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Vista del faro de Lekeitio.
Los faros, patrimonio industrial

Los faros, patrimonio industrial

Un equipo de la UPV ha elaborado un estudio con las infraestructuras que existen en España

teresa flaño

Miércoles, 1 de febrero 2017, 19:04

En 1842, con un decreto de Baldomero Espartero, se creó la primera comisión de faros españoles que propuso la construcción de estas infraestructuras por toda las costas españolas ya que estaban consideradas las de mayor tráfico marítimo de todo el mundo, tanto la atlántica, con el comercio de Europa, como la mediterránea, muy frecuentada gracias al canal de Suez. Ahora, un equipo de investigación de la UPV-EHU ha elaborado el Catálogo de los Faros con Valor Patrimonial de España.

Santiago Sánchez Beitia ha sido el encargado de pilotar el proyecto. Dirige el máster de la UPV de Rehabilitación, Restauración y Gestión Integral del Patrimonio Construido y de las Construcciones Existentes, así como el programa de doctorado del Patrimonio Arquitectónico Civil y Urbanístico, conjunto entre la Universidad Politécnica de Cataluña, la Universidad de Cantabria, coordinado también por la UPV. «Hasta ahora nos habíamos centrado en arquitectura principalmente religiosa, pero ya se agotaba y entre las nuevas líneas que abrimos nos fijamos que teníamos un patrimonio civil cercano, los faros».

La clave para iniciar la investigación está en que «es un patrimonio industrial en activo. Solo así tiene valor patrimonial, si no son unas ruinas que desaparecerán. Es indiferente, en principio, si emplean tecnología de última generación o conservan la de los siglos XIX o XX. La cuestión es que esté en funcionamiento, cumpliendo la función para la que fue erigido. Ahora se siguen construyendo, pero son faros torre totalmente automatizados. Habrá que esperar más de cien años para ver si esas torres de hormigón armado tienen valor patrimonial».

El trabajo encabezado por Sánchez Beitia se ha desarrollado a lo largo de cinco años y el empujón definitivo para poder concluirlo les llegó el pasado 2016 a través del Ministerio de Cultura, concretamente del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE). No se trata de un simple catálogo recopilatorio sino de una extensa labor de investigación sobre 130 faros. Con una ficha por estructura, cada una de ellas cuenta con una media de cincuenta datos. «En total hemos analizado unos 15.000 datos centrados en la arquitectura, en la tecnología y en la sociología, que incluye también la economía».

Sin grandes diferencias

A pesar de lo que pudiera parecer, no hay grandes diferencias entre estas infraestructuras según la región de España donde se ubiquen. En origen fueron construidas en su mayoría por ingenieros de caminos que encargaron el alzado a los maestros canteros. «Cuando a mediados del siglo XIX comenzó a desarrollarse la propuesta de la comisión de faros la mayoría de la tecnología -maquinaria y óptica- se compró a tres empresas francesas -Sauter, Henry Lépaute y LeTourneau-. Esa es una de las razones por las que son similares. En muchos casos las lentes se mantienen, mientras que las luces se han ido adaptando a los tiempos y ahora son casi todas LED. Los mecanismos de giro en algunos casos se mantienen de reserva y la arquitectura apenas se ha modificado».

Era la orografía la que dotaba a los faros sus características especiales. Pone dos ejemplos diferentes: «El de La Plata está en un acantilado y la torre es muy pequeña porque el lugar ya tiene altura suficiente. En la desembocadura del Guadalquivir, el de Chipiona tiene sesenta metros porque es una zona muy llana a nivel del mar».

Los faros también tenían su importancia económica. Los comerciantes solicitaban que hubiera uno en su zona para exportar sus bienes: lana, minerales, mármol... En los días de niebla, gracias a las sirenas impedían naufragios. A partir de los años 30 del siglo pasado también servían para guiar la navegación aérea y los fareros en algunas zonas se encargaban de evitar el contrabando. Hoy en día, gracias a la tecnología GPR todavía siguen siendo fundamentales para la señalización y la orientación. «Se mantienen como un referente para el navegante».

En el País Vasco han catalogado ocho faros, además de dos balizas consideradas imprescindibles: Punta Galea, en Bizkaia, y la de Senokozuloa en Pasaia.

Sánchez Beitia hace un pequeño repaso de cada uno de ellos, algunos reformados después de las guerras carlistas de finales del XIX. «En Bizkaia están Lekeitio, que también es de la primera generación de faros y se puede visitar, y Matxitxako, en Bermeo, que durante unos años fue escuela de fareros. Ha tenido modificaciones y su porte es interesante. Es de los que llamamos representativos».

En Gipuzkoa, «del faro de Higuer dicen que se asemeja a los de Iparralde. El de La Plata es totalmente funcional e imprescindible. Es muy curioso porque la vivienda parece un castillo y la linterna está exenta. Se comunican por la azotea. El faro de Santa Clara tiene una enfilación clave al puerto de Pasajes. No giraba y lanzaba destellos. Es precioso. El de Igeldo primero estaba donde el torreón almenado, pero por problemas de niebla se bajó a su ubicación actual donde enfila toda la ruta del Cantábrico. En San sebastián hubo otro faro en Urgull gestionado por la Cofradía de Pasajes. Los arrantzales ponían un porcentaje de bacalao para mantenerlo».

Siguiendo por la costa se llega a Getaria «instalado en un lugar único, con unas ruinas de atalayas de vigía que también podrían ser balleneras. El faro de Zumaia tiene importancia por la industria que había en el valle del Urola. Todo salía desde ese puerto»

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