LA ESTRATEGIA DE ELA Y LAB
Xabier Gurrutxaga
Viernes, 23 de junio 2017, 02:04
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Xabier Gurrutxaga
Viernes, 23 de junio 2017, 02:04
Los máximos dirigentes de ELA y LAB expusieron el miércoles en la ponencia de autogobierno sus opiniones sobre el nuevo estatus de Euskadi. Los planteamientos ... descansan en la unilateralidad como estrategia frente a la vía del diálogo y el pacto. Un término traído a la política vasca de Cataluña en un ejercicio de querer emular a los soberanistas catalanes cuando los independentistas vascos, supuestamente más radicales, nunca han sido capaces de poner en marcha ni siquiera de diseñar una estrategia basada en el ejercicio unilateral de la autodeterminación. Frente a la vía del autogobierno, solo ETA tenía una estrategia, que consistía en utilizar el terror, como el de Hipercor, para tratar de obligar al Estado al reconocimiento de la autodeterminación. Sabemos cómo ha terminado.
Los dirigentes sindicales también criticaron que se plantee como objetivo un acuerdo transversal entre los vascos sobre el nuevo estatus en el que estén el PSE o el PP. Me parecen preocupantes estas reflexiones, hechas precisamente desde representantes de los trabajadores, pues inequívocamente propician dinámicas que generan más exclusión que inclusión, más desintegración que cohesión en seno de la sociedad vasca ante cualquier escenario que se pueda trabajar sobre el futuro político de Euskadi.
La exclusión 'a priori' del acuerdo por incompatibilidad ideológica me trae al recuerdo tristemente lo peor del Pacto de Lizarra, donde con la justificación de calmar a la bestia etarra se dibujó un proceso de construcción nacional unilateral excluyente, basado en la afinidad ideológica. Menos mal que ante el estrepitoso fracaso algunos se dieron cuenta de que lo peor de aquella aventura no era la violencia etarra, aunque resultara lo más trágico y doloroso, sino la pretensión de construir la nación vasca solo con quienes de inicio estaban llamados a ser parte de la misma.
Resulta preocupante que se rechace desde el inicio la necesidad de alcanzar un acuerdo nacional, transversal, entre los vascos, a través de un pacto con sus representantes. Es preocupante porque si algo necesita Euskadi para cimentarse como sociedad nacional son precisamente acuerdos que agrupen a referencias políticas diversas.
Plantearse como pretensión tratar de conseguir un acuerdo nacional que agrupe transversalmente a nacionalistas y no nacionalistas, no significa conceder a nadie ningún 'derecho de veto', pues nadie lo tiene. Más bien se trata de situar como objetivo alcanzar un acuerdo nacional sobre los rasgos compartidos de nuestra nación común, como única nación vasca posible que sirva a la inmensa mayoría de sus nacionales. Porque ese es el auténtico reto que tenemos los vascos, demostrar con hechos que somos capaces de articular una nación que cuenta con la participación y adhesión de la inmensa mayoría de los ciudadanos que desean formar parte de esta comunidad política. La verdadera discusión sobre la efectividad y bondad de los procesos de construcción nacional no reside en el debate sobre el carácter pactado o unilateral de los mismos, sino en si responden a una estrategia nacional o no. Es decir, si el proceso a impulsar debe fundamentarse en un acuerdo nacional vasco o por el contrario si se quiere apostar por una vía que se dirime por mayorías, con división de la sociedad en dos mitades. Dice un viejo proverbio africano 'si quieres ir rápido camina solo, si quieres llegar lejos ve acompañado'. Nos convendría aplicarlo.
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