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JUANMA MALLO
Miércoles, 25 de julio 2007, 04:32
Raimundo Pérez Lezama, uno de los grandes ídolos de la portería del Athletic en su centenaria historia junto a otros mitos como Gregorio Blasco, su sucesor e íntimo amigo Carmelo Cedrún, José Ángel Iribar y Andoni Zubizarreta, falleció el lunes en la localidad alavesa de Laguardia. El corazón rojiblanco de este baracaldés, que revolucionó el concepto que se tenía de la figura de portero gracias a las múltiples nociones que aprendió en Inglaterra durante su exilio como niño de la guerra, dejó de latir a las 22.30 horas del pasado lunes de forma repentina. De hecho, el pasado 12 de julio acudió a votar a Ibaigane para elegir presidente acompañado del mayor de sus hijos, Manu; ese pequeño que se colocaba detrás de la portería de su padre en San Mamés para darle regaliz en esos partidos que sólo tenían una dirección: la contraria a la meta que defendía este precursor.
Con Lezama se pierde una parte importante de la leyenda del Athletic. Pero también se va una figura que modernizó la forma de actuar de los guardametas bajo los palos, tanto de la entidad bilbaína como del resto del país. Hasta su estreno el 27 de septiembre de 1942, con una prodigiosa victoria frente al Betis (5-0), sus antecesores rara vez abandonaban la raya de gol. Eran hombres con magníficos reflejos y una gran intuición. Sin embargo, Lezama, que luce en su palmarés ocho títulos (2 Copas y 6 Ligas) que le convierten en el segundo futbolista del Athletic más laureado sólo por detrás de otro amigo como 'Piru' Gainza, cambió ese panorama clasicista.
Las salidas fuera del área, los saques a botepronto, que eran medio gol, y con la mano, y las jugadas perfiladas con el pie se convirtieron en una constante en 'La Catedral' que observaba, entre atónita y maravillada, estas innovaciones que Lezama traía de su época en el Southampton, club que defendió ante conjuntos de la talla del Arsenal, contra el que debutó, el Fulham y el Manchester United.
En Southampton se formó como cancerbero. También como persona. La Guerra Civil golpeaba España. Raimundo Pérez Lezama, cuyo funeral se celebrará esta tarde en la bilbaína iglesia del Corpus Christi a las 19.30, y su hermano Luis arribaron a ese puerto británico el 23 de mayo de 1937. Eran sólo dos de los 3.889 niños vascos que dejaron atrás las penurias de la cruenta batalla en un buque llamado 'La Habana'. El futuro guardameta del Athletic sólo tenía 14 años. A su llegada, ambos quedaron internados en el orfelinato católico Nazareth House. Y en este centro fue donde 'conoció' el fútbol ya que hasta entonces la pelota a mano ocupaba la mayor parte del tiempo que invertía al deporte en las escuelas municipales de La Felicidad y en los Salesianos.
Una casualidad
Su paso a la portería fue pura cuestión de azar. Una casualidad de ésas que la vida depara de vez en cuando y que provoca que el prodigio y el talento de una persona para una disciplina no quede oculto en un rincón. La cosa es que un comandante de la RAF, Toby Keller, acogió a Lezama como tutor. Keller dividía su tiempo entre el servicio a las Fuerzas Armadas Británicas y su cargo como directivo del Southampton. Con sagacidad, vio que ese chaval vasco al que 'criaba' tenía unas grandes condiciones para fajarse bajos los palos. Por eso convenció a mister Parker, el técnico del primer equipo, que sin apenas pensarlo le hizo un hueco en el 'team' de juveniles.
Sin embargo, estalló otra contienda. La Segunda Guerra Mundial convulsionó Europa. Entonces, otro golpe del destino le sonrió a Lezama. Al contrario de lo que sucedió en España durante la Guerra Civil, en Inglaterra la liga continúa su rumbo. Pero no había jugadores; estaban en el frente. Así surgió la oportunidad para que este portero que siempre lucía un un característico jersey de lana de cuello vuelto se estrenase. La situación en Gran Bretaña, no obstante, se complicó. Con unos recuerdos «muy bonitos», como confesó a EL CORREO en abril de 2006 retornó a España en el 'Monte Banderas'.
Con recuerdos, pero también con las enseñanzas, los consejos y todo el bagaje que le dieron casi dos años a las órdenes de mister Parker. Sin embargo, la idea de seguir jugando al fútbol no convencía a Lezama. De nuevo, otra casualidad. Él mismo lo recordaba: «Un amigo de mi padre sabía que había jugado en Inglaterra y me llevó a hacer una prueba con el Arenas. Probé y me ficharon».
Sólo duró un año. De ahí al Athletic. Primero a la sombra de Echevarría, un ídolo para la afición en los primeros años cuarenta. Lezama tenía difícil jugar e hizo una prueba para el Atlético de Aviación. Rechazado. «El fútbol no es para ti», le dijeron. ¿Quién era aquel técnico, avispado, que desechó a uno de los porteros que iba a marcar una época? Pues nada más y nada menos que Ricardo Zamora, el 'Divino', una de las primeras estrellas del fútbol nacional. Un año después, el baracaldés se 'vengó': «Después de la final de Copa contra el Madrid. Nos vino a felicitar a los vestuarios y le recordé lo que me había dicho. Se quedó callado».
Una grave lesión de Echevarría le concedió la alternativa con apenas 20 años. Llegó la revolución. Un nuevo estilo al fútbol español y títulos a las vitrinas del Athletic. En sus primeras tres campañas, el equipo acumuló una Liga (42-43) y tres Copas (1943, 1944 y 1945). Durante las 16 temporadas que estuvo en el club, los periodos de gloria se repitieron.
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