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26 mujeres mueren durante el parto cada año en España

26 mujeres mueren durante el parto cada año en España

Dos familias vascas se han enfrentado a un drama similar este mes

Fermín Apezteguia

Sábado, 30 de enero 2016, 00:58

El nacimiento de un bebé, uno de los momentos más felices en la vida de una pareja, puede convertirse en un drama. La reciente muerte de dos mujeres en sendos hospitales de Bizkaia demuestra cómo también en nuestro entorno meses de ilusión, quizás años, se tornan en tragedia en apenas unos minutos. ¿Cómo es posible que ocurra algo así en un país avanzado? ¿Son seguras las maternidades de Euskadi? Pese a la reciente desgracia ocurrida en el País Vasco, lo cierto es que sí. España, según datos del Banco Mundial, figura entre los países del mundo donde dar a luz puede realizarse con mayores garantías, tanto para el recién nacido como para la madre. La calidad del servicio asistencial es tan alta, especialmente en la red hospitalaria vasca, que quizá por ello se tenga la impresión de que parir es ya algo que carece de todo riesgo. Pero nada más lejos de la realidad. Una media de 26 mujeres mueren cada año en España en el trance de alumbrar un nuevo ser.

«La estadística, al final, siempre se cumple», valora la jefa del servicio de Obstetricia del hospital Quirón Bizkaia, Jaione Zulueta. «Puedes estar durante años sin tener una sola muerte, pero no puedes creer por ello que las cosas ya nunca pasan y que estamos cubiertos. La amniocentesis -cita como ejemplo- conlleva un riesgo del 1% de muerte fetal. «Quizá lleves 300 y no hayas perdido ningún embarazo, pero luego en dos días se te van tres seguidos. Es algo trágico e impredecible, pero lamentablemente ocurre así», argumenta la especialista.

Dispositivo de emergencia

Raquel, una bilbaína de 38 años, murió en el hospital de Basurto cuando intentaba dar a luz a su segundo hijo, una niña que pesaba más de cinco kilos. No hubo manera de que lo pariera por vía vaginal y el equipo médico que lo atendía se vio en la necesidad de practicarle una cesárea de urgencia, a la que no logró sobrevivir. «Lo ocurrido sólo podemos entenderlo como unos hechos dramáticos que coinciden en el tiempo. No estamos acostumbrados a que sucedan, porque la mortalidad materna es muy poco frecuente en nuestro entorno», explica la presidenta de la Sociedad Vasca de Ginecología y Obstetricia, Mercedes Fraca, titular del servicio en el centro hospitalario de Bilbao.

La estadística avala sus palabras. La Organización Mundial de la Salud señala en un informe publicado el pasado noviembre, que en los países desarrollados, donde las madres pueden alumbrar a sus criaturas con las técnicas y equipos más avanzados, mueren una media de doce mujeres por cada 100.000 bebés nacidos vivos. En España, esa cifra se reduce a la mitad y los resultados que presenta Euskadi, siendo similares, resultan aún mejores: cinco de cada 100.000. No está mal si se tiene en cuenta que en 1980 la cifra se multiplicaba por quince; y que en Latinoameríca y África hay países que rondan e incluso superan la escalofriante cota del 1%. Ambas regiones y los países asiáticos más empobrecidos registran la práctica totalidad de las 830 muertes de mujeres que cada día se registran en el mundo. Sólo el 1% se dan en el mundo occidental.

Lexuri, una mujer de Zalla de 34 años, murió el día 20 en el hospital de Cruces, después de haber dado a luz un niño de más de tres kilos. Una hemorragia incontrolable acabó con su vida. «Cuando surge una complicación así, se moviliza en el hospital un equipo de 30 personas trabajando sin parar con el único objetivo de salvar a la madre», relata el jefe del servicio de Cruces y presidente de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, Txanton Martínez Astorquiza. «Ginecólogos, matronas, anestesistas, radiólogos, intervencionistas, hematólogos, especialistas en Cuidados Intensivos, enfermería... Todo un amplio dispositivo de emergencia con un gran abanico de recursos se pone en marcha para recuperar a la paciente. Aún así, hay veces en que, por desgracia, no lo logramos», se lamenta.

Una noticia que «deja destrozados» hasta a los médicos

  • La muerte de una mujer en el parto es posiblemente la noticia que más destrozos causa en la salud emocional de su entorno. La familia que aguarda el que se considera uno de los acontecimientos más felices de su vida queda rota. El padre pierde a su pareja y, según los psicólogos, comienza a ser visto por la familia política, aunque sea inconscientemente, como el causante de la muerte de su esposa. Su relación con el hijo puede verse dañada de por vida. El pequeño, si se siente responsable, puede sufrir pérdida de la autoestima, dependencia emocional y tener en el futuro dificultades para la relación de pareja. El equipo médico que ha de informar de una muerte en lugar de un nacimiento, «también queda destrozado». Dicen que el fallecimiento de un bebé duele, pero que el de la madre deja una huella demasiado profunda.

Lotería macabra

Las cifras de fallecimientos maternos son tan bajas en nuestro entorno, que mejorarlas se convierte en un objetivo de complicado alcance. En España están naciendo en los últimos años algo más de 425.000 bebés, de los que 6.000 corresponden al País Vasco. En consecuencia, mueren en el alumbramiento unas 26 gestantes al año; y en Euskadi, una cada dos o tres ejercicios. «A pesar de todos nuestros avances técnicos, la medicina no siempre nos permite obtener los mejores resultados. Somos humanos y seremos incapaces de controlar todas las variables que se dan en una situación clínica», explica Juan Luis Alcázar, ginecólogo de la Clínica Universidad de Navarra, que perdió a una mujer muy cercana en un parto. «Es un lotería macabra de la que ni los mejores centros escapan». Jaione Zulueta pone un ejemplo de esto mismo. Imagina, según dice, una paciente con un fallo en una arteria cerebral, un aneurisma que le permite vivir, pero que con el esfuerzo del parto estalla. «Son situaciones imprevisibles que debes atender en el momento lo mejor que puedas», subraya.

Las hemorragias graves constituyen una de las principales causas de mortalidad materna, que se trata de evitar mediante una inyección inmediatamente después del parto de una hormona llamada oxitocina, que tiene, ademas, la función de estimular la subida de la leche. Las infecciones y las subidas repentinas de la tensión arterial constituyen, junto a las pérdidas de sangre, las peores amenazas para la salud de las gestantes. Otra causa, ya menos habitual, es la presencia de embolismos pulmonares o cerebrales provocados por restos del líquido amniótico que se cuelan en el torrente sanguíneo. Pero aún hay una más, que afecta sólo a Occidente.

Una de cada veinte mujeres españolas espera a cumplir los cuarenta para abrazar a su primer hijo. Como consecuencia, todas ellas se enfrentan al parto en peores condiciones físicas -las propias de la edad- y en mucha ocasiones con enfermedades crónicas, como la diabetes, que complican la intervención. «Las arterias han comenzado a envejecer, el útero responde peor...», describe Martínez-Astorquiza. Y acto seguido, tranquiliza: «Puede darse una fatalidad, pero lo normal es que todo vaya bien».

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