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LORENA GIL
Viernes, 15 de abril 2011, 18:55
El 14 de julio de 1986 el comando Madrid de ETA, del que formaba parte Antonio Troitiño, perpetró uno de los atentados más graves de su historia. Eran apenas las ocho de la mañana cuando un convoy de vehículos de la Guardia Civil, formado por un autobús, un microbús y un todoterreno, salió del cuartel de la Escuela de Tráfico de la Calle Príncipe de Vergara con dirección a Venta de la Rubia, en las afueras de la ciudad, donde los agentes iban a realizar prácticas de motocicleta. Al paso del convoy por la plaza de la República Dominicana, la banda hizo estallar una furgoneta bomba que acabó con la vida de doce guardias civiles y causó heridas a 78 personas. Santiago Busqué tenía entonces 19 años y apenas llevaba cuatro meses en la calle como agente de la Benemérita. Sobrevivió al atentado, pero las secuelas, tanto físicas como psicológicas, le han «marcado» para siempre. El dolor dejó ayer paso a la «rabia» que supuso para él conocer la puesta en libertad de Troitiño tras cumplir 24 años de condena por 22 asesinatos. Entre ellos, los de sus doce compañeros.
«Siento indignación», repetía. Busqué, que iba en el autobús que formaba parte del convoy, no daba crédito a la noticia. «Iñaki De Juana Chaos otro de los etarras que participó en el atentado salió de la cárcel el día de mi cumpleaños, y ahora esto. ¿Qué va a ser lo siguiente?», expresaba. Troitiño abandonó el miércoles el centro penitenciario de Huelva gracias a una resolución del Tribunal Constitucional que inhabilita la doctrina Parot y acorta su condena seis años. «Siento miedo solo de pensar que puedo cruzármelo por la calle, porque el que tiene miedo soy yo, no él», expresa. El atentado dejó importantes secuelas a este antiguo guardia civil: «Cien puntos por todo el cuerpo, los tímpanos reventados, un 40% de invalidez y graves secuelas psicológicas», enumera.
Santiago es consciente de que los terroristas, como el resto de presos, han de volver a la calle tras su paso por la cárcel, «pero no antes de tiempo», sostiene. Así, defiende el cumplimiento íntegro de las penas, «de las que aparecen en las sentencias». Troitiño estaba condenado a cerca de 3.000 años de prisión. «No es que haya que instaurar la cadena perpetua, pero tampoco que tengamos que sufrir casos como éste y que los que salgan beneficiados sean los terroristas», matiza. Su tono de voz denota la «impotencia» que asegura sentir. «En este país sale barato matar», apostilla. Troitiño ha cumplido «solo algo más de un año» por cada asesinato.
La decisión de la Fiscalía de recurrir la excarcelación de uno de los autores del atentado de la plaza de la República Dominicana no acaba de convencerle. Considera que llega tarde. «Ellos sabían que iba a salir en libertad y no hicieron nada. Debían haber dado ese paso antes de que estuviera en la calle porque luego pasa lo mismo que ocurrió con De Juana», expresó. Este último se encuentra en la actualidad en paradero desconocido. Santiago no solo duda de que el recurso del Ministerio Fiscal «prospere», sino que afirma que se trata «más bien de un lavado de imagen». «Al final, el Constitucional vendrá a decir lo mismo y punto», admite.
Compañeros de mili
La Audiencia Nacional condenó en 1989 a De Juana, Troitiño, Esteban Esteban Nieto e Inés del Río Prada por el brutal atentado. Los dos primeros fueron considerados autores materiales. «Cuando ETA hace sus acciones pretende causar el mayor número de bajas posibles; estamos en guerra», declaró Esteban Nieto durante el juicio. Santiago prefiere no mirar atrás, «eso es muy duro, hay que vivirlo», se sincera. El comando cargó en el interior de la furgoneta bomba cinco ollas a presión que contenían un total de treinta y cinco kilogramos de dinamita goma 2 y varios kilos de metralla compuesta por tornillos, tuercas, varillas metálicas y eslabones de cadenas de acero. Material suficiente para perpetrar una masacre, como la de aquella mañana. Busqué se enteró de lo ocurrido ya por la tarde, en el hospital. «Cuando vi las imágenes del autobús sin techo lo supe», describe. Aunque nunca se imaginó la magnitud de la acción terrorista.
Los vehículos del Instituto Armado estaban ocupados por setenta y tres guardias civiles de la agrupación de tráfico, con edades comprendidas entre los 19 y los 25 años. «Unos chavales, a los que atacaron por llevar un uniforme concreto», apunta. La explosión provocó la muerte en el acto de cuatro agentes, pero como consecuencia de las heridas, en las horas y días posteriores, fallecieron otros ocho. «La mayoría habíamos hecho el servicio militar juntos en la Guardia Civil, pasábamos muchas horas juntos. Gran parte de los que murieron eran del mismo grupo que el mío», recuerda. Casi 22 años después, en 2008, se inauguró un monumento en la plaza de la República Dominicana un monumento en memoria de las víctimas del atentado. La escultura fue sufragada íntegramente por donaciones de ciudadanos anónimos.
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