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MANUELA DÍAZ
Lunes, 9 de enero 2017, 23:54
Marta, Amaia, Itxaso, Conchi, Juanita, María, Pepi o María Antonia. Sus manos han sido las protagonistas de la última iniciativa llevada a cabo en el barrio Aramotz de Durango que desde hace un mes está sumergido en una oleafa de reivindicaciones. Exigen un lavado de cara al barrio que le aparte del «abandono» en el que dicen viver. Además de organizarse en grupos para limpiar zarzales y malezas, una veintena de mujeres engalañaron lo han engalanado con piezas de ganchillo y punto de colores. La iniciativa, conocida como la «guerrilla del ganchillo» o Yarn Bombing, no es nueva. Atxondo vistió las calles hace tres años y las lanas de colores han cubierto mobiliario y árboles de las principales capitales de todo el mundo.
«Queremos dar calor, color y vida al barrio», afirma Marta. Tanto ella como el resto de mujeres llevan un mes tricotando. En su caso tuvo que hacer un ejercicio de memoria y quitarle el polvo a sus agujas. «Bajábamos a la calle, nos juntábamos, cosíamos y hablábamos». Las ganas e ilusión por ver sus calles «revitalizadas» ha logrado unir aún más a uno de los barrios más antiguos y reivindicativos de la villa. Los más pequeños incluso han vestido los árboles con sus trabajos y con pompones de colores. Y hasta han creado una mascota con troncos y ramas desechadas de los desbroces que han llevado a cabo los propios vecinos. «Una especie de cabra o reno» que también ha sido vestida a ganchillo.
Columpios para los niños
«Lo más bonito de todo ha sido el ambiente de unidad y armonía que se está viendo de nuevo en el barrio, salir los vecinos a la calle y juntarnos mayores y jóvenes». Y es que hasta las octogenarias han contribuido preparando el lunch que puso la guinda a una jornada en la que no solo se decoraron cerca de una decena de árboles sino que se procedió al desbroce de otra zona del barrio conocido como El Matadero. «Cada uno aportamos un grano de arena»,que está sirviendo para revivir el espíritu del barrio que llegó incluso a acabar con el vertedero que se ubicaba a escasos metros de sus viviendas.
Aseguran que durante estos trabajos comunitarios han descubierto que tienen «ganas de luchar por el barrio» y crear un espacio «con luz y calor». Por eso, su lucha no se quedará en esta acción. Tienen pensado revestir los árboles del interior del barrio. Y en el punto de mira está la reivindicación de un parque con columpios. «Aquí tenemos muchas zonas verdes pero parece que las campas solo sirven para que los perros hagan sus necesidades, mientras que nuestro hijos no tienen ni un solo espacio para poder jugar», se quejan.
Además, piden una fuente y que el bidegorri, que concluye a escasos metros del barrio llegue por fin hasta allí y se integre en la red y por tanto en Durango.
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