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ITSASO ÁLVAREZ
Lunes, 10 de septiembre 2007, 09:43
'Carric, carrac, carric, carrac'. Era el 'ruido que hacía un carro cargado de rocas que iba por la carretera. Carric, carrac, carric, carrac'. Si le ha resultado complicado leer este trabalenguas o, más bien, si las múltiples erres que contiene se le han trabado en cadena, conviene corregirlo. A lo mejor es que no coloca la lengua donde hay que ponerla al pronunciar, y además, no sopla como debería hacerlo; la 'r' se consigue haciendo vibrar la punta de la lengua contra el paladar. 'Grrrrr...'.
Eso que para los chinos resulta tan difícil, pero por una razón: porque en su fonética no existe esta letra y no han necesitado entrenarse para ello. El sonido más parecido a la erre en su lengua es la ele. Hace años, la compañía nipona de automóviles Toyota tuvo que cambiar el nombre de uno de sus modelos de coche en China porque la transliteración a su idioma no gustaba. El nombre original -'Toyota Prado'- se tradujo como 'Pa Dao'. Sonaba parecido, pero en chino mandarín eso significa 'matón'. Como para llevarlo escrito en la frente mientras se está al volante...
En cambio, sí es error no decir la erre entre los castellanohablantes. Entra dentro de lo que los especialistas en lenguaje denominan dislalias. La de la erre es la más habitual junto con la que sucede con la 'z' y la 'd'. Sobre todo, la padecen los niños muy pequeños, aunque también se da en algunos adultos, como es el caso del político catalán Xavier Trias, que a estas alturas ya se toma a broma su dificultad para pronunciar la erre, y hasta lo suele convertir en sus mitines en un 'gag' con el que granjearse las simpatías del auditorio por cuántas veces sustituye, omite, invierte o distorsiona la dichosa 'r'. «Algunos ya me imitan por cómo pronuncio las erres...», reconoce.
Cinco años de edad
«Es una de las últimas consonantes que aprendemos a pronunciar y por eso es tan común que el niño tarde en decirla», explica la psicóloga y logopeda Carmen López, coordinadora del Instituto Superior de Estudios Psicológicos de Euskadi (ISEP). Por lo general, este defecto del habla se corregirá por sí solo; suele desaparecer cuando el pequeño adquiere una capacidad auditiva motriz más precisa. Pero, si alcanzada la edad de cinco años -el fonema erre debe adquirirse sobre los tres- y el pequeño no lo ha incluido en su lenguaje puede resultar muy gracioso, pero es un problema que puede afectarle en el futuro. Generarle baja autoestima, por ejemplo, porque los compañeros de clase se mofen; predisposición a evitar palabras que contengan erre y, por tanto, no va a manejar todo el vocabulario del que dispone; tartamudez...
Hora, pues, de recurrir a un especialista del lenguaje. «Si dice 'd' en vez de 'r' ('tado' en lugar de 'tarro'), no capta que lo más importante de ese sonido es la vibración. Y si dice 'tago', sí percibe que hay una vibración, pero la hace en un lugar inadecuado de la boca». Conviene que se aprenda antes de que el niño empiece a leer en el colegio, «porque si no es capaz de articular la erre, tampoco la reconocerá como letra escrita, con lo que añadirá un problema a la ya novedosa comprensión de la lectura». Además, al escribir, tenderá a autodictarse de forma errónea.
Advierte la especialista Carmen López de que el rotacismo -así se llama la dislalia para el caso de la 'r'- no se debe en absoluto a ningún problema de retraso congénito, y que sólo tiene como base el punto de articulación... Debido a varias causas. El uso de chupete, por ejemplo, puede estar en el origen de este retraso de aprendizaje, pues acostumbra al pequeño a no sacar la lengua. También si hay un problema de oído -entonces conviene el trabajo conjunto con un otorrino- o si el frenillo -esa especie de hilo que recorre la lengua- es muy corto puede haber dislalia. «Porque el frenillo no deja que la lengua salga en toda su longitud y tira de ella, como si se tratara de las riendas de una cabalgadura».
«Se aprecia mejor cuando los niños sacan la lengua. Si ésta sale en forma de punta en vez de en forma de corazón, es porque el frenillo es corto». E incluso es importante escuchar hablar a los padres del niño, ya que puede ser que ellos tampoco pronuncien de forma adecuada. En esta faceta del aprendizaje el pequeño se apoya emocionalmente en los padres y ellos van a ser, por tanto, sus modelos de expresión verbal.
Asociar sonidos
Y también se le enseña a soplar. A hacer que la lengua choque con el velo del paladar. A asociar el sonido erre con otro conocido, como por ejemplo imitar el que hace una moto al acelerar, un coche o una metralleta. A conseguir hacer vibrar la lengua, haciendo lo que popularmente se conoce como 'pedorretas' con ésta apoyada sobre labios, por ejemplo, de manera que también vibren los labios. Y se pueden practicar delante del espejo palabras que incluyan la 'rr', o sólo la 'r', para poder ver la forma que adoptan los labios al pasar por el fonema al imitar el 'ris ras que hace la sierra', por ejemplo.
Los logopedas suelen recomendar el uso de cepillos de dientes eléctricos para que los pequeños descubran con ellos el concepto de 'vibración'. «Muchas veces se les dice 'haz fuerza'. Pero para hacer una erre sólo hace falta que la lengua se mueva muy rápido», sostiene Carmen López. En el momento en que el niño deja salir aire por la boca se introduce el cepillo eléctrico. Así percibirá la vibración mecánica. Hay que tener cuidado de no soportar sesiones de ejercicios de más de media hora. Erre que erre, resultarán repetitivos y aburrirán.
i.alvarez@diario-elcorreo.com
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