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Marta Goikoetxea
Jueves, 26 de marzo 2015, 00:08
Las historias de los niños de la guerra, sus dibujos infantiles y sus cartas emotivas. La exposición que recoge el testimonio de aquellas voces infantiles que fueron evacuadas a la Unión Soviética tras estallar la Guerra Civil llega por primera vez a Euskal Herria. Los niños de la guerra cuentan su vida, cuentan su historia, que cuenta con la ayuda económica del Gobierno vasco, permanecerá en el pabellón multiusos de Landako en Durango hasta el día 31, fecha en que se conmemora el bombardeo de la localidad. La muestra narra las vivencias de alrededor de 3.000 pequeños y pequeñas que fueron expatriados. Las cartas que escribieron, sus diarios, los informes que redactaron sus parientes y familias de acogida, junto con una colección de fotografías son la base de esta parte de esta historia aún viva. «Todo lo que podéis ver aquí es real. Fuimos muy felices, nos dieron una educación y una vida estupenda», recuerda Mari Carmen Bisabarros, una de las niñas de la guerra que regresó en 1993 desde Ucrania con su amilia tras el desastre nuclear de Chernobil.
El material proviene en su mayoría del Centro Español en Moscú y ha sido recuperado, catalogado y digitalizado por la Asociación Guerra y Exilio (AGE) cuyo representante de Euskadi es el miembro de Gerediaga Elkartea, Jon Irazabal. A través de 60 paneles, completado con textos explicativos en castellano y en euskera, ayudan a contextualizar una aventura infantil que recuerdan unas mentes entradas ya en años. A sus 83 años, Victoria Iglesias, trae al presente su experiencia y más teniendo en cuenta que pudo reconocer a su difunto esposo, con el que se casó al volver en 1956, en una de las fotografías de la muestra. «Mi hermano de 8 años y yo con cinco nos separaron de nuestros otros cuatro hermanos y de mis padres. La verdad es que desde el 37 al 41 vivimos como reyes, luego la guerra fue para todos igual y pasamos mucha hambre. Pero no nos faltaron estudios», indica la vizcaína, que volvió con 26 años porque «la familia y la tierra siempre tiran».
Ambas fueron parte de ese grupo de 4.500 niños y niñas con edades comprendidas entre los 4 y 14 años que el 13 de junio de 1937 fueron llevados en camiones hasta Santurtzi donde partirían en el viejo carguero Habana hacia una nueva vida. En Burdeos embarcaron en el buque francés Sontay con tripulación china y siete días de viaje llegaron a Kronsthadt, donde les esperaba un recibimiento apoteósico y multitudinario. «Rusia es el mejor país y yo le estoy más que agradecida por el trato», confiesa Bisabarros.
Para conocer estas vivencias de cerca, se puede visitar la muestra de 17.00 a 20.00 horas, de lunes a viernes. El sábado y domingoserá de 12.00 a 14.00 horas.
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