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J. Gómez Peña
Martes, 13 de marzo 2018, 00:17
Cada gran carrera tiene su sello. A las clásicas del norte las definen los adoquines y los muros. Al Giro, los Dolomitas. Al Tour, su grandeza y templos como el Tourmalet. A la Vuelta a España, las rampas imposibles como las del Angliru... A la Vuelta al País Vasco, la Itzulia ... , le van las trampas. Siempre hay alguna emboscada en el recorrido. El equipo Euskadi-Murias debutará en la ronda vasca el próximo 2 de abril y ayer pisó el terreno que le espera un día después, en la segunda etapa, la vizcaína, la que se sube al zócalo de la costa, explora la ladera más dura de Sollube (Almika) y, justo antes de la meta en Bermeo, aborda una carretera vieja, estrecha y con dos muros tremendos que va a dar al alto de San Pelaio, con la postal de San Juan de Gaztelugatxe como testigo. Será un día tan fotogénico como duro.
A las diez de la mañana llueve sobre Ispaster. Ni un alma en la calle. El mercurio no sube de los ocho grados. La noche ha traído un cambio brusco. Cinco corredores del Euskadi-Murias se forran de ropa: Cyril Barthe, Mikel Bizkarra, Gari Bravo, Julen Irizar y Mikel Iturria. Van a palpar en un entrenamiento los últimos 100 kilómetros de esa segunda etapa, que partirá desde Zarautz y llegará a Bermeo. Hay suerte. El sol se hace hueco justo cuando parten, dirigidos desde los coches por Jon Odriozola y Rubén Pérez. «Para nosotros es una ilusión enorme debutar en la Itzulia. La afición merece tener una equipo vasco en nuestra carrera», apunta Odriozola. Le ha costado cinco años cruzar esa frontera.
Desniveles
El técnico de Oñati sabe que el libro de ruta de la Itzulia nunca cuenta toda la verdad; que esconde terreno para las emboscadas. La primera está en el paso inicial por Bermeo. Sopla un aire frío y traidor que destempla el mediodía. Frente al puerto, en la rotonda, un cartel encamina hacia Almika, otra versión de Sollube. Llega a la misma cima por otra carretera. En cuanto acaban las casas, la carretera se arruga y se empina. De repente. También se encoge. Comienza el desfile de eucaliptos y el sudor. Los cinco corredores se retuercen. Llevan el piñón grande de 28 dientes. Y aun así cuesta. Culebrean. Hay un cartel que manda hacia un restaurante. Mejor otro día. Cuando la cuesta suaviza un momento, Odriozola interviene: «Este es el momento de atacar. En las rampas duras todos van a una velocidad parecida. Aquí es donde se nota quién tiene fuerzas». Hay un kilómetro al 9%, otro al 10 y el tercero al 13. Piernas y riñones. Cerca de la cima de ese camino vecinal hay una indicación hacia el aeropuerto. Curioso. La cuesta da al bar que corona la subida tradicional a Sollube. Un respiro.
Almika es un muro desconocido. «Hemos hecho bien en venir a verlo», dice Odriozola. Toma nota. «Esta etapa va a ser muy importante. Hay que reconocerla al detalle. Va a marcar la carrera». Su equipo no aspira a la clasificación general, pero siempre ayuda saber el terreno que uno pisa. En nada, el Euskadi-Murias debutará en el calendario del UCI World Tour, en la Volta a Catalunya. Luego vendrá la Itzulia, su ‘Tour’ particular. Y el 3 de abril pedalearán sobre esta segunda y trepidante etapa que tras Almika, baja a Mungia y tira hacia Lemoiz y el esqueleto de hormigón de la central nuclear, coto de gaviotas. Ni un metro llano hasta trepar a Jata, donde el monte ha reclamado su territorio y ha invadido la carretera. Está prohibido el paso hasta que los operarios suturen el asfalto, que se ha venido abajo.
Ya en Bakio espera la segunda trampa, la subida desconocida a San Pelaio. Es una carretera aún más ceñida al acantilado que mira a San Juan de Gaztelugatxe. El día ya ha levantado. La luz apunta de lleno al escenario de la serie ‘Juego de Tronos’. Falta un dragón en vuelo. En su lugar, cinco ciclistas verdes alucinan con la ruta. Bella. Cruel. «Uffff -resopla Odriozola-, aquí sí que hay terreno de sobra para romper». La carretera, sombreada por un pinar, se hace vertical a ratos -ronda el 20%-, hasta que llega a un aparcamiento y a la rampa final del puerto de San Pelaio, donde la vista ya se ensancha. «Pero lo anterior es muy estrecho y bacheado», avisa Odriozola. En un camino así no entrarán todos. Si alguno de los favoritos no está advertido, caerá en la zanja. Así es la Itzulia.
Etapa intensa
Ni siquiera lo que resta, en descenso hacia la meta de Bermeo es sencillo. Habrá que descifrarlo entre las curvas que ingresan en la localidad pesquera por el barrio nuevo. «Antes de girar para la meta hay otro pequeño repecho», señala Odriozola. Así es. Está frente al cementerio. Allí quedarán enterradas las opciones de los candidatos menos fuertes o menos avisados. El Euskadi-Murias ya conoce cómo son las trampas que le esperan en su primer Itzulia.
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