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La anciana china que construye palacios de porcelana

La anciana china que construye palacios de porcelana

Yu Ermei ha invertido su fortuna y se ha enfrentado tanto a su familia como al gobierno chino para hacer realidad un sueño que teme no ver concluido

Zigor Aldama

Domingo, 4 de octubre 2020, 00:33

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Yu Ermei no ha tenido una vida fácil. «Empecé a trabajar cuando tenía solo doce años. Eran otros tiempos. Comencé como aprendiz en un taller de porcelana estatal y pronto aprendí los 72 procesos de esta profesión», recuerda esta mujer de complexión menuda. Una estatura de apenas metro y medio y los movimientos pausados propios de alguien que acaba de cumplir 90 años le otorgan una apariencia frágil, pero su voz es tan firme como el carácter que refleja su fascinante historia. De hecho, aunque reconoce que el Gobierno le ha pedido que no hable con periodistas, continúa con su relato.

«Fueron tiempos duros hasta que llegaron las reformas -impulsadas por Deng Xiaoping en la década de 1980, abrieron China al mundo y dieron los primeros brochazos de libre mercado a la economía del entonces dragón dormido-. Montamos nuestra propia fábrica y no tardamos en hacer buen negocio. Vendíamos objetos de porcelana en muchos países», cuenta Yu en un mandarín marcado por un fuerte acento que dificulta su comprensión. Pero no tiene inconveniente en pronunciar la misma palabra de cinco formas diferentes con una amplia sonrisa.

La perseverancia de la que hace gala le ha proporcionado tanta prosperidad como quebraderos de cabeza. Porque, si bien Yu amasó una fortuna considerable durante tres décadas, hace diez años dio a su vida un fuerte golpe de timón que la ha enfrentado a su familia y a las autoridades. Sucedió después de viajar a la ciudad nororiental de Tianjin. Concretamente, tomó la decisión debido a la indignación que le provocó visitar la 'Casa de Porcelana', un edificio recubierto de piezas cerámicas que recuerdan al colorido trencadís de Gaudí.

«En Tianjin nunca ha habido una industria de porcelana importante, pero le han dedicado un monumento de relevancia. Jingdezhen, sin embargo, es considerada el corazón de la porcelana china y aquí no tenemos nada similar», afirma con una expresión que aún refleja su irritación. Lejos de cruzarse de brazos, Yu se propuso hacerle la competencia a Tianjin y comenzó a diseñar su particular Palacio de Porcelana. «Nuestra fábrica había sido derribada para construir una autopista y tenía muchas piezas que eran inservibles para el mercado. Pensé que no puedo llevarme a la otra vida todo el dinero que había ganado, así que compré un terreno que en su día fue un cementerio y comencé a construir el legado que quiero dejarle a la gente», explica Yu.

Primero dio forma al sencillo edificio de hormigón que sirve de alojamiento para los obreros, y luego levantó un templo budista que no llama la atención. Con Buda protegiendo ya el proyecto, inició los trabajos del primer palacio, un edificio circular inspirado en las construcciones 'tulou' de la vecina provincia de Fujian. «No fue fácil, porque al principio aquí no teníamos ni agua, que teníamos que ir a buscar a un pueblo cercano, ni electricidad. Mi familia me dio la espalda porque creyó que me había vuelto loca y que, a los 80 años, iba a dilapidar todo lo ganado», cuenta con una mueca de tristeza.

Ninguno de sus tres hijos se ha involucrado en un proyecto que, efectivamente, ha fulminado los ahorros de Yu. «He vendido la casa de mi madre y muchas de mis posesiones. Llevo invertidos ya 100 millones de yuanes (12,5 millones de euros) y tengo deudas por valor de 20 millones (2,5 millones de euros)», reconoce encogiéndose de hombros. Y podría haber sido mucho peor, porque las autoridades amenazaron a Yu con demoler su primer palacio, que abrió las puertas al público el 1 de octubre de 2016 coincidiendo con el día que China celebra la proclamación de la República Popular. «Consideraron que era una construcción ilegal y me multaron», rememora. Afortunadamente, un periodista suizo se hizo eco de su historia y el Gobierno cambió de actitud.

Ahora, el Palacio de Porcelana ha recibido la clasificación de atracción turística doble A -el máximo son cinco A-, y Yu cobra 25 yuanes (3,2 euros) por visitarlo. Pero no está satisfecha y sus obreros ya trabajan en tres edificios más. El exterior del segundo palacio ya está completo y al del Pabellón del Océano de Porcelana le falta poco. El conjunto arquitectónico lo coronará el Hall de los Mil Budas, que todavía es solo un esqueleto. «El 4 de julio fui al hospital porque vomitaba sangre y dijeron que debía permanecer ingresada seis meses, pero decidí marcharme a los 15 días. Cada vez me canso con más facilidad y soy consciente de que quizá no vea acabado mi sueño. Por eso, si alguien quiere comprarlo y acabarlo, lo venderé», avanza.

90 años.Su avanzada edad no impide a Yu seguir decorando sus palacios, alguno de los cuales está abierto al público, entre ellos el llamado Palacio de Porcelana, a la izquierda. Otra estancia, arriba, cuenta con retratos de los líderes comunistas en un guiño a las autoridades chinas. zigor aldama Zigor Aldama
Imagen principal - 90 años.Su avanzada edad no impide a Yu seguir decorando sus palacios, alguno de los cuales está abierto al público, entre ellos el llamado Palacio de Porcelana, a la izquierda. Otra estancia, arriba, cuenta con retratos de los líderes comunistas en un guiño a las autoridades chinas. zigor aldama
Imagen secundaria 1 - 90 años.Su avanzada edad no impide a Yu seguir decorando sus palacios, alguno de los cuales está abierto al público, entre ellos el llamado Palacio de Porcelana, a la izquierda. Otra estancia, arriba, cuenta con retratos de los líderes comunistas en un guiño a las autoridades chinas. zigor aldama
Imagen secundaria 2 - 90 años.Su avanzada edad no impide a Yu seguir decorando sus palacios, alguno de los cuales está abierto al público, entre ellos el llamado Palacio de Porcelana, a la izquierda. Otra estancia, arriba, cuenta con retratos de los líderes comunistas en un guiño a las autoridades chinas. zigor aldama

Sin cartel de señalización

No es fácil llegar hasta el terreno de Yu. Se encuentra a un lado de la autopista que va hacia Jingdezhen, pero el poblado de Xinping queda a desmano, a unos diez kilómetros de la ciudad. No hay ningún cartel que señale el lugar, así que hay que estar atento para que la rojiza pared del segundo palacio, construido en lo alto de un pequeño promontorio, no pase desapercibida. Un polvoriento camino lleva hasta el centro de su obra, en la que, de momento, solo el primer palacio está acabado.

Yu recalca con orgullo que el diseño de todo el conjunto es suyo, que es obra de su imaginación y que nunca dibuja planos, y que no ha buscado la ayuda de arquitectos en ningún momento. Se nota que es cierto. Las estructuras son muy sencillas: edificios circulares o rectangulares de unos 1.200 metros cuadrados y tres plantas de altura con un patio central. Lo que realmente marca la diferencia es la capa de piezas de porcelana que recubre las paredes, en las que también ha construido ventanas con forma de jarrón. En su producción, Yu asegura que ha utilizado ya 180 toneladas de este material en dos versiones: pequeñas obras que incrusta enteras, y grandes platos, jarrones y baldosas que hace pedazos y que luego distribuye al albur.

No es de extrañar que los visitantes disfruten recorriendo con la mirada esas paredes que cuentan historias hechas trizas: las alas de un ave fénix aquí, la cabeza de un dios enfurecido allá, y flores de colores por todas partes. No obstante, este caótico eclecticismo en la cobertura de paredes, tabiques y columnas se rompe con el orden de las obras que Yu expone en las diferentes estancias de su palacio. «Lo llamo palacio, así que tenía que llenarlo de emperadores», ríe antes de explicar que pintó personalmente los cien retratos de monarcas y líderes chinos que cuelgan de las paredes.

Cómo no, los emperadores comunistas también tienen su lugar en el segundo palacio, al que ha dotado de un fuerte contenido propagandístico. Quizá para contentar a las autoridades, la entrada principal está coronada por el eslogan del principal proyecto global del presidente Xi Jinping, la Nueva Ruta de la Seda, y en el interior los cuadros en porcelana reflejan algunos de los principales hitos económicos y tecnológicos de China: desde el puente que conecta Hong Kong y Macao -el más largo sobre el mar-, hasta la revolución militar que supone el desarrollo de portaaviones propios o la conquista del espacio en la que Pekín ha entrado de lleno.

Más mundanal es el Pabellón del Océano de Porcelana, que cuenta con las fachadas más espectaculares y un interior sorprendente: un dragón preside el patio interior y la primera planta está completamente forrada de botellas cerámicas de licor de arroz. «El Gobierno ha impuesto restricciones al uso de los minerales con los que se fabrica la porcelana, así que tengo que sacar materiales de donde pueda», comenta con una sonrisa difícil de descifrar. «También estoy utilizando piezas de la dinastía Qing que mi familia ha guardado a lo largo de las tres generaciones que nos hemos dedicado a la porcelana», añade.

Sin duda, el lugar que Yu ha construido es sorprendente. Probablemente no tenga gran valor arquitectónico, y algunos artistas lo tachan de tosco e infantil. No es paradigma de la finura, pero el impacto visual de los edificios es claro y contundente. Yu ha creado un mundo paralelo que combina elementos de las diferentes épocas de China con el material que le ha dado al país ese nombre en el extranjero. Y es una gran muestra de la persistencia de una mujer que no ha visto en la edad una barrera creativa. «Por favor, pon mi número de teléfono en tu reportaje por si alguien quiere comprar mi proyecto o colaborar adquiriendo alguna pieza de porcelana», pide Yu. No es algo habitual, pero no cuesta complacerla. En el +8613879892206 se puede dar con ella. «Nunca apago el móvil», se despide.

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