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Domingo, 17 de febrero 2008, 03:29
Cuándo decide un ciudadano? Llevamos tanto tiempo sufriendo los efectos de la gota malaya a la que nos viene sometiendo desde sus primeros pasos el gobierno tripartito de Ibarretxe que la pregunta no es banal. Por tierra, mar y aire, desde Stanford, Madrid o Vitoria, cualquier referencia a la decisión de la ciudadanía vasca se ha visto reducida a sus dimensiones colectiva y constituyente.
Con contradicciones en absoluto menores, como la que se desprende de contrastar una de las afirmaciones centrales del presidente del PNV ante el Forum Nueva Economía de Madrid -«somos nacionalistas, no autodeterministas»- con la línea argumental del lehendakari en su charla en la Universidad de Stanford, centrada en reivindicar la aplicación del derecho de autodeterminación como única solución al conflicto vasco.
Pero tal vez sólo sean contradicciones formales, de interés sólo para quienes se empeñan en hacer análisis escrupulosos de los discursos y las ideas de nuestros dirigentes convencidos, ¿qué ingenuidad!, de que es posible y sobre todo necesario introducir elementos de rigor teórico y racionalidad práctica que contribuyan a secularizar la política vasca. El nacionalismo se toma con bastante menos seriedad esta tarea de racionalización, ya que se encuentra especialmente cómodo en el espacio de una política trascendentalizada y sacra.
Y a su cerdo, poco escrupuloso en lo que a matices se refiere, le alimenta igualmente el discurso de Madrid que el de Stanford. No como otros, que parece que tenemos lechones clonados como esos de los que hoy nos hablan en XL Semanal.
En todo caso, decíamos que en el discurso nacionalista cualquier referencia a la decisión de vascas y vascos se ha visto reducida a sus dimensiones colectiva y constituyente. Según esto, el derecho a decidir es presentado como un acto de naturaleza única, extraordinario, ejercido colectivamente y centrado en la definición de un nuevo sujeto político que impulse una también nueva institucionalización del autogobierno. Como si de una encarnación colectiva del Ave Fénix se tratara, la concepción nacionalista del derecho a decidir confía en que de la reducción a cenizas del Estatuto surgirá un nuevo sujeto colectivo vasco soberano y para ello, al igual que hacía el ave mitológica, ha puesto un único huevo que es el plan Ibarretxe.
Ahora bien, ¿es esa decisión en 'status nascendi' la única a la que aspira esta sociedad? ¿Es incluso la que más nos interesa? Las ciudadanas y los ciudadanos queremos decidir muchas cosas, ya lo creo que sí. Queremos unirnos libremente a aquella persona a la que amamos. Queremos poder separarnos del varón que nos humilla y nos maltrata sin perder la libertad o la vida en el intento. Queremos formar un hogar independiente. Queremos ganarnos la vida decentemente aunque éste no sea nuestro país de origen, sin sufrir humillaciones ni estigmatizaciones...
El próximo 9 de marzo estamos convocados, que nadie lo dude, a ejercer nuestro derecho a decidir. Ése que tan poco importa al nacionalismo pero que tan importante es para cada persona.
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