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Euskadi registra una de las tasas de cáncer de boca más elevadas de Europa y el doble de incidencia que en el resto de España. Unos 480 vascos se enfrentan cada año al diagnóstico de esta enfermedad, que se produce sobre todo por el consumo excesivo de tabaco y alcohol, y también, aunque en menor medida, por la práctica de sexo oral sin protección, debido a la infección por el virus del papiloma humano. La mayoría de las ocasiones ocurre en gays con más de una pareja sexual, pero nadie se libra. Ni los varones, ni las mujeres, sean cuales sean sus preferencias amatorias.
Felaciones y cunnilingus constituyen un riesgo, pero no es el único, ni siquiera el principal (10% de los casos). La enfermedad se debe en casi tres de cada cuatro ocasiones al consumo excesivo de bebidas alcohólicas y al hábito de fumar. El problema no es el vaso diario de vino que acompaña a la comida que, como recuerdan los expertos, puede ser incluso cardiosaludable. El verdadero desafío consiste en evitar el consumo mantenido de alcohol en sociedades como la vasca, donde cualquier fiesta o negocio se celebra con ingestas fuera de lo razonable y entre el humo de puros y cigarrillos.
La mala higiene bucal también favorece la aparición de lesiones que pueden acabar transformadas en un tumor orofaringeo. «Incluso una dieta pobre en frutas y verduras es un factor que predispone», explica el profesor de Odontología de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), Manuel Gómez. «A veces, ocurre que se te rompe una muela. La lengua, que es un músculo, se corta por el roce con la pieza cascada y esa lesión acaba convirtiéndose en un cáncer», detalla el especialista.
La aparición de una mancha roja o de color blanquecino en la cavidad oral debería ser motivo de consulta al dentista o al oncólogo, porque podría tratarse de un tumor naciente. Un bultito, un simple grano, que no desaparece pasados quince días también debería ser causa de preocupación (no de desasosiego);y con más razón si se trata de una llaga, una pequeña úlcera que no cure o la sensación de dolor al tragar que no cesa. «No hay por qué alarmarse», tranquiliza el jefe de Oncología Clínica del hospital de Cruces, Guillermo López-Vivanco. «Muchas veces no tiene por qué ser nada, pero más vale un viaje en balde que dejarlo pasar y tener que afrontar después un problema serio».
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Guillermo López-Vivanco, Jefe de Oncología Cruces
Manuel Gómez, profesor de Odontología
La estadística revela que la mitad de los pacientes diagnosticados fallece en el plazo de cinco años, lo que significa que un control sobre el consumo de alcohol y tabaco reduciría las cifras de manera más que significativa. Más aún si se tiene en cuenta que, como observa López-Vivanco, los afectados cuyo tumor se relaciona con el tipo de actividad sexual tienen, por norma general, mejor pronóstico. Sus posibilidades de supervivencia resultan mucho mayores: de un 85% frente al 52%.
Los especialistas, con todo, están preocupados por el creciente número de casos relacionados con el sexo oral, aunque ésta es una afirmación que requiere matices. La estimulación de los genitales con la boca, los labios y la lengua forma parte de una relación sexual sana y no tiene por qué desencadenar un cáncer. En teoría, cualquier persona podría padecerlo, porque su aparición se relaciona en realidad con la infección por el virus del papiloma humano, causante también de cánceres en el pene y el ano. La mayor parte de los casos se da en hombres con una actividad sexual más intensa, que generalmente tienen prácticas de tipo homosexual y que su sistema de defensas se encuentra más deprimido.
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A diferencia de los cánceres de boca, los relacionados con la actividad sexual brotan más en las zonas de la lengua y la garganta. Su auge de los últimos años ha coincidido con el despertar de las infecciones de transmisión sexual, fundamentalmente sífilis, gonococia, clamidia y en menor medida VIH/sida, todas ellas debidas a la falta de profilaxis, es decir al sexo sin protección.
El cáncer de boca representa, de momento, uno de cada veinte tumores diagnosticados. Los detectados de forma temprana se superan solo con cirugía, aunque con frecuencia se requiere también el uso de radioterapia y quimioterapia. La inmunoterapia, introducida recientemente, se reserva como última alternativa para los casos más rebeldes.
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Dos personas que han sufrido la enfermedad cuentan su historia:
Antonio Yáñez. Bilbao, 61 años
Cuenta Antonio Yáñez que su enfermedad comenzó en un partido de tenis, en Noja, hace trece años. «Me salió un bultito en la garganta y le pregunté a un amigo médico qué le parecía. No le dio importancia, pero no me quedé tranquilo». Los especialistas no lo veían. «Llegaron a sacarme una muela del juicio en perfecto estado, total para nada».
Acertó un otorrino. «Se quedó un momento en silencio y al final me dijo:'Igual hay que llevarse un cacho de lengua'». Era un cáncer, que iba a ser tratado entre el hospital de Cruces y el Donostia, en San Sebastián. Comercial de profesión, Antonio decidió «echarle lo que había que echar» y, antes de someterse a la cirugía, reunió a sus compañeros de trabajo para informarles de lo que había. «Yo lo recibí bien, pero mi mujer no tanto».
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Comenzó su particular batalla. «Tuvieron que darme 52 puntos para coserme la avería», relata, como si se tratara de una herida de guerra. Después llegó 'la quimio', con sesiones de ocho horas de medicación. «Muy duro, pero lo recibí como si se tratara de una enfermedad más. 'Hay que ir a por ello', le dije al doctor López-Vivanco».
Perdió siete kilos y desde entonces su forma de alimentarse ha cambiado. No tiene efectos secundarios, pero se ve incapaz de comer bocadillos. Tampoco puede con la carne. «La quimioterapia me arrasó la dentadura».
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Antonio sabe bien qué le pasó. «Fue el tabaco. Dos puros cubanos al día y unos quince cigarrillos acabaron con mi garganta. El 9 de mayo de aquel 2005 a las doce de la noche, en el parking del hospital Donostia, a escondidas, se fumó sus dos últimos pitillos. Seguidos. Lo tiene claro: «Hay que dejarlo».
Yolanda San Miguel Vitoria, 73 años
No tenía por qué haberle ocurrido. No bebía, fumaba muy poco, «apenas dos cigarrillos al día sin terminarlos», se cuidaba. Un bultito en una encía, «una cosa sin importancia», encendió las luces de alarma. Su dentista no acertó a verlo. Le dio el disgusto un experto en cirugía maxilofacial del hospital de Santiago, en Vitoria. «No me lo podía creer», cuenta Yolanda San Miguel, de 73 años, que lleva ya cuatro desde que terminó el tratamiento. «Era sólo una cosica blanca, que tenía ahí fea, fea, porque era fea; pero no me lo podía creer».
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No habían pasado ni quince días y ya estaba operada. Comenzó entonces lo peor, 38 sesiones de radioterapia de lunes a viernes y no sabe cuántas de quimioterapia los fines de semana. «Fue agotador». Cuando se pensaba libre de la enfermedad, el cáncer regresó. Acabó agotada.
Uno de los aspectos que peor llevan los pacientes de cánceres orofaríngeos es la desfiguración del rostro que, a menudo conlleva la cirugía. A la extirpación del tumor, cuando corresponde y siempre que se puede, sigue una intervención de cirugía reparadora, que no siempre cumple con las expectativas del paciente. De ahí, que el cáncer de boca resulte tan estigmatizante. Yolanda está satisfecha, pero aún así indica al fotógrafo cuál es su perfil bueno. Otras cosas le saben peor.
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Sus glándulas ya prácticamente no producen saliva, su labio inferior se encuentra permanentemente hinchado y siente la boca siempre «escaldada, como si estuviera comiendo guindillas todo el día». Sin hablar es como mejor se encuentra. «¡Con lo parlanchina que he sido yo, ahora me toca estar callada!».
El auge de las infecciones de transmisión sexual y cáncer orofaringeo ha situado en el centro de la diana una de las prácticas sexuales más placenteras, que es el sexo oral. Quizás por ello, los investigadores se han esforzado en demostrar que ni la prevención ni la ciencia están reñidas con el placer. Prueba de ello es la cantidad de trabajos que en los últimos años se han publicado en revistas de alto impacto sobre los beneficios para la salud de la sexualidad bucogenital.
Un trabajo de la Universidad de Nueva York concluye que las mujeres que realizaban felaciones eran, en general, más felices y gozaban de mejor salud. Las que reciben sexo oral, según otro estudio, llegan antes al orgasmo, disfrutan más, gozan de una piel mejor hidratada y se sienten también mucho más felices.
Un artículo del 'New England Research Institute' asegura que una sesión a la semana reduce a la mitad el riesgo de enfermedades del corazón en los varones. El esperma fortalece el sistema inmune y protege frente a la hipertensión. El semen contiene, además, sustancias como la melatonina, que ayudan a dormir mejor;y el flujo vaginal protege contra el cáncer de próstata y mejora la digestión. El problema está en el número de parejas. Cuantas más, más riesgo.
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