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Josu Eguren
Jueves, 4 de febrero 2016, 18:29
«Born on a mountain top in Tennessee,
Greenest state in the land of the free.
Raised in the woods so's he knew every tree,
Killed him a bear when he was only three.»
'The Ballad of Davy Crockett' ('La balada de Davy Crockett').
Esto es un historia real. Me piden que escriba sobre la filmografía satelital a Alejandro Iñárritu y 'The Revenant' ('El renacido') y a mí se me llena la cabeza de imágenes de Ned Flanders y Jebediah Springfield mientras tarareo 'La balada de Davy Crockett', el rey de la frontera salvaje. Pero no me detendré en 'Jeremiah Johnson' ('Las aventuras de Jeremiah Johnson'), de Sydney Pollack ni tan siquiera en 'The Big Sky' ('Río de sangre'), de Howard Hawks (1952), porque este fin de semana toca revisitar 'El hombre de una tierra salvaje', de Richard C. Sarafian, heredera de survival films legendarios como 'The Naked Prey' ('La presa desnuda') (Cornel Wilde, 1966) y esqueje de ese tronco común de la prosa poética americana desde el que también crece el último largometraje del director mexicano.
La aventura de Hugh Glass (que inspiró a Sarafian y a González Iñárritu) pertenece al relato cuasi mitológico de los pioneros que conquistaron las tierras paganas del salvaje oeste, y aunque comparte numerosas similitudes con la de Jedediah Smith es justo considerarla como uno de los mayores desafíos a la naturaleza de los que hay constancia en los libros de historia.
Corre el año 1822 cuando en respuesta a un anuncio publicado en la Missouri Gazette and Public Adviser de San Luis, Glass se enrola en un grupo de aventureros (Los cien de Ashley) que deberán remontar el río Misuri enfrentando el acoso de los guerreros de la tribu arikara. En este punto da comienzo la odisea de Sarafian (conocido entre la cinefilia por ser el director de una obra de culto del subgénero de las "muscle car chases": 'Vanishing Point' ('Punto límite: Cero', 1971), con Richard Harris en el papel de un trampero de pocas palabras que presta su rifle a la empresa de transportar una pequeña barcaza de guerra tirada por mulas a través de las montañas.
'El hombre de una tierra salvaje' es la intersección entre 'A Man Called Horse' ('Un hombre llamado caballo') (con la que comparte intérprete y guionista) y la profecía de 'Fitzcarraldo' (Werner Herzog, 1982), una narración bañada por la poética de 'Nanook of the North' ('Nanuk, el esquimal'), de Robert J. Flaherty (1922), que deja atrás el retrato amable e inocente del inhóspito cinematográfico contagiándose del oscuro clima político que caracteriza la filmografía americana de los años 70 (en este sentido es clave el el personaje interpretado por John Huston).
La heroicidad de Glass (Zach Glass en el guión de Jack DeWitt) es la de un trampero huraño que sobrevive al estremecedor ataque de una osa Grizzly para ser abandonado por el líder de la expedición: 320 kilómetros le separan de Fort Kiowa, en Dakota del Sur, una vasta extensión en la que se adentra reptando con la pierna y tres costillas rotas, sin armas, agua o provisiones, movido por el deseo de vengar la traición de su padre adoptivo y torturado por fragmentos visuales de su memoria que asaltan la pantalla a modo de ráfagas.
Flashbacks que informan de una infancia cruel y de la despedida de su gran amor, intercalados con secuencias en las que Glass participa en un juego de supervivencia extrema en el que también hay pequeños accesos de sensibilidad: este crítico ya era un adulto cuando rompió a llorar en la escena en la que Harris entablilla la pata rota de un pequeño conejo blanco.
No tiene sentido medir a Sarafian con la puesta escena atlética y arrolladora de Iñárritu y Emmanuel Lubezki, porque en 'El hombre de una tierra salvaje' Richard Harris no es paisaje ni instrumento del ego, es un superviviente que se adapta y convive con la ferocidad del medio para subrayar la certeza de las palabras de Plauto: "el hombre (blanco) es un lobo para el hombre".
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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