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Testigo de cargo’ es, como muchos recordarán, una excelsa película de Billy Wilder de finales de los años 50. Pero, además, es el nombre que reciben la persona o personas que prestan un testimonio determinante en una causa judicial para condenar al o los encausados.
Casi recién iniciado el juicio contra la mayor trama corrupta jamás descubierta en el presunto ‘oasis vasco’, que no la única, aún no se sabe si el testimonio de la abogada Ainhoa Alberdi, la persona que destapó el caso al informar a un juez y a la Fiscalía de Álava del presunto intento de extorsión de que había sido objeto por parte del entonces ‘número dos’ del PNV alavés, diputado foral y vicepresidente de la Caja Vital, el todopoderoso Alfredo De Miguel, resultará o no clave para que los acusados, 26, en su inmensa mayoría vinculados al PNV, sean condenados por corrupción. Tras escucharle ayer ratificarse en su testimonio inicial con un tono del todo convincente uno diría que sí. Y mostraría de nuevo mi perplejidad ante ciertas actitudes de la formación jeltzale en relación a este caso.
Las palabras de la abogada no puede decirse que sorprendieran. A preguntas del fiscal jefe de Álava, Iosu Izaguirre, Alberdi fue ratificándose en sus acusaciones. Aquellas que sirvieron para emprender una investigación que se ha prolongado durante casi una década.
Palabras que ponen de relieve el descaro con el que algunos de los máximos dirigentes peneuvistas cobraban, presuntamente, ‘mordidas’ mafiosas a cambio de la adjudicación de contratos públicos con destino final, hoy por hoy, desconocido. Y que la trama no la conformaban dos o tres personas aisladas, sino que eran muchas más las implicadas y las que sabiendo -o intuyendo- lo que sucedía, callaban.
Alberdi aportó un detalle, si quieren menor, pero también relevante. Narró cómo, tras denunciar el caso, «una persona política», de Bizkaia, «conocedora de cómo funcionan estos asuntos», de la que no quiso confirmar ni su nombre ni si milita en el PNV, le aconsejó que dejara de presentarse a concursos públicos porque no iba a ganar ninguno más. ¿Porque están amañados? ¿Porque el PNV había tomado nota?
Inicialmente, la formación jeltzale, entonces liderada por Iñigo Urkullu, reaccionó con determinación y exigió la renuncia a sus cargos y el carné de militante a los encausados. Luego, y pese a lo descubierto posteriormente por el juez Ramos y el fiscal Izaguirre, ¿cómo es posible que la gran preocupación del PNV haya sido cuestionar el trabajo judicial y poner objeciones a cualquier pronunciamiento contra unos tipos que se dedicaban a extorsionar desde el despacio oficial?
O, ¿por qué el eterno presidente del PNV en Gipuzkoa y portavoz parlamentario jeltzale, Joseba Egibar, se fundió en un efusivo abrazo con De Miguel en el Parlamento, mientras conocidos dirigentes y cargos del partido jaleaban al encausado?
Rajoy pidió en su día a Bárcenas que fuera fuerte y aguantara. Cuando se supo se montó la lógica escandalera. ¿Se imaginan las reacciones si el líder popular, Cospedal o Sáenz de Santamaría se hubieran abrazado a tamaño personaje en el Congreso, o a Granados o a Ignacio González?
¿Llegarán las disculpas de Egibar y de algunas de sus más próximas si el actual proceso judicial termina en condena? Desde ya quedo a la espera.
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