

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
NURIA NUÑO
Viernes, 25 de abril 2014, 22:25
Echar la vista atrás suele ser un ejercicio de lo más saludable. Nos permite reflexionar sobre el pasado y analizar los pasos que hemos ido dando como sociedad hasta situarnos en el punto en que nos hallamos. Si el objeto de análisis es el jolgorio colectivo, esa mirada también nos permite descubrir mejor cuáles son los rituales festivos que nos caracterizan. En el caso de San Prudencio, resulta muy revelador observar la evolución que han tenido estos festejos en el tiempo. Gracias a la hemeroteca de EL CORREO, hemos retrocedido varias décadas para desenterrar, como si de fósiles o restos arqueológicos se tratara, algunas anécdotas y curiosidades que han perdurado hasta consolidarse como las tradiciones que conocemos hoy en día.
Una fiesta siempre marcada por el tiempo
Es un recurso de lo más manido, pero no deja de sorprender que la meteorología acapare desde hace décadas el arranque de muchas de las crónicas relativas al 28 de abril. A San Prudencio siempre se le ha tildado de 'meón', por eso de que la lluvia suele estar muy presente en las campas de Armentia. Leemos la crónica publicada en las páginas de EL CORREO en 1956 y nuestras 'sospechas' se confirman. Si ya es casi tradicional que el día de San Prudencio y en sus inmediaciones llueva, este año ha superado en maldad del tiempo a todos. Ello ha contribuido a que hayan estado completamente deslucidas la mayor parte de las solemnidades organizadas en honor de nuestro Santo Patrono, y a que algunas de ellas tuvieran que verse suspendidas, se escribió entonces.
Eso sí, de vez en cuando, el sol y el buen tiempo se presentan como invitados sorpresa. Ocurrió en 1964. Ese año los actos festivos se celebraron con más brillantez que nunca, gracias a un día de excepción por lo espléndido y brillante del mismo. Esto contribuyó al realce de los festejos organizados y a que Armentia registrara una gran concurrencia de público ya desde la mañana, en la que no se podía dar un paso en todo el trayecto desde la iglesia hasta el monumento del santo. Pocos años, acaso ninguno, se haya visto una afluencia tal como la de ayer. Indudablemente repercutió el aumento de población de Vitoria, a muchos de cuyos nuevos vecinos vimos no sólo en la romería vespertina, sino en las visitas a San Prudencio en la iglesia parroquial, se publicó en la época. ¿Qué tiempo tocará este año? Se admiten apuestas...
'La comida del Gargantúa'
Independientemente de que el tiempo acompañe o no, es evidente que para poder celebrar una fiesta tiene que haber gente dispuesta a organizarla. En las noticias publicadas en los años cincuenta, sesenta y setenta aparecen numerosas referencias a las distintas comisiones de festejos. Éstas se reunían con frecuencia semanas antes del 28 de abril para ultimar los preparativos. En las reuniones, además de las instituciones, participaban los jefes de las cuadrillas de blusas y representantes de las llamadas sociedades populares recreativas, que aportaban numerosas propuestas. Aunque los programas de actos eran bastante cerrados y encorsetados, una de las ideas más curiosas la encontramos en 1956. Se trata de la inclusión, por vez primera, de una cabalgata típica que recorrería las calles de Vitoria en la noche del día 27, tras la Retreta en el Ayuntamiento, y antes de la romería nocturna en la plaza de España.
Ese desfile fue bautizado como 'La comida del Gargantúa'. Así quedó recogido en la crónica de aquel año. Iniciaban la cabalgata un grupo de cocineros, portando grandes cubiertos de cocina y acompañados con hachas de viento. Seguían los dantzaris del 'Txirimbil', interpretando la caza del Cachimorro. A continuación, un grupo de blusas, representativos de las cuadrillas vitorianas, con chistularis y charanga de música, que interpretaban diversas marchas y, entre ellas, la clásica tamborrada vitoriana, que antecedía a la carroza del Gargantúa. En la mesa de éste, adornada con los escudos de las cuadrillas de la provincia, aparecían varias viandas. Le rodeaban, sentadas al pie de la carroza, un grupo de muchachas del 'Txirimbil', ataviadas a la antigua usanza, y miembros de las sociedades recreativas, vestidos de cocineros, portando hachas de viento así como una gran cazuela, tenedores, cucharas y cuchillos. Un gran puro que el Gargantúa portaba en su mano izquierda era otro de los detalles, aunque molesto, por la humareda que invadía la calle.
La primera Tamborrada, en 1975
La Retreta, los zortzikos, la romería popular, las grandes caracoladas -tan propias del día-, las pruebas de aizkolaris, las competiciones de bolos, las actuaciones de los dantzaris del 'Txirimbil' u 'Oldarki', los campeonatos de baile, los concursos culinarios y las verbenas han sido 'clásicos populares' en los sucesivos programas festivos, repetitivos hasta la saciedad. También eran fijos el Gran Premio de Ciclismo y el de Motociclismo o el llamado Campeonato Intersocial de Mus San Prudencio, organizado por EL CORREO, y cuya primera final, celebrada en 1964, terminó con el triunfo de la Peña Recreativa 'Los Álava'. A muchos, sin embargo, puede sorprender descubrir que la primera Tamborrada, tal y como la conocemos, no se celebró hasta el 27 de abril de 1975.
Según se recoge en la crónica de aquel año, después del conato que en 1956 hubo de organizar en Vitoria una tamborrada en la víspera de San Prudencio, a semejanza de la de San Sebastián, no había vuelto a aparecer otro hasta el presente año, gracias al entusiasmo y a la colaboración de las sociedades recreativas -añade-. El éxito le acompañó, así como la respuesta del público, que se lanzó con entusiasmo a la calle para ver el desfile. Contribuyó mucho al éxito el agradable clima de la noche. La comitiva partió de la Avenida del Generalísimo por el itinerario previamente designado, con la primera parada frente al Palacio de la Provincia, para efectuar la siguiente delante del Ayuntamiento y luego en los demás lugares previstos. En sus paradas era obligada la interpretación de la Retreta de San Prudencio. Como atuendos semejantes a los de las tamborradas donostiarras, precedían a esta tamborrada vitoriana las banderas y estandartes de las sociedades recreativas que participaban en la misma, llevadas por una serie de cantineras. Delante desfiló la tamborrada de Salvatierra, por su mayor veteranía. Una y otra pusieron su nota de alegría y de color en la noche prudentina, concluye el relato.
Misas y procesiones
San Prudencio es el patrón de los alaveses desde el siglo XV. Y el carácter religioso de la fiesta pervive hoy en día, aunque estaba mucho más presente en los años cincuenta y sesenta. De hecho, la lista de misas y procesiones que constituían buena parte de las conmemoraciones era interminable. Se celebraba también una novena, con la predicación de sermones, y cada 28 de abril arrancaba con un oratorio en el Palacio de la Diputación, oficiado por el obispo de la Diócesis, y al que acudían las 'fuerzas vivas' de la ciudad: las Corporaciones de Diputación y Ayuntamiento, el gobernador civil, el delegado de Hacienda o el fiscal de la Audiencia, además de empleados provinciales y fieles en general. Muchos de ellos repetían y se trasladaban a la catedral para asistir a las solemnidades y participar en una procesión por El Campillo. También se hacía una misa solemne en el Hospicio y en la Hermandad Ferroviaria Católica, que tenían por patrono a San Prudencio. Y, como ocurre todavía hoy, los principales actos religiosos y los más multitudinarios, se celebraban en Armentia con la procesión, la solemne misa y la veneración de la reliquia del santo.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Multas por las gallinas 'sin papeles'
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.