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Eider Burgos
Miércoles, 31 de mayo 2017, 12:33
Guns N' Roses cumplió este martes el sueño de jóvenes y adultos al subirse a un escenario todos reunidos por primera vez en más de dos décadas. Y lo hicieron a lo grande: ante 40.000 personas y estrenando San Mamés como pabellón de conciertos. La primera vez de la Catedral como escenario, con sus pros y sus contras. Entre lo peor, el sonido inicial y el precio de las consumiciones. Entre lo mejor, la remontada final y la organización en las puertas de acceso.
LO PEOR
El sonido
Especialmente al inicio, el sonido fue muy malo. Costaba identificar las canciones y tratar de entender las palabras de Axl Rose era, simplemente, perder el tiempo. Como si la música reverberase por los cuatro costados del estadio y al final se formase una pelota sonora imposible de digerir. San Mamés es famoso por su capacidad para multiplicar los rugidos de la afición 'leona', el problema es cuando distorsiona del mismo modo las notas musicales.
También con los teloneros
El sonido no fue mejor con los teloneros, Mark Lanegan y Tyler Bryant, que además tampoco contaron con las grandes pantallas instaladas en el escenario. Así, difícil escucharlos, pero tampoco verlos.
Las incidencias con las entradas
Vale que en un evento de 40.000 personas es probable que un pequeño porcentaje de asistentes tenga problemas con su entrada. Pero es que ayer en San Mamés la cola de incidencias rondaba el centenar de afectados y los 45 minutos de espera. «Menos mal que he probado a entrar con tiempo», se quejaba Lorena, de Pamplona, a las 19.45 horas (Guns N' Roses salía a escena a las 21.30). «Llevo tanto tiempo aquí que mi chico va a pensar que me he perdido». «¿Tú te crees que esto es un trato para alguien que ha pagado casi doscientos euros?», se preguntaba otro fan a la cola. Todos ellos, aunque pudieron llegar a tiempo a los californianos, se perdieron la actuación de los teloneros.
7 euros por una caña
La reunión de Guns N' Roses tras más de dos décadas y en San Mamés es un evento único, sí. Pero no como para cobrar 7 euros por una caña. El secreto estaba en el vaso, diseñado para la ocasión con el logotipo de la banda, a modo de 'souvenir'. La cerveza en sí costaba 4,5 euros, a lo que había que sumar otros 2,5 por el recipiente. Si el fan lo devolvía al final del espectáculo, le eran devueltos los 2,5 euros, pero en ningún momento tenía la opción de beber de un vaso normal y gratuito. Así, no quedaba más remedio que pagar en la primera ronda 7 euros por una caña; 7,5 por un kalimotxo (5 euros el relleno); y 5,5 por un refresco (3 euros al rellenar).
Zonas vacías
Enfrente del escenario, en las esquinas, las gradas estaban prácticamente vacías. Una zona para la que apenas se vendieron entradas y para la que, incluso, se llegó a rebajar el precio la última semana hasta los 60 euros. Aunque la pista y las gradas laterales estaban llenas, echar la vista por esta zona daba un aire un poco desangelado y decepcionante, teniendo en cuenta la importancia de la cita.
LO MEJOR
San Mamés y el ambiente
El estadio como pabellón de conciertos ofrece una estampa sin igual. Además de por su diseño, supone un atractivo extra para los futboleros, que llegaban a Bilbao con la emoción añadida de ver a los angelinos en «el San Mamés del Athletic». Su localización, además, es también otro punto fuerte: prácticamente en el centro de la ciudad, fácilmente accesible y con comercios y hostelería en los alrededores, lo que generó un ambiente preconcierto muy recomendable. Los bares, que estaban tan llenos como en un día de partido, lanzaron ofertas en bebida y bocatas, lo que invitó a los fans a quedarse por las calles calentando motores antes del espectáculo.
La rapidez de las colas
La tarde arrancaba ayer con dos interminables colas para acceder a la zona de pista, una a cada lado del recinto, que llegaron a rodear toda la zona de acceso al estadio. Cuando se abrieron las puertas -muy puntuales a las 18.00 horas-, la hilera de personas desapareció en cuestión de minutos a pesar de los rigurosos cacheos (que a pesar del aumento de la seguridad no fueron más rigurosos que los habituales) y gracias al buen comportamiento de los asistentes, que accedieron al lugar de forma ordenada. Lo mismo ocurrió en las puertas para las gradas y a la salida del concierto: sin aglomeraciones.
La remontada del sonido
Sí, el sonido al inicio fue horrible, pero fue mejorando según los californianos descargaron las canciones de su playlist. Llegado el final, el solo de Slash en 'November Rain' se oyó desgarrador, los aullidos de Axl en 'Don't Cry' sonaron nítidos y la bomba final de 'Paradise City' se escuchó sin problemas por encima de los estallidos de los incesantes fuegos artificales que concedieron un final adrenalítico.
Guns N' Roses fueron generosos
En otros tiempos Guns N' Roses eran conocidos por su poca formalidad en los directos: salían tarde y, a veces, Axl ni salía. Ayer, no solo arrancaron con puntualidad británica (21.30 horas exactas), sino que alargaron el recital mucho más de lo esperado quedándose cerca de las tres horas de espectáculo. Un deleite para los fans que llevaban veinte años esperando por ello.
El público ruge
El hecho de que San Mamés sea una caldera sonora obliga a ajustar el sonido en el escenario de forma milimétrica. A cambio, concede unas ovaciones que, haciendo honor a la casa de los 'leones', más que aplausos son rugidos. Cuando Rose presentó a la banda y Slash procedió a su solo, los vítores finales se debieron escuchar en todo Bilbao. Lo mismo cuando se reclamó el bis -que entonces se acompañó con golpes en las vallas de los palcos- y ni qué decir del aplauso final, cuando Guns N' Roses al completo salió a saludar al público. Ensordecedor.
Vuelta a casa
Quienes decidieron marcharse a casa justo después del concierto no tuvieron problemas. Metro Bilbao puso en marcha un servicio especial que funcionó durante una hora desde el final del concierto. A pesar de la cantidad de gente que bajó al andén de San Mamés, las esperas fueron mínimas.
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Álvaro Soto | Madrid y Lidia Carvajal
Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
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