sacrificados que hacen reproches, otros están muy contentos por ejercer de tal. Yo he ayudado a mis hijos con los niños y no me he sentido mártir ni explotado. Al contario, he disfrutado de ellos». Merino piensa que la vida de algunas abuelas sería muy triste si no tuvieran que cuidar de los nietos y seguir así sintiéndose útiles. «¿Qué sería de ellas si la madre decidiera llevar a su hijo a la guardería?», se pregunta.
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