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LUIS GÓMEZ
Domingo, 8 de mayo 2011, 15:42
Haibin Ying y Mao Xi Lou no son dos chinos más de los 10.000 afincados en Vizcaya. Uno es dueño del bazar de productos asiáticos más grande de Euskadi. Otro explota la cadena de restaurantes más importante de Bilbao. Trabajadores a destajo, emprendedores, dispuestos a asumir riesgos y a expandirse si su olfato empresarial lo aconseja... Representan el triunfo en los negocios de una comunidad que arrancó, desde la modestia, con las tiendas de todo a cien y los restaurantes decorados con dragones y farolillos, y prosigue ahora su espectacular expansión con bares, tiendas de ropa y alimentación o joyerías, entre otras actividades, que les han permitido crear pequeños imperios.
El Corte Chino de Artea saluda a los clientes con un Ongi Etorri/Bienvenido.El mayor bazar oriental del País Vasco es una gigantesca nave de 1.200 metros cuadrados con una oferta de lo más variopinta. Haibin Ying es, junto a otros dos socios, el dueño de este pabellón de Leioa y, no cabe duda, también un gran vendedor. «Aquí hay de todo», anuncia. Y se pone a enumerar: «Este es el mundo de los regalos, muñecas, perfumería, bisutería, jardinería, artículos de limpieza, accesorios de cocina...». Pese a llevar cerca de veinte años en España, no puede ocultar su procedencia. Lo delata su rostro y, sobre todo, esa dificultad para pronunciar correctamente las erres. Acaban convertidas casi siempre en eles. Así que una empleada suya le echa una mano en las labores de traducción para aclarar que los dos restaurantes que abrió en Vitoria antes de desembarcar en Bilbao, y que aún explota, no eran unos líos, sino unos ríos de oro.
Ying sonríe con sus deslices léxicos, mientras observa cómo varios matrimonios con niños pequeños tiran de langostinos en el bufé del restaurante emplazado en el piso superior de la tienda. «Los chinos empezamos sirviendo pollo con almendras y ahora tiramos con el marisco», anuncia el dueño de El rincón de Artea, un espacioso y luminoso local de 800 metros cuadrados rematado de cristaleras en el que la gente come rápido. Este empresario de Zhe Jiang-Chn asegura que abona una renta mensual para echarse a temblar. Treinta compatriotas suyos trabajan para él. «El negocio no va tan bien como antes. Notamos la crisis y decidimos aprovechar mejor el espacio porque era muy grande para dedicarlo sólo a bazar», explica. Pese a las dificultades para comunicarse, Ying es un lince para los negocios.
Igual que Mao Xi Lou, que a sus 43 años se ha convertido en el gran chef de Bilbao. De lunes a viernes sirve en torno a seiscientos menús en los cinco restaurantes que tiene repartidos en las zonas más céntricas y caras de la ciudad. Comenzó fregando platos y cacerolas en Holanda, después trabajó de camarero en Milán y con los ahorros que hizo en cuatro años montó un establecimiento con su antiguo jefe, Pedro Lee, un histórico de la comunidad oriental en Vizcaya. «Los chinos trabajamos mucho y ahorramos más. Si no se lucha, no hay futuro. Y también hay que arriesgarse. Yo me paso todo el día aquí. No tengo vacaciones ni fiestas. Nunca salgo a tomar una copa ni voy de restaurantes».
Sushi y sashimi
Muchos bilbaínos descubrieron en su Budha Bar el sushi y el sashimi. El local funcionó como un tiro y desde entonces su cadena de restaurantes parece la familia feliz. No deja de crecer. Aunque las cuentas de sus negocios han acusado bastante el impacto de la crisis, los llenos se repiten con mucha frecuencia en el Asia Chic, Old Shanghai, Asia di Roma y Mao, el favorito de los «pijos», según su opinión. «La verdad es que he tenido mucha suerte», reconoce.
La influencia de la comunidad china en el tejido comercial vizcaíno es cada vez mayor. Un grupo de empresarios orientales también tiene atado el alquiler de los cines Renoir, el inmueble más cotizado de Deusto. Tras permanecer cerrado casi un año y sondearlo inicialmente una multinacional francesa, el edificio, de 1.600 metros cuadrados, acogerá un gran centro comercial que comenzará a funcionar a finales de año. La familia Vinuesa, propietaria también del antiguo Astoria de la plaza Campuzano, ya ha dado el visto bueno a la operación. Será en régimen de arrendamiento, aunque los empresarios presentaron una oferta de compra que fue rechazada.
La operación subraya la pujanza económica, pero «también el riesgo», argumenta Xiao Rong-Zhu, presidente de la Asociación de Chinos de Euskadi, de una colonia que, en cuestión de negocios, se ha dejado de faroles y farolillos.Ya no viven exclusivamente del rollo de primavera ni se parecen al dueño del primer restaurante oriental que irrumpió en Bilbao. Todo el mundo conocía a su propietario como el chino de Elcano, un entrañable personaje que solía regalar a las mujeres bragas o abanicos y a los hombres un par de calcetines.
Haibin Ying ha ido mucho más lejos. Aterrizó en 1992 en Barcelona. Llegó solo y convivió junto a unos tíos. Se ganó la vida vendiendo en un supermercado familiar. Cuatro años después hizo las maletas y recaló en Vitoria, donde tuvo a su segundo hijo, Marco. Casi todos los chinos nacidos en España tienen doble nombre. Uno chino y otro, generalmente, castellano. Sin embargo, a su primer retoño le llaman Steven. Como tantos otros ciudadanos, cuenta que montó su primer negocio con la fórmula que mejor manejan los chinos emprendededores: «El asociacionismo». En lugar de pedir un crédito al banco, unos amigos le prestaron el dinero. «Así somos nosotros. Quien tiene un duro ayuda a los demás. Ya sea a un amigo o a un familiar. ¿Y por qué nos van bien las cosas? Porque trabajamos mucho», afirma Ying, que puso en marcha el Wok Oriente, en el tramo más exclusivo de la Gran Vía, junto a Louis Vuitton.
También MaoXi Lou comenzó a construir su impresionante cadena de restaurantes sin fiar todo su futuro a los bancos. «Con todos los restaurantes en los que me he metido, debo más dinero a la BBKque todos los chinos juntos de Vizcaya. Necesitaré entre 20 y 30 años para pagar todas las deudas». Más de 10.000 compatriotas suyos residen, según las últimas estadísticas, en Vizcaya. Mao siempre está sonriente. Lo estaba cuando llegó hace 22 años a Europa, porque no encontraba mucha libertad en su país, y más cuando Pedro Lee le dejó algo de dinero. Con los «ocho millones de las antiguas pesetas» que tenía ahorradas empezó a montar una suculenta oferta gastronómica;unas veces en solitario y otras junto a socios, algunos de ellos españoles. «Me apoyan mucho porque confían en mí».
«Con precios razonables»
Mao justifica el éxito con una triple receta: «Nos asentamos en zonas buenas y ofertamos calidad, pero a precios razonables». Así ha montado una tupida red empresarial que da trabajo a más de 80 personas, todas de su país. Pero detrás de la fachada de triunfador, se esconde un «trabajo muy duro». El padre de Jia Xian Lou y Jia Tin Lou compartió piso durante muchos años con otras nueve personas. Incluso después de casarse. Hoy se siente un afortunado. Pero no todos han corrido su suerte. «Tengo muchos amigos que han perdido todo lo que han invertido después de pasarse hasta nueve años ahorrando lo que ganaron, porque nosotros gastamos muy poco.Pero el 80% de los que se la juegan, caen», admite.
Con la competencia cada vez más feroz, Mao parece haber encontrado la clave del éxito en la propia esencia de una ciudad como Bilbao, que ha basado su transformación en la modernidad.De ahí que cada año viaje a París,Shanghai y Pekín para proyectar en la capital vizcaína las tendencias culinarias y estéticas más en boga. El Old Shanghai se ha convertido en un fenómeno social. Hay sábados que llega a atender a 600 comensales. «Pero no se mueve tanto dinero como parece», advierte Mao, que se ríe de las «leyendas urbanas» que relacionan la proliferación de negocios orientales en Bilbao con prácticas ilegales. «Todas las mercancías que utilizamos proceden de China», corrobora Xiao Rong-Zhu. La comunidad china se las apaña para repartirse también entre sus miembros todos los trabajos.«Ya sean de albañilería, como de cualquier otro gremio.Así todo nos sale más barato».
Pero Vizcay se les empieza a quedar pequeña a algunos empresarios chinos y en lugar de expandir sus negocios en el País Vasco han puesto el punto de mira en su país.Mao, por ejemplo, trabaja ya en la puesta en marcha de una empresa promovida junto a «varios socios de Euskadi» dedicada a la exportación de «buenos productos españoles», como jamón, aceite de oliva y vino. También estudia la apertura de un restaurante «español-vasco» en Shanghai o Pekín.
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