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Con la llegada del verano, la localización de inmigrantes ilegales que tratan de llegar a Reino Unido colándose en el ferry que sale del Puerto de Bilbao ha experimentado un espectacular repunte, con una media de 24 personas detectadas cada día por la Guardia Civil, ... lo que multiplica por seis las cifras de los primeros meses de 2017. En lo que va de año, ya se han sido localizados más de medio millar, 200 más que en el conjunto de 2016.
El fenómeno de los polizones, excepcional cuando comenzó hace cuatro años, se ha convertido en una preocupación cotidiana para las autoridades. El año pasado ya se registró un incremento importante, pero la mayor incidencia tuvo lugar en los meses de octubre, noviembre y diciembre, tras el desmantelamiento en Francia de la llamada 'Jungla de Calais', donde miles de inmigrantes -muchos de ellos refugiados sirios e iraquíes- esperaban la oportunidad de pasar a suelo británico. Este episodio se tradujo en una dispersión de esa enorme marea humana, que buscó otras vías de escape, entre ellas el Puerto de Bilbao, una de las opciones más socorridas. A principios de este año, la tendencia ha seguido al alza, hasta el extremo de triplicarse las cifras. En Santander, de donde parte otro servicio de ferries hacia Portsmouth, también se ha apreciado una notable subida, lo mismo que en Pasaia, donde los polizones -al no haber barcos de pasajeros- se cuelan en los cargueros que transportan automóviles.
A la espera Ya se ha detectado un asentamiento de unas veinte personas cerca de las instalaciones de CLH
Santurtzi y Zierbena Pensiones y tiendas confirman la presencia de inmigrantes ilegales a la espera de embarcar
Las atractivas ayudas sociales del Reino Unido y el deseo de reunirse con familiares que ya han llegado a territorio británico han animado a inmigrantes de distintas nacionalidades a emprender esta aventura, que no está exenta de riesgos: viajan en unas condiciones lamentables y, algunas veces, en compañía de menores y con la colaboración de pequeñas mafias que quieren sacar rentabilidad de su desesperación. Eso ha quedado de manifiesto esta misma semana. El martes, dos individuos de origen rumano e iraní, residentes en Inglaterra, fueron detenidos en el Puerto por efectivos de la Guardia Civil cuando intentaban colar a ocho kurdos iraquíes: un matrimonio con cuatro niños y otras dos personas, una de ellas menor. Todos ellos estaban ocultos en una furgoneta de transporte de plátanos a punto de embarcar en el ferry 'Cap Finisterre', que sale hacia Portsmouth dos o tres veces por semana, según la época del año. A los arrestados se les imputa un delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros
Para esta familia, el sueño británico ha terminado por esta vez, ya que, según fuentes cercanas al caso, lo habitual es que vuelvan a intentarlo por esta misma vía o buscando alguna alternativa. Las mafias que llevan inmigrantes al Reino Unido estudian las distintas rutas posibles para que sus 'clientes' alcancen el objetivo. El problema es que les traen sin cuidado los riesgos que puedan correr.
500 personas han sido interceptadas antes de colarse en el ferry este año.
2.000 libras es la multa que el Gobierno británico impone al ferry por cada polizón.
20-30 años Es la horquilla de edad de los varones que acampan en las inmediaciones del Puerto.
El arresto de estos intermediarios es un indicio inequívoco de que la entrada de 'ilegales' por el puerto vizcaíno es un fenómeno creciente que se está profesionalizando. También lo confirma el hecho de que, en las últimas semanas, se haya detectado la aparición de un asentamiento junto a las instalaciones de la empresa CLH, anexas a la zona franca. En este campamento pernoctan más de veinte inmigrantes que, durante el día, para no llamar la atención, recogen como pueden sus pertenencias con el propósito de pasar lo más desapercibidos posible. Allí aguardan a que caiga la noche, hasta que consideran que es un buen momento para meterse en el Puerto y colarse entre los contenedores o en los bajos de algún camión que vaya a embarcar en el ferry.
Normalmente, este lugar está especialmente concurrido los lunes y los miércoles, días previos a la salida del 'Cap Finisterre'. Según fuentes cercanas al caso, se trata de un campamento «muy temporal», donde no suelen quedarse más de una noche. «Llevan alguna mochila y duermen sobre cartones, como indigentes. No usan tiendas de campaña y rara vez hacen una caseta, aunque, a veces, aprovechan alguna ya existente para refugiarse», añaden.
«Estamos preocupados. El fondo del asunto es por qué vienen cada vez más personas y se arriesgan a realizar estos periplos tan peligrosos... Se les está abocando a viajar así, porque no se les ofrecen alternativas más seguras», explica Javier Galparsoro, presidente de la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Euskadi.
El repunte de este verano no va a ser, a su juicio, algo aislado. «Va a ir a más. Tenemos que hacernos a la idea de que, al tener ferry, hay ahí una 'fronterita' que muchos van a querer pasar como sea. Hay que tener en cuenta que para ellos es una oportunidad», argumenta.
En CEAR Euskadi están «muy alerta», pero, según Galparsoro, su acción es limitada: estos inmigrantes ilegales no les piden ayuda. «No la quieren. Ellos tienen un objetivo claro que se llama Reino Unido. Por eso lo intentan una y otra vez, sin parar, hasta que lo consiguen. Todavía tenemos reciente el caso de una familia kurdo-iraquí que fue acogida con todo cariño en Durango hace meses... y desapareció».
Galparsoro destaca que el problema es lo que se encuentran cuando llegan a esa tierra prometida: «El 'Brexit' y un país amedrentado por el terrorismo, ¡no me quiero ni imaginar los controles que habrá!». Ademas, apunta un hecho más que puede complicarles la vida: si les aplican el Convenio de Dublín, podrían echarles de allí y devolverles al primer país considerado seguro donde hayan estado tras salir de su lugar de origen. Y adiós al sueño británico.
Tal y como indican vecinos de la zona, los inmigrantes sin papeles que disponen de algo de dinero duermen en pensiones y hostales modestos de Santurtzi. Aunque son discretos, su presencia se ha hecho notar más con el repunte registrado desde hace mes y medio, y los comerciantes de la calle Itsasalde -antigua Capitán Mendizabal-, una de las principales arterias comerciales del municipio marinero, afirman que en las últimas semanas «se les ve en grupos, comprando comida; pero no dan ningún problema, van a lo suyo». Normalmente, los que acampan en las inmediaciones del Puerto son varones jóvenes, de entre 20 y 30 años, la mayoría de ellos albaneses o procedentes de países árabes en conflicto -iraquíes , sirios y afganos-, el colectivo que mayor incremento ha experimentado en los últimos tiempos.
La localización de inmigrantes por parte de la Guardia Civil no sólo tiene como objetivo evitar el flujo de personas en situación ilegal y proteger su integridad física, sino también salvaguardar los intereses económicos del Puerto y de las empresas que trabajan en este enclave: por cada intruso que llega a embarcar, la naviera que gestiona el servicio, Brittany Ferries, es multada por el Gobierno británico con 2.000 libras.
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