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Carlos Benito
Jueves, 12 de marzo 2015, 00:20
La importancia de Madrid en la biografía y la obra de Joaquín Sabina está muy clara. Tan clara, que ni siquiera hay que imaginársela: los años y la costumbre acabaron por convertir al trotamundos andaluz en madrileño adoptivo, hasta el punto de empujarle a cambiar la última estrofa de una de sus canciones más conocidas. Hablamos, por supuesto, de 'Pongamos que hablo de Madrid', un repaso no muy lisonjero a la vida en la capital (ginebra, psiquiatras, ambulancias, jeringuillas y ese mar lejano hasta lo inconcebible) que en su versión original concluía así: "Cuando la muerte venga a visitarme, / que me lleven al sur, donde nací. / Aquí no queda sitio para nadie, / pongamos que hablo de Madrid". Sin embargo, ya a mediados de los 80, Sabina abandonaba ese proyecto poético de regreso a su tierra (nunca mejor dicho) y modificaba los últimos versos, en una especie de abrazo a la ciudad "invivible pero insustituible" que le había acogido: "Cuando la muerte venga a visitarme, / no me despiertes, déjame dormir: / aquí he vivido, aquí quiero quedarme, / pongamos que hablo de Madrid".
El Madrid canalla y popular -ese por cuyas entrañas "andaba arrastrando el esqueleto", según el retrato que trazó de él Luis Eduardo Aute- ha impregnado con sus aromas de casco viejo la lírica de Joaquín Sabina. Un paseo guiado permite recorrer los rincones de la capital vinculados al cantautor: es una ruta nocturna por su vida y por su obra, pero también tiene algo de ilusionado viaje en el tiempo, ya que en ocasiones hay que rebuscar las huellas del pasado en el rostro urbano de hoy. "Hacemos un recorrido profesional y vital por La Latina, Tirso de Molina y Malasaña, desde los años 70 y 80 hasta nuestros días, con dos paradas técnicas etílico-culturales en sitios relacionados con Sabina", explica Juan Carlos González, que puso en marcha esta iniciativa -nacida en un programa de radio, 'A vivir Madrid'- y ejerce de entusiasta guía con bombín.
Entre las paradas obligadas del recorrido está el edificio del número 23 de la calle Tabernillas, en La Latina. Allí, en el cuarto piso, se instalaron Joaquín Sabina y su esposa argentina en 1978, tras su paso por el Reino Unido, y el piso sirvió de base al cantautor todavía veinteañero en sus exploraciones del Madrid de la Transición, con especial atención a los locales del cercano Lavapiés. La casa quedó inmortalizada en una de sus canciones ("Siempre que en mi piso de Tabernillas llueve, en su buhardilla brilla el sol", dice 'Incompatibilidad de caracteres') y transporta a los 'sabineros' a una época determinante en la trayectoria de su ídolo. A esos años remite también otro de los momentos cumbre de la ruta, el "sotanillo de la Transición" del que suele hablar Sabina: "Poder bajar a lo que era 'La Mandrágora' es un momento especial para todos los participantes: allí se tiran fotos y viajan en el tiempo a ese lugar tan especial, ya mítico", señala Juan Carlos. El local legendario de Cava Baja 42 donde hicieron de las suyas Sabina, Javier Krahe y Alberto Pérez alberga desde principios de este siglo una taberna vasca, 'Lamiak'.
Tirso de Molina, Sol...
A los turistas procedentes de otras ciudades suele llamarles mucho la atención el recorrido en metro que se convirtió en verso de 'Caballo de cartón' ("Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal"). Y el itinerario a pie pasa también por calles y plazas como La Palma, San Vicente Ferrer o Dos de Mayo, en busca de los locales donde "sentir las noches de Madrid" al estilo de Sabina, del antiguo Sabina, siempre noctámbulo y sediento. Establecimientos como el Café Manuela, Casa Patas o el ya desaparecido El Café están muy vinculados a la figura de Sabina, tan amigo de llevarse a la poesía a tomar unas rondas.
¿Quiénes suelen apuntarse a estos paseos? "Es un público muy diverso: chicas a las que les gusta el Sabina canalla, parejas de mediana edad, mayores que escuchaban a Sabina de jóvenes, argentinos, mexicanos, peruanos, personas de Miami...", enumera Juan Carlos, un 'sabinólogo' de primera que se lee todo lo que se publica sobre el artista y trata de estar preparado para las preguntas de "los 'superfans'", que a veces pondrían en apuros al propio Joaquín. Por cierto, ¿nunca se han topado con él durante uno de estos recorridos? "Pues no, hasta el momento no ha ocurrido. Él está al corriente de que se realiza un paseo en torno a su figura, así que su espíritu nos acompaña", afirma el guía. Cualquier día se lo pueden encontrar en mitad de la ruta. Parece lo lógico: al fin y al cabo, Madrid es el lugar donde se cruzan los caminos.
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