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Mikel García
Viernes, 30 de diciembre 2016, 19:09
No era la mejor fecha para la disputa del encuentro. La cercanía al fin de año, la coincidencia en horario con el partido de la Liga Endesa del Bilbao Basket restaron aforo a un San Mamés que se quedó grande. A pesar de que el coliseo rojiblanco congregó alrededor de quince mil espectadores, la entrada más baja de todos los partidos que se han disputado en feudo bilbaíno, la fiesta fue la de cada año. Los asistentes disfrutaron con una Euskal Selekzioa, que salió en busca de revancha tras la derrota ante Túnez en 2011 en la antigua Catedral. Los hinchas gozaron con el triunfo, disfrutaron con cada gol y animaron sin cesar. Quien tampoco fue ajeno a la fiesta fue el lehendakari Inigo Urkullu, que estuvo presente en el palco de autoridades.
Horas antes de que el balón comenzase a rodar ya eran muchos los que se reunieron en los aledaños del estadio. La gran mayoría inmortalizando la ocasión con sus teléfonos, todos con San Mamés iluminado de verde en la noche bilbaína. No obstante, a pesar de una menor afluencia de público los gritos de animo no faltaron. Tampoco las reclamaciones en favor de la oficialidad de la Euskal Selekzioa, una pancarta con el lema Nazio Bat Gara, Ofizialtasuna! presidió la tribuna alta del fondo norte. La fiesta dio inicio cuando sonaron los primeros acordes del himno, los presentes se cuadraron y vitorearon a su conclusión.
No tardaron los jugadores en calentar el ambiente. El gol de Asier Illarramendi animo a los hinchas, que con el paso de los minutos fueron a más en sus alientos hacia los jugadores. El gol tunecino no solo sirvió para meter más en el partido a los asistentes que celebraron con un ooooh el tanto de Aduriz. Minutos antes los espectadores tunecinos repartidos por todo el estadio habían festejado el suyo. El 3-1 de Oyarzabal sirvió para aumentar la fiesta en las gradas antes del descanso.
Tras la reanudación, Etxarri y Amorrortu como habían avisado sacaron un nuevo once inicial. Entre ellos, se encontraba Gaizka Toquero que fue el más aclamado de todos los futbolistas que pisaron el césped. En cada balón que tocó el delantero alavés la grada rugió con los habituales cánticos de Ari, ari, ari, Toquero lehendakari. El atacante llegó a marcar un tanto, lo que llevó el delirio a las gradas de La Catedral, sin embargo el gol fue anulado con la consecuente indignación del público.
Con el partido encarrilado, la segunda mitad se vivió con más relajo en las gradas. Los hinchas agitaron sus bufandas, alumbraron San Mamés con las linternas de sus móviles e hicieron la ola para festejar el regreso al triunfo del combinado vasco. Solo en los instantes finales cuando los tunecinos rozaron el gol se vio una ligera sensación de nerviosismo en las gradas.
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