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Ana Barandiaran
Martes, 20 de octubre 2015, 01:38
María Jesús González tiene ya mucho experiencia en juicios sobre la deuda perpetua de Eroski y Fagor que comercializaron bancos y cajas de ahorro. Como vicepresidenta de la asociación de afectados Bizkaiko Minduak, acude a todas las vistas que puede para dar apoyo a los compañeros de batalla. También se ocupa de informarles -son cerca de 800- de las sentencias y les arenga para movilizarse todos los miércoles frente a las entidades que les vendieron las aportaciones financieras. Ayer le tocó defender en primera persona la causa por la que tanto está luchando. Era su juicio.
«Estoy muy nerviosa», decía poco antes de entrar en la sala de vistas. «Aunque tengas muy claras las cosas, en los juicios se pasa fatal. Te hacen sentirte como si fueras tú la que has cometido un delito», aseguraba. No estaba sola. Muchos de los socios a los que ella ha apoyado en ese delicado momento estaban allí para arroparla. De hecho, la sala de los tribunales bilbaínos quedó pequeña para tanto público (sólo cabían unos 40) y más de la mitad tuvo que aguardar fuera. La jueza dejó bien claro que no podía haber nadie de pie en el interior, así que todos aquellos que se quedaron sin silla tuvieron que salir.
«De las más jóvenes»
María Jesús tiene 69 años y dice que es «de las más jóvenes de los asociados». En general son personas muy mayores que ayer tuvieron que pasar sus bastones por la cinta de seguridad de los juzgados. Casi todos ellos han presentado demanda o están a punto de hacerlo. Muchos han pasado ya por el duro trago de la vista oral. Los jueces, en su mayoría, están dando la razón a los demandantes, que acusan a las entidades financieras de haberles vendido las aportaciones sin explicar su carácter perpetuo y el riesgo de perder el capital. «Los resultados son buenos pero en Bizkaia hay una sección de la Audiencia, la Cuarta, que no sé por qué siempre nos tumba. Eso no pasa ni en Álava ni en Gipuzkoa», explica la vicepresidenta de Bizkaiko Minduak.
Los que estaban ayer acompañando a María Jesús son los fieles, los que acuden a todas las movilizaciones. «Hay gente que ya ha recuperado su dinero y que sigue viniendo a las manifestaciones de los miércoles para animar a los demás. Son ellos los que te dan moral para seguir adelante. Otros no, otros sacan provecho de la información que les das y luego desaparecen. Igual no pagan ni la cuota de 10 euros semestrales», cuenta.
Empieza el juicio. María Jesús responde primero a las preguntas del abogado de Laboral Kutxa, Pedro Learreta, y después a las del suyo, Gabriel Torres. Explica lo mismo que ha relatado previamente a este periódico. Vio publicidad sobre las aportaciones de Eroski en 2004 y acudió a la sucursal en la que tenía su dinero para informarse. Siempre solía hablar con el mismo gestor. «Le pregunté si el capital estaba garantizado y si podía disponer de mi dinero cuando quisiera. Me contestó que sí, que en 24 o 48 horas lo tenía», precisa. Reconoce, no obstante, que no leyó el contrato que le dieron porque se quedó conforme con las explicaciones y se limitó a firmarlo. Invirtió unos 25.000 euros.
«Yo soy enemiga de las acciones. Me ha costado demasiado ahorrar como para poner en riesgo el dinero. Me separé con dos niños pequeños. Me puse a trabajar de empleada del hogar y luego en una agencia inmobiliaria», relata justo antes de empezar el juicio.
Las dos versiones
El testigo es el gestor de Laboral Kutxa que le vendió las aportaciones. Está jubilado. Se acuerda de María Jesús, pero no de su caso particular. Él asegura que, al vender las aportaciones, explicaba bien la operativa: que eran títulos que se compraban y que para recuperar el dinero había que venderlos en el mercado secundario. Reconoce que en ese momento, en 2004, no se percibía su riesgo porque nadie dudaba de la solvencia del emisor, el grupo Eroski. «Decíamos que el dinero se podía recuperar en 24/48 horas porque era así. Se vendían a otra persona en ese tiempo. Había mucha demanda».
Es el turno de los abogados. Gabriel Torres hace hincapié en «la naturaleza compleja y de alto riesgo del producto», algo de lo que no se avisó a la clienta. Pedro Learreta defiende que la versión de María Jesús no es creíble y que debió leer bien lo que firmaba. La titular del Juzgado de Primera Instancia número 7 deja el caso visto para sentencia.
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