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Esta es la cola para cambiar el abono por la pulsera. / Unai Izquierdo | Virginia Melchor / Pablo del Caño
De San Mamés a Kobetamendi en dos horas
Bbk live

De San Mamés a Kobetamendi en dos horas

Los asistentes al BBK Live tienen que esperar hasta una hora para coger el autobús que les lleve a Kobetamendi. Suerte que el ambiente es festivo y la espera no se hace demasiado dura

MARIBEL MARTíNEZ

Domingo, 14 de julio 2013, 13:00

De San Mamés a Kobetamendi en dos horas. Esta es la media de tiempo que los asistentes del BBK Live que hacen cola para coger una de los autobuses en las inmediaciones del estadio necesitan para entrar en el recinto de conciertos en lo alto del monte. "Excesivo", asevera Xavi, un joven de Barcelona que acude por tercer año al festival. En ninguna de las ediciones anteriores ha tenido que esperar tanto como hoy.

Subir a Kobetamendi a disfrutar de los conciertos del BBK Live requiere de mucha paciencia y buen rollo. Los habituales del festival lo saben. Los 36 vehículos que la organización había contratado como lanzadera se han quedado cortos para dar servicio a todos los asistentes que acuden esta primera jornada para disfrutar de la música de Depecho Mode.

"Hay mucha más gente que autobuses", apuntaba Xavi. "La cola no para de avanzar, pero hay tanta gente que no dan abasto". Tras una hora de espera, y viendo que se acercaba la hora de la actuación de Edward Sharpe -las 19.50-, ha decidido, a las 19.30, coger un taxi para llegar, al menos, a las últimas canciones. "Uno de los cruces para coger la subida al monte -Zorrozgoiti- está completamente colapsado".

La situación en Barakaldo no era mucho mejor a esa hora. "La cola da la vuelta al BEC. Es impresionante. Nunca ha habido tanta gente", explicaba Unai, que también ha estado cerca de 60 minutos esperando para entrar en el bus que le llevara a Kobeta. "Y cada vez viene más gente. No se ve ni el final de la cola".

En los dos puntos, por suerte, reina la alegría y el jolgorio. "La gente sube cargada de cervecillas y de buen ánimo. Esto parece una fiesta", afirmaba Xavi poco antes de coger el taxi. En el BEC, la situación es muy similar. "Este año sucede algo muy curioso", avanzaba Unai. "Hay un grupo cristiano de San José, en California, que está haciendo bailes, cantando canciones y repartiendo trípticos provida. No van al festival, sino que han aprovechado la aglomeración de gente para darse a conocer. Es algo muy raro".

Media hora de cola para cambiar la pulsera

Otra media hora ha tardado Xavi en subir con el taxi hasta Kobetamendi. Desde las 19, los 800 metros que separan la antigua fábrica de Beyena, donde paran los autobuses, hasta la entrada del recinto están abarrotados de festivaleros, que tienen que esquivar a los coches de los vecinos y vehículos que transportan a los artistas y trabajadores.

Aún faltaban otros 30 minutos antes de que Xavi pudiera entrar al recinto de conciertos. "El punto de cambio de pulseras estaba a también a reventar". Todos los chicos que se afanaban en colocar en la muñeca la cinta que les identificaría como asistentes al festival no daban abasto.

Pero una vez dentro del recinto, se olvidaban las colas, las esperas y las dos horas de trayecto. "El ambiente es estupendo", relata Xavi. "La gente viene con ganas de pasárselo bien, y los conciertos han empezado muy cañeros". Por suerte ha llegado a la mitad de Edward Sharpe, como él quería. "El festival echa a andar muy bien. A ver si el nivel se mantiene los próximos días".

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