De chica en chica

La primera y última vez que escuché hablar de Chica busca chica fue en otoño de 2007, coincidiendo con el micro boom de las webseries a las que se arrojó un grupo de actores, directores y guionistas intrépidos (o desesperados) en busca de una nueva ventana audiovisual. Para unos pocos, Internet fue una pequeña tabla de salvación, para la mayoría una experiencia amarga que defraudó las promesas de visibilidad a cambio de las que aceptaron trabajar en condiciones precarias.

Que 8 años después Chica busca chica haya dado el salto a un formato extendido podría entenderse como una derrota del propósito original, aunque desde el punto de vista positivo puede interpretarse como una victoria efímera de su directora, la mujer orquesta al frente de una película financiada con fondos procedentes de una campaña de micromecenazgo (60.720 dólares, hasta la fecha).

De chica en chica es una película dirigida, escrita, producida e interpretada por mujeres, y también orientada exclusivamente hacia el público femenino, o al menos es esa la idea con la que bromea entre dientes. Hasta ahí bien, aunque este crítico ha sido incapaz de detectar en ella rasgos que la distingan de otras comedias corrientes. Ni siquiera su condición de comedia lésbica, que es la etiqueta que le hizo ganar notoriedad en su periplo como serie on line, la aleja de otras propuestas más universales.

Causa cierta confusión observar que algunos estereotipos machistas coinciden con el retrato superficial que hace Sonia Sebastián de la mujer lesbiana, especialmente cuando elude cualquier discusión en torno a los roles de género para invertir todas sus energías en escenificar los equívocos necesarios para disimular su escasez de ideas. Puertas que se cierran, puertas que se abren, apariciones de personajes imprevistos, y el brío contagioso de Celia Freijeiro son los ingredientes de una comedia que no hace nada por disimular su obviedad.