

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Hay días en los que Lidia Gil se pasa horas mirando la maqueta de la pequeña pero «coqueta» casa en la que su familia vivió durante tres generaciones en el barrio santurtziarra de Mamariga. La reproducción en miniatura se la regaló su sobrino. «‘Ya que no puedes disfrutarla, por lo menos que tengas un recuerdo’, me dijo». La vivienda se la derribó una promotora del grupo de empresas de Jabyer Fernández hace más de una década para levantar una nueva promoción. Esta mujer fuerte y luchadora, de 85 años, llegó a un acuerdo con el conocido hombre de negocios. Su hogar a cambio de un piso soleado, cinco millones de las antiguas pesetas, un trastero y una plaza de garaje.
Ella cumplió su palabra. Le cedió el suelo (188 metros cuadrados) y todos los derechos urbanísticos. «Él nunca lo hizo». Tiempo después, su holding de compañías se fue a la quiebra. Y en 2014 fue condenado a tres años de prisión por un delito societario. Hoy, Fernández cumple condena en la cárcel de Zuera (Zaragoza). Una vez al mes, Lidia le llama para recordarle que le ha dejado prácticamente en la indigencia. «Pero él nunca se pone al teléfono».
La mujer vive en la actualidad en un bajo que perteneció a otra firma relacionada con el empresario. Pero hace ya varios años que, tras la caída en barrena del Grupo Afer y el embargo de sus bienes, el inmueble es propiedad de un banco. Y pueden desahuciarla en cualquier momento. Lidia lo sabe. Un día vino un tasador a revisar el piso. No ha vuelto a tener noticias, pero «la incertidumbre es grande» y, a veces, no le deja conciliar el sueño. «Estoy aquí de... okupa, pero voy a seguir luchando», advierte.
La verdad es que su situación es llamativa. Los vecinos de la zona hablan de «injusticia total». ¿Cómo es posible que Jabyer no cumpliera su parte de un trato que estaba firmado ante notario, sobre todo teniendo en cuenta que llegó a rematar la promoción inmobiliaria (24 pisos)? Lidia atribuye el trance que atormenta su vida a «los embustes» del hombre de negocios, a su escandalosa caída (es actualmente el mayor deudor de la Hacienda vizcaína) y a los consejos de una mala abogada. «Cuando estábamos a punto de entrar a juicio me recomendó que nos retiráramos porque decía que me podían echar del bajo en el que me habían realojado».
Jabyer Fernández El hombre de negocios creció en el barrio obrero de Mamariga. Levantó un imperio empresarial de la nada. Durante la crisis, su holding se desmoronó. Cumple condena en Zuera
14 años lleva Lidia Gil residiendo en precario en un bajo que perteneció a una empresa relacionada con Jabyer
Delicada de salud La mujer podría ser desahuciada en cualquier momento. No tiene ningún derecho sobre la vivienda, que pertenece a un banco. Lidia está delicada de salud. Es diabética y sufre fuertes dolores por sus problemas en las caderas.
La historia de Lidia y Jabyer se remonta a 1998. Bueno, en realidad, hay que retroceder unos cuantos años más. En la década de los 80, cuando el barrio de Mamariga era un pequeño rincón de Santurtzi donde todos los vecinos se conocían. Ambas familias eran vecinas y «muy amigas». «Hemos rozado mucho». Por eso, a la mujer de 85 años que recibe de pie a este redactor en su salón, apoyada en dos bastones -«hijo, ando muy mal de la cadera»-, lo sucedido con el hijo de sus allegados le duele «en el alma». Sostiene que es «como una traición».
«La de veces que su padre y él han estado en mi casa». Lidia habla todavía en presente cuando se refiere a su hogar derribado. Es algo que no ha podido superar. «Mi marido le enseñaba a arreglar cosas y a manejar herramientas». Aquel joven con ojos «muy vivos» se convirtió después en un empresario de éxito. Y uno de sus abogados se presentó en casa en 1998 ofreciéndole un trato. «Me presionaron y coaccionaron», recuerda. «Y varias veces intentaron engañarme, colándome un piso embargado». Si aceptó la permuta fue porque su marido (ya fallecido) estaba enfermo del riñón y le habían recomendado que residiera en un piso nuevo, en lugar de en una casa vieja.
Lidia lo ha intentado todo. Incluso le entregó una carta a la madre de Jabyer, explicándole lo ocurrido. «Le decía que ojalá nunca pase por lo que yo estoy pasando». Pero no ha tenido respuesta. El empresario que empezó de la nada, en un barrio humilde y obrero, ya no es profeta en su tierra. Todo lo contrario: nadie quiere saber de él. No muy lejos de la vivienda en la que reside en precario la mujer mayor se ubica el AGR-207. Allí se derribó también una veintena de casas por una firma relacionada con el hombre de negocios. Al igual que Lidia, sus propietarios siguen esperando una solución.
La actual abogada de la veterana ‘okupa’, Yolanda Merino, trabaja para darle una vuelta de tuerca al caso. Afirma que el Consistorio tiene responsabilidad en el asunto. «Uno de los acuerdos que impuso el Ayuntamiento para avalar la operación urbanística fue que todos los vecinos afectados serían realojados y compensados, y eso no se ha producido». Entretanto, Lidia sigue sufriendo. «Ese delincuente me ha enterrado en vida, me la ha destrozado y me está quitando la poca salud que me queda».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.