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MARÍA JOSÉ CARRERO
Martes, 30 de diciembre 2008, 09:31
Una obra de arte puede permanecer años oculta, desechada en un desván o enterrada bajo un muro hasta que, por casualidad, alguien un buen día se la encuentra, da parte, se comprueba su valor y el taller de restauraciones la recupera para el presente y el futuro. Suena a fábula, pero no lo es. Como prueba, dos ejemplos: la imagen de San Pablo, de la iglesia de San Miguel de Vitoria y la Andra-Mari del pueblo ayalés de Aguíñiga.
Estas dos esculturas, que yacían en el olvido, han recuperado su lustre gracias al buen hacer de las especialistas -casi todas son mujeres- del servicio foral de Restauraciones o de las empresas que la Diputación subcontrata porque su taller no da abasto. De la escultura de San Pablo no se tenía noticia pero estaba ahí, escondida en un armario, debajo del fuelle del órgano de la iglesia que preside la principal plaza de Vitoria. «Le falta la espada y el mechón de pelo que le caía sobre la frente, pero el resto está muy bien. Es una imagen muy manierista. Ha sido un gran hallazgo», dice Cristina Aransay. Como prueba de que es así, la jefa del servicio foral de Restauraciones da la vuelta al santo para mostrar que la imagen sonrosada es, en realidad, un tronco de árbol que talló un artista anónimo un buen día del siglo XVIII. «Nunca se ha expuesto, así que ahora irá al museo de Arte Sacro porque se trata de una pieza descontextualizada».
Al delegado de la Diócesis para el Patrimonio, el sacerdote Zoilo Calleja, le pasa algo parecido. Tiene predilección por esas imágenes inéditas. En su caso, la preferida es la Andra-Mari enterrada de Aguíñiga. «Su hallazgo ha entusiasmado al pueblo. La gente está encantada. Y esto es importante», comenta Calleja.
Estas dos imágenes forman parte del conjunto de las dieciocho 'joyas' del patrimonio alavés que la Diputación y el Obispado han recuperado a lo largo de este año. Para ello han invertido 212.700 euros, de los cuales la diócesis ha puesto 60.000. Los males que les afectan a todas ellas son muy similares. El paso del tiempo hace estragos, pero no menos que las condiciones de humedad en que han permanecido. Es por ello que la gran mayoría de las piezas presenta colonias de hongos y ataques de xilófagos. Entre las esculturas, destacan cinco imágenes de la iglesia de Ladrera (Treviño). De las dos que representan a Santa Marina, una de ellas es una talla de corte renacentista que encandila a los especialistas por el «movimiento» de sus ropajes.
Retablo de Tuesta
A Zoilo Calleja le entusiasma un Cristo del desaparecido convento de las Brígidas. La restauración de este Crucificado la ha realizado el taller Croma. «La primera vez que lo vi, me dio como miedo...Tiene una fortaleza impresionante», dice el delegado de la Diócesis. La espectacular talla, cuya restauración está a punto de concluir, tendrá uso. Se utilizará para el culto en la catedral nueva, donde presidirá el presbiterio.
En el apartado de retablos, 2008 ha dado bastante de sí. Y es que se ha puesto fin a las labores de recuperación del político de Arrieta, propiedad de la Diputación, pero que se exhibe en el museo Diocesano. Además, se ha desmontado el retablo de San Blas de Hueto Abajo, expuesto también en el mismo lugar desde 2003, para devolverlo a su iglesia. Por último, se ha llevado a cabo la primera fase de la restauración del conjunto que preside el altar mayor de Tuesta. «Se ha desmontado y se ha empezado a estudiar», comenta Cristina Aransay. «Tiene una policromía barroca muy importante», apunta Belén Crespo, de la empresa Petra, contratada para llevar a cabo este trabajo.
Desde un andamio, Beatriz Beasain y Lara Shamshuri se afanan en sacarle los colores al 'Martirio del beato Tomás de Zumárraga', un lienzo de 245 por 204 centímetros del todo curioso por los exóticos personajes que aparecen junto a los religiosos torturados. La pintura barroca pertenece al convento de las dominicas de Santa Cruz y a él volverá en cuanto esté terminado.
Completan el listado de restauraciones, ocho figuras del Belén napolitano -tiene 56- de la catedral nueva. m.j.carrero@diario-elcorreo.com
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