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Ramón Albertus
Viernes, 18 de agosto 2017, 14:08
No ha podido pegar ojo en toda la noche. Se despertaba a cada hora, miraba las noticias, estaba inquieta... Pero esta tarde vuelve al trabajo, aunque duda por un instante. «Estoy en mi casa que no sé si quiero salir, nos han dicho que si ... tenemos mucha ansiedad no volvamos», dice. Y después confirma que estará en la tienda y lo hace por una razón: «El miedo no nos va a impedir seguir con nuestro día a día».
Arianna Pérez (22 años, Barcelona) es dependienta en una tienda de cosméticos en calle Valencia, «a cinco minutos de Plaza Cataluña». Es una de las tantas que corrió y vio a la gente correr despavorida. Hoy, su compañera le ha dicho que hay control policial y la calle está desierta. «La gente que entra a la tienda mira y se va. Se les nota nervioso». Es en Plaza Cataluña donde se concentra la gente en los homenajes a las víctimas.
«La normalidad y la rutina te hace olvidar cierto tipo de cosas. Hay gente que vive esto a cada segundo en Siria. Y cuando lo vemos en París piensas ‘menos mal que no ha pasado aquí’, pero llevábamos en alerta cuatro desde 2015». El testimonio de Ari -así le conocen los más cercanos- es el de muchos de los trabajadores. «Hay que hacer vida normal», repite.
Media hora antes de entrar a la tienda había pasado por las Ramblas, como hace todos los días. «Yo entraba a las cuatro y media. La compañera a la que revelaba se fue un poco más tarde, a las cinco de la tienda. Ella se fue y volvió corriendo a la tienda a los dos minutos con la cara blanca. Vio a las ambulancias, la policía... Entonces cerramos la tienda y bajamos la persiana. Era horrible ver a la gente corriendo y chillando».
Llamaron a la policia y les recomendó que se quedaran en la tienda -al menos dos horas -hasta que se despejara la zona. «A las tres horas nos fuimos. Era horrorosa la sensación de estar a oscuras encerradas sin tener información en la tienda».
«Solo quería llegar a mi casa». Cuando llegó allí, a la noche, en Nou Barris -a 20 minutos de las Ramblas- la gente hacía caceroladas y ya se manifestaba contra el terrorismo. «El ser humano nunca está acostumbrado para este tipo de cosas»
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