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Ainhoa De las Heras
Sábado, 19 de agosto 2017, 02:43
«Me tenían que haber enterrado hace 35 años. Estoy vivo gracias a que he nacido en esta época y la diálisis ha avanzado mucho, pero sobre todo por la generosidad de dos familias que en un momento de dolor decidieron donar un órgano. Mientras la mía celebraba mi vuelta a la vida, otras lloraban por la pérdida de un ser querido. Ahora, me siento obligado a devolver lo que he recibido». Mateo Lafragua, doble trasplantado renal, cuenta su historia de superación mientras encabeza una cruzada contra la generalización de los resaltos, más conocidos como badenes, en la red viaria vasca. Y por una razón muy concreta.
«Para un trasplantado, alguien con una rotura de tibia, un politraumatizado... cada paso por un resalto es un suplicio. Yo, cada vez que iba al hospital de Cruces, en un tramo de siete kilómetros en Gordexola había 19», denuncia. «No todo vale por la seguridad vial. Si fuera así, para frenar la velocidad de los vehículos tendrían que poner badenes de 40 centímetros, pero eso sería jugar con la salud de los trabajadores de emergencias y de los pacientes».
Lafragua ha elaborado un estudio que ya presentó en el Parlamento vasco en febrero de 2016 y se aprobó por unanimidad de los grupos políticos con el compromiso de analizar todos los badenes existentes en el País Vasco. También acudió a las Juntas Generales de Álava, que tras escucharle decidieron no instalar nuevos resaltos hasta contar con una resolución clara y suspender las subvenciones para su colocación. Y por último, hace apenas dos meses, estuvo en las Juntas Generales de Bizkaia. Ahora espera su respuesta.
Mateo Lafragua, natural de Artziniega (Álava), de 62 años, sufre problemas renales desde los 23 años y ha superado dos trasplantes, el último de ellos, de alto riesgo, hace once años. «El otro me duró ocho años gracias a la medicación porque lo rechacé desde el principio, me provocó una peritonitis y muchas otras secuelas», detalla. «En una ocasión, me desestabilicé al pasar por uno de estos elementos, la ambulancia tuvo que parar para recuperarme porque me iba», explica. Además, «he tenido que ir a diálisis durante años, tres días por semana. Te llevan en una ambulancia de transporte sanitario, no de emergencias. Sales fatal y hay riesgo de sangrado por la punción».
Después de muchas charlas con los profesionales de emergencias, sobre todo conductores y enfermeros de ambulancias, llegó a la conclusión de que había «un problema grave escondido detrás de esta situación». «Al principio, crees que eres tú sólo, pero me iban diciendo ‘hoy hemos llevado al hospital a un paciente con la tibia rota y ha visto las estrellas’». Después de hablar con Osakidetza, Cruz Roja, DYA, sindicatos, Luis Murgia, asesor de Movilidad y Seguridad Vial del RAC vasconavarro, le animó a realizar un estudio. «No había nada hecho en este campo», y se puso manos a la obra.
Riesgos
Recabó numerosos testimonios de enfermos que llegaban «descolocados a Urgencias» o de embarazadas que «pensaban que iban a tener al niño allí mismo», personas con costillas rotas y riesgo de que les tocara el pulmón. Hasta ese momento, había sido «un tema de café», pero se propuso «visibilizar que detrás de estos elementos hay problemas graves». «Los más agresivos son los que se instalan sobre pasos de cebra».
Paco Gómez, también vecino de Artziniega, que tiene dos hijos adolescentes en silla de ruedas, es otra voz crítica con los resaltos. «Afectan negativamente a la salud de mis hijos», lamenta, ya que tiene que trasladarles casi a diario en su furgoneta y en ocasiones ha de parar para recolocar las sillas.
La normativa señala que no deben superar los 10 centímetros con un acceso de un metro en los tramos de 30 kilómetros por hora, y de metro y medio, en los de 50. Está comprobado que las ambulancias, que deben bajar la velocidad a entre 10 y 15 kilómetros por hora en estos puntos, pierden 10 segundos en cada resalto, que «en el caso de un infartado pueden ser vitales».
Mateo Lafragua ha preguntado a varios alcaldes los motivos por los que optan por instalar badenes y le han contestado que «son los más conocidos y económicamente viables». No cree, sin embargo, que sean los más seguros para los peatones, porque al final «el conductor que quiere saltarse las normas aprovecha que el de delante frena para adelantar». Su lucha no pretende eliminar los resaltos, sino que se estudien otras alternativas para frenar el tráfico como «estrechar la calzada o colocar pivotes de plástico», una solución que están adoptando en Francia, por ejemplo. «Quitar los resaltos sin encontrar una alternativa, sería un error», admite.
Alternativas
Otro de los inconvenientes pasa porque hay cuatro administraciones distintas implicadas. «Las carreteras son forales, la seguridad vial depende del Departamento de Seguridad y las vías urbanas, de los municipios», por lo que se ha dirigido también al Ararteko para que reclame una «normativa general para todos». Emergencias de Osakidetza realizó un informe en el que se solicitaba que no se coloquen pasos elevados en las vías que llevan a los centros hospitalarios, «y en ninguno de los vascos se cumple. En Cruces hay uno justo en la entrada de Urgencias y en el de Urduliz, que es nuevo, 17 resaltos en tres o cuatro kilómetros».
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