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MIGUEL A. ROJO
Sábado, 30 de mayo 2009, 04:37
Demetrio Navaridas (Cárdenas, 1954) es un heterogéneo artista que espacia sus exposiciones acaso más de lo deseado por su atiborrado club de incondicionales de toda condición, en el que abundan sus decenas de alumnos, a los que ha transmitido su espíritu de búsqueda permanente. De manera que, cuando convoca, hay revuelo, expectación y misterio, porque siempre orilla lo previsible. Ayer ejerció de anfitrión de su última producción 'Ice Oil', que exhibe en la Sala de Amós Salvador hasta el 5 de julio.
Del polifacético artista ha dicho el poeta y crítico de artes plásticas José María Parreño que es «la contemporaneidad estricta, y que desde la perspectiva artística se refleja en ella. Hay un aspecto realista y otro abstracto». El nudo gordiano de la muestra parece partir de una ensoñación, o de una pesadilla, según pareceres: cómo podrían verse las grandes ciudades si sufrieran la amenaza de la glaciación. Todas esas urbes sin rostro humano, igualadas estéticamente. Cómo la naturaleza puede ser bella aún cuando haya sido semidestruida.
Ha trabajado en obra de gran formato. Alguna de sus creaciones, en concreto la de la ciudad de Logroño, por sus mastodónticas hechuras se trabajó en la propia Sala de Exposiciones. Ese espacio diáfano engrandece a la muestra y al espacio en el que ésta se ubica. Visitarla supone acercarse a un mundo onírico, personal, que no admite imitación ni sucedáneo.
Navaridas recopiló durante años fotografías de refinerías de petróleo, de pozos. Fue en sus años de estancia madrileña, en los que, además de cursar Bellas Artes, profundizó en las artes gráficas: grabado, serigrafía, litografía, de ahí que construya y reconstruya con su propia marca de autor, su copyrigh.
«En mi obra siempre he perseguido retorcer la abstracción para llevarla a la realidad absoluta», reivindica.
Trabajó en una empresa de catálogos industriales y guarda miles de fotografías que no ha visto casi nadie, por no decir nadie. Tal vez, alguna vez sean expuestas, como hizo hace muchísimos años en una galería logroñesa.
Sepa el lector que Navaridas trabaja con herramientas y pinceles que fabrica él mismo de forma artesanal. Le gusta jugar y experimentar. Cuando habló con el crítico Parrero para el prólogo y le mandó por internet muestras, aquél le dijo: «Me estás liando, no sé si son fotografías o pinturas».
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