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FERMÍN APEZTEGUIA
Viernes, 12 de diciembre 2008, 03:44
La salud entiende perfectamente de sexos. Hombres y mujeres no son igual de vulnerables ante las enfermedades, ni toleran igual los fármacos, ni siquiera tienen la misma esperanza de vida. La epilepsia, una enfermedad neurológica tan extendida como oculta, es un buen ejemplo de ello. Afecta por igual a la población masculina que a la femenina. La padece, según se calcula, un 1% de las personas y, al menos, un 5% tiene que enfrentarse a una crisis a lo largo de su vida. Pero en las mujeres, este problema de salud tiene rasgos diferenciales, matices grandes y pequeños que las obligan a cuidarse más para evitar crisis convulsivas y no correr riesgos innecesarios.
La aparición de la regla marca la primera diferencia entre hombres y mujeres epilépticos, según explica Maribel Forcadas, responsable de la Unidad de Epilepsia del hospital de Cruces, que es el centro de referencia para la atención de la enfermedad en el País Vasco, Navarra, Cantabria, Asturias, La Rioja y parte de Castilla-León. La especialista hablará hoy sobre 'Epilepsia en la mujer' en la apertura de las jornadas anuales de Vitoria sobre la enfermedad.
Los cambios hormonales que se producen durante la menstruación propician la aparición de crisis convulsivas. Hay dos hormonas, los estrógenos y la progesterona, que regulan el ciclo y que curiosamente tienen un doble efecto frente a la patología. La progesterona protege contra las crisis, mientras que los estrógenos, al revés, las favorece. En el momento previo al sangrado se produce en la mujer una bajada natural de las sustancias protectoras, lo que le deja a la paciente expuesta a un posible ataque.
Entre un 14% y un 30% de las mujeres epilépticas sufre este tipo de episodios, ligados generalmente a un tipo de epilepsia llamada precisamente catamenial. Un ajuste de la medicación o la toma de un tipo de fármacos ansiolíticos permite controlarla.
Las relaciones sexuales también se deben vigilar. Algunos anticonceptivos orales se metabolizan a través de la misma proteína que determinados antiepilépticos, lo que las expone a embarazos no deseados, porque se reduce la eficacia del fármaco contraceptivo. El uso de pastillas con un alto nivel de estrógenos sintéticos, que a diferencia de los naturales no favorecen las crisis, neutraliza la situación.
El deseo de ser madre
El embarazo es uno de los momentos que requiere mayor control. El riesgo de malformaciones congénitas a causa de la medicación es ligeramente más alto entre las afectadas. Si en la población general oscila entre el 2% y el 4%, en la mujer epiléptica alcanza el 5%. Algunos fármacos pueden favorecer la aparición de labio leporino, defectos en el tabique cardiaco del bebé y, lo más grave, espina bífida. «La gestación debe planificarse con tiempo para evitar, en la medida de lo posible, cualquier problema», detalla la experta.
No siempre se consigue, pero el éxito tampoco está garantizado en el resto de embarazos. «La mayoría llega a buen término: el 95%, frente al 96% del resto de la población. La diferencia es mínima, un 1%. Creo que el deseo de ser madre debería pesar más ante una estadística así», valora Forcadas.
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