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silvia osorio
Lunes, 22 de febrero 2016, 12:02
Antiguamente, ocupaba una finca de más de 10.000 metros cuadrados situada en pleno corazón de Santurtzi y los caballos entraban por donde en la actualidad se ubica la salida de metro de Las Viñas. Hoy, de aquel inmenso solar, sólo queda el palacio de estilo barroco, el único Monumento -así fue declarado por el Gobierno vasco en 2011- del municipio costero. Se trata de la Casa Torre, uno de los palacetes mejor conservados de la comarca y rehabilitado hace cinco años con el objetivo de convertirse en un referente cultural del municipio, destinado al disfrute público, en muy diferentes vertientes, pues acoge habitualmente numerosas exposiciones, eventos y hasta un centro de interpretación histórica en su último piso.
Es, sin duda, el motor cultural de Santurtzi, además de un valioso legado por sus pinturas interiores, su vidriera o su escudo exterior. Desde este mes, también descubre sus encantos a quienes quieran conocerlos a fondo. Después de varias visitas puntuales, este curso el Ayuntamiento marinero, a través del área de Turismo, quiere ponerlo aún más en valor y ha organizado de manera periódica recorridos guiados, todos los días -a excepción del domingo- a las once de la mañana.
Goizane Fernández ejerce de cicerone y recibe al grupo en el exterior de la entrada principal, donde se imparten las primeras nociones de corte histórico sobre el pasado del edificio y sus diferentes usos. Tal y como explica, se trata de un palacio barroco construido en 1760 y de autor desconocido, que perteneció a la familia Hormaza, autóctona de Santurtzi.
En la primera mitad del siglo XVIII Juan José Ovejas Díaz, natural de Logroño, hace fortuna en América y compra el marquesado a Felipe V convirtiéndose así en el I marqués de Casa Torre, aunque sólo disfrutó del título un ejercicio, pues fallece un año después. Más tarde, en el siglo XIX, uno de sus descendientes, Lázaro de Lizana y Ovejas, V Marqués de Casa Torre, se casó con Josefa Hormaza, uniéndose así el Marquesado de Casa Torre con la familia propietaria del palacio. El hijo de ambos, Don José María de Lizana y Hormaza, VI Marqués de Casa Torre, se casó con Dolores de Chávarri, y fueron quienes llevaron a cabo la remodelación del señorial edificio.
Este matrimonio no tuvo descendencia, por lo que fueron sus sobrinas, Carmen, Clotilde y María Salazar Chávarri -naturales de Portugalete- quienes lo heredaron. Las hermanas Salazar lo vendieron en el año 1942 a la congregación de Esclavas del Amor Misericordioso, que lo utilizaron como casa de acogida para jóvenes con dificultades. Finalmente, en 1985, el Ayuntamiento de Santurtzi compró el edificio a la congregación, dedicándolo a oficinas municipales, hasta que en 2006 se cerró debido a problemas estructurales y a una plaga de termitas. Tres años después, con el objetivo de reconvertirlo en un espacio cultural, arrancó una restauración integral que finalizó en marzo de 2011.
Murales interiores
Tras los datos históricos, toca fijarse en los detalles ornamentales de la fachada, como los dos leones (de piedra caliza) que la presiden. «En el centro, podemos ver la estatua llamada Alegoría de la fortuna de los marinos en el mar (también en piedra blanca caliza), de la que se cree que es un homenaje a la tradición marinera de la villa», explica la guía. El palacio estaba distribuido en tres plantas de 400 metros cuadrados cada una, planta baja, portales y cuadra; en el primer piso, las estancias, habitaciones y salones de la familia, mientras que en la segunda vivía la servidumbre. Y por último, un desván.
Actualmente, la planta baja alberga la sala de exposiciones temporales, los salones para variados eventos; en la segunda, las oficinas municipales, y en lo que era el ático, el centro de interpretación histórico de Santurtzi. En el mirador hay un periscopio en el que se ve una imagen de 360 grados de la localidad de principios de siglo XX. El escudo, al igual que el edificio, es de estilo barroco, y tiene un yelmo o casco en la parte superior, con abundante plumaje, una venera en el pecho (una especie de concha), un mascarón al pie y dos leones tenantes.
Ya dentro del palacete, el grupo se detiene en la escalinata principal. El objetivo es apreciar los tres murales, que ofrecen un esplendor único al inmueble y en los que están representados los oficios más representativos de la época: minería, pesca y agricultura-ganadería. Son del autor guipuzcoano, Víctor Goikoetxea, quien hizo estos paneles de 100 metros cuadrados y estilo hiperrealista, expresamente para la rehabilitación del edificio, con la intención de homenajear la historia del municipio.
En el techo, por su parte, se conserva el artesonado original, así como, una vidriera policromada, en la que se representa el escudo de los Lizana, que quisieron dejar constancia de linaje en este palacio. El escudo está rodeado por vides, en referencia a la procedencia riojana del marquesado Casa Torre. En las cuatro esquinas de esta vidriera, se pueden ver las iniciales de este título.
La siguiente parada es en el primer piso, donde se encuentran los cuatro salones, que pueden ser utilizados por entidades y asociaciones en régimen de cesión gratuita o alquiler. Cada uno tiene un nombre en honor al pasado marítimo del municipio: salón Higarillo, por las rocas debajo de Mamariga, donde se encontró a la Virgen del Mar, que conserva el artesonado original; el salón Bolintxi, que hace referencia a las redes con las que se pescaba en Santurtzi, y el Rompeolas, en recuerdo al restaurante Las Rocas, en el límite con Zierbena. «Hay que recordar que esta planta era la destinada a las habitaciones y salones de la familia, por lo que hay que tener en cuenta las vistas de las que disfrutaban», indica la cicerone a los asistentes. Como colofón, el paseo finaliza en el centro de interpretación, donde se explican temas como el origen del nombre de Santurtzi, la cronología histórica de la localidad y su ordenación territorial o la separación de Ortuella.
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