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ANE URDANGARIN
Miércoles, 7 de febrero 2018, 10:02
Las chamarras con calefacción incluida ya son una realidad en Euskadi. De hecho, están triunfando estos días de frío en los que estar al calorcito es un deseo muy preciado. Hace una semana las mimosas dieron colorido al mercado de Ordizia, donde se ofrecían tortas ... de San Blas a 1,5 euros y los clientes preguntaban sobre el nuevo queso de oveja, el artículo estrella. Aunque últimamente hay otro que le está haciendo sombra, al menos en los comentarios que está provocando. Y no solo en la localidad goierritarra, también en las ferias de Eskoriatza, Leitza, Markina, Zumarraga, Zornotza o Azpeitia, donde nació y reside su protagonista, José Luis Rey Iturriza. Este comerciante que se dedicó a la fabricación de paraguas actualmente vende ropa, y esta temporada ha apostado por un producto en el que pocos creían pero que está teniendo una acogida que ha superado sus expectativas: las chamarras calefactables.
Sí, ha leído bien. Se trata de unas zamarras que estéticamente parecen plumíferos, aunque no llevan plumas, sino una batería que alimenta un circuito que cubre la zona de la espalda y la nuca, que se calienta cuando el usuario lo decide. Abrigos con calefacción de los que ya se han agotado algunos modelos, y no se espera que el fabricante, asturiano, produzca más antes de que finalice un invierno que estos días está mostrando su lado más crudo.
Cuando el comercial de la casa Joluvi le mostró estas prendas de abrigo, Rey Iturriza pensó enseguida en toda la gente que sube al monte o va a la nieve. «Hay quien pasa frío». Algo que se puede evitar, dice, con esta zamarra que contiene en su interior un circuito de hilo radiante, «como las tarimas con suelo radiente», dice a modo de comparación. «Estéticamente se parecen a plumíferos pero no llevan plumas», añade.
La chamarra funciona con una batería independiente, que se carga en casa conectada a la red o también se pueden recargar, por ejemplo, en el coche o en una moto. «Funciona igual que los teléfonos móviles. Algunos motoristas lo llevan enchufado continuamente a la moto mediante un cable adaptador mientras circulan», explica Rey Iturriza.
La batería se enchufa en el bolsillo del abrigo. Los mandos están a la altura del pecho, y consisten en una especie de interruptor con tres lucecitas. El color rojo significa que se han alcanzado los 52 grados, el azul 48º y, por último, el color blanco 36º. «Se pulsa y empieza a calentar en rojo, pero no dura más de 5 minutos» a esa temperatura tan elevada. Luego baja automáticamente y el usuario lo regula a través de esta suerte de termostato.
Las zamarras calefactables no son una novedad. Una conocida marca norteamericana de ropa deportiva ya había tenido la idea, «pero eran más torpes, la batería muy cara y al limpiarlas se estropeaban, perdían sus propiedades. Estas se pueden limpiar en agua fría y programas cortos y duran más», asegura su vendedor. ¿Cuánto? «Unos 4-5 años pueden durar tranquilamente». La calefacción también ha llegado a los pies. «Unos irlandeses sacaron unas botas, un amigo mío bioquímico que vive allí las trajo. El sistema es el mismo, se está innovando en este aspecto», cuenta.
Una innovación que no convence a todos, ni mucho menos. «Es verdad que muchos desconfían», reconoce el azpeitiarra, que ha oído más de una vez frases como «eso no puede ser» o «no me lo creo». También quienes asocian la prenda de abrigo a la manta eléctrica, «y piensa en esos accidentes que suelen darse. Hay prejuicios, y hay quien teme que dé calambres o algo. Algunos me decían '¿Cómo vas a vender eso? No te arriesgues porque bueno no puede ser'». También ha visto dubitativos a operados del corazón, «o gente con marcapasos, por si pudiera influir... Pero no pasa nada. La gente que lo ha probado está muy a gusto».
Rey Iturriza empezó a venderlas en otoño, modelos tanto de hombre como de mujer, que son más entallados. Estos últimos se han agotado y solo le quedan unidades para ellos en color azul y negro. «Cuando vi que se vendían bien conseguí ampliar el stock» pero cuando llamó para obtener más zamarras de mujer le dijeron que ya no quedan y cree que ya no habrá más esta temporada de invierno.
Las vende a 81 euros, y la batería hay que comprarla en tiendas de electrónica o telefonía móvil. «Las de 20 euros, por ejemplo, tienen suficiente capacidad y te pueden durar dos o tres días, en función del uso que le des». Así que el pack completo viene a rondar unos 100 euros.
Un precio que ya han pagado algunos de sus clientes, entre los que la casuística es enorme pero predominan quienes trabajan en la calle, «o en talleres de laminación, por ejemplo, en plena corriente». También se han acercado hasta su puesto familiares para hacerse con un abrigo «para la abuela que pasa frío». Y, por supuesto, muchos curiosos.
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