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fernando j. pérez
Jueves, 16 de febrero 2017, 01:59
Mientras Alex Txikon escudriña los partes meteorológicos en busca de la siguiente ventana de buen tiempo para realizar otro ataque a la cima del Everest y convence a los sherpas para que le acompañen en su nuevo intento, el de Lemoa hace inventario personal del dantesco intento del pasado lunes en una conversación con EL CORREO. El resultado es inesperadamente bueno. Incluso el propio escalador se sorprende de su buen estado físico y de las pocas secuelas que le ha dejado la huida a la carrera, avalancha incluida, de un Collado Sur a 40º bajo cero y azotado por viento de casi 80 km./h.
Tal circunstancia solo se explica por la experiencia acumulada por Alex después de seis años seguidos de expediciones invernales a ochomiles. De meses y meses soportando temperaturas de muchos grados bajo cero y escalando en la 'Zona de la Muerte' en medio de ventiscas. Pero en este caso, la experiencia y los trucos que ha aprendido para soportar sensaciones térmicas cercanas a los 70º u 80º bajo cero no son suficientes si no va acompañado de materiales adecuados.
Los manuales montañeros que hablan de las tres capas de protección para hacer frente al frío pueden ser válidos en Pirineos e incluso en Alpes, pero en el Himalaya a ocho mil metros de altura y en invierno son papel mojado. Alex Txikon utiliza seis, además de las protecciones adicionales en manos pies y cara, las parates más sensibles y expuestas del cuerpo. Hay mucho que proteger.
«Donde más siento el frío es en las manos, los pies, las pantorrillas, los hombros y la cara», detalla. En la cara «el dolor es terrible. Cuando se te mueve la mascarilla o el buff y una parte de la carrera queda expuesta a la intemperie siente un dolor inmenso, agudo».
Su primera capa son un conjunto de malla y camiseta térmicos finos que lleva pegados al cuerpo. Por encima se pone dos camisetas, térmicas también, y como cuarta capa utiliza un mono de forro polar. La quinta es el buzo de plumas. Aunque no uno cualquiera. Trangoworld, su patrocinador, le ha hecho para esta expedición un prototipo basado en un modelos que comercializa Kanu que han modificado de acuerdo a las indicaciones de Txikon con la experiencia acumulada en los inviernos anteriores. «Les pido que pongan algo más de pluma en una zona o en otra, o que cambien la forma o posición de las cremalleras para que sean más fáciles de usar».
La sexta capa, de plumas
Y por fin, la sexta capa: una chaqueta de plumas de 750 gramos. «Aunque con todo eso encima parezco Olentzero, todo el conjunto es supercómodo y apenas me quita movilidad. El único problema es la visibilidad ya que a la ropa hay que añadir las gafas de ventisca, que reducen los ángulos de visión, y las botellas y las cámaras que me meto en el pecho entre la chaqueta y el buzo de plumas, y no me dejan verme los pies».
Las partes más expuestas del cuerpo tienen protocolo propio. Las manos, por ejemplo. Sorprendentemente, las lleva cubiertas por solo dos capas, «unos guantes finos y unas manoplas que me han hecho expresamente para mí». Una verdadera obra de ingeniería textil. Se trata de un elemento que a la vez que le protege del frío le debe permitir tener operativas las manos. «Son unas manoplas de dos 'dedos', uno para el pulgar y otro para los otros cuatro, formadas por más de 150 piezas. El tejido combina las propiedades winstopper y polartec y le han eliminado el goretex, la capa que evita que el agua penetre en la prenda. Aunque parece una contradicción, Alex explica su lógica. «Aquí el ambiente es muy seco, prácticamente no nieva y la ropa no cala y al quitar el goretex se elimina peso».
A todo ello le añade su toque personal, que no es otro que 3 bolsas calentadoras, de las que se venden en cualquier tienda, que se pone en cada mano. Una en el dorso, «para tener calientes los tendones de los dedos yque no se me agarroten», y otras dos en las palmas, «una protegiendome el pulgar y la otros los otros dedos».
Los pies
Una parte especialmente delicada para Alex Txikon son los pies. En el Kanchenjunga, hace ya casi diez años, sufrió congelaciones y desde entonces los dedos han quedado muy sensibles al frío. Su marca de cabecera es Boreal y el modelo, el G1. Como todas las botas de expedición, las suyas están formada por una carcasa exterior y unos botines interiores. «Creo que es lo mejor que hay en el mercado. Cuestan unos 700 euros, aunque, alguien se atreve a poner precio a sus pies?».
Luego están los trucos de cada uno para añadirles efectividad. Y Txikon tiene varios. Para empezar, a él no le gusta usar plantillas calefactadas con batería, tan de moda en los últimos años. Aunque parezca increíble, lo más efectivo que ha encontrado son las bolsas de plástico de supermercado. Las más básicas, de un solo uso. «Meto los pies en ellas y luego me pongo los calcetines. Eso evita que el sudor llegue a los calcetines y luego se congelen. Estoy convencido de que me han evitado perder más de un dedo de los pies», detalla. Tampoco olvida los rituales previos a calzarse las botas, como calentar bien los botines y las botas antes de ponérselas y utilizar calcetines siempre limpios cada vez que se las pone de nuevo. La cara es otra de las zonas más sensibles. No hay más que recordar la imagen de Alex con la punta de la nariz negra nada más bajar del Nanga Parbat. «La protejo con una máscara de neopreno y un pasamontañas, pero no me deja respirar bien así que he dejado de usarlo». Utiliza una badana porque el aire nunca puede entrar directamente a los pulmones en esas condiciones de frío y sequedad. «Si te descuidas y respiras hondo directamente es como si te clavasen agujas en los pulmones. El dolor es brutal». Además de un gorro «que nunca me quito» y le protege las orejas y el choto del buzo.
¿Y con toda esa ropa y en esas condiciones es posible cumplir con las necesidades fisiológicas del cuerpo humano? Alex tiene su propia teoria: «El cuerpo es sabio y sabe cuándo puede hacer o no las cosas. El otro día, por ejemplo, desde que salimos del campo 2 hasta que volvimos a él, casi 48 horas después no oriné. Pero es que ni tuve ganas. Y en cuanto llegamos a las tiendas fue matemático, me vinieron unas ganas incontenibles».
La conclusión de todo esto es evidente: «el margen de error que tenemos es cero» y el desgaste que produce estar atentos a todos estos detalles «es grandísimo, tanto física como mentalmente».
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