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luis López
Martes, 27 de marzo 2018
Si va en serio la apuesta de Bilbao por ser una ciudad amable, una ciudad para vivirla andando, hay que demostrarlo en su mismo corazón. En el centro. Donde la actividad es frenética. En fin, en la Plaza Moyua. Y sí, el Área de Movilidad del Ayuntamiento quiere cerrar al tráfico privado este cruce de caminos fundamental. Pretende hacerlo el año que viene, cuando pondrá en marcha una prueba piloto para comprobar ‘in situ’ cómo funciona la cosa y luego, si es necesario, hacer los ajustes pertinentes antes de implantar la medida de forma definitiva.
Este cambio radical en la fisonomía de la ciudad aparece recogido en el Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS), cuyo proyecto fue presentado este lunes a los grupos municipales por el concejal del ramo, el socialista Alfonso Gil. El documento será debatido en detalle después de Semana Santa, y el objetivo es aprobarlo en mayo con un notable nivel de consenso. Hay que recordar que para el día 30 de ese mes ya está prevista la implantación de otra de sus medidas esenciales: limitar a 30 kilómetros por hora la circulación en la inmensa mayoría de las calles de Bilbao.
El objetivo prioritario del plan es pacificar la villa y desincentivar el uso del vehículo privado. Por eso, Moyua quedará reservada al transporte público, las bicicletas y los peatones. Con semejante descenso en el tráfico, será posible ampliar las aceras en toda la plaza, reservando únicamente dos carriles de circulación para autobuses y taxis, frente a los tres actuales. Además, la medida desplegará sus efectos en las calles adyacentes y, por ejemplo, Ercilla se peatonalizará hasta la plaza Jado, continuando el mismo esquema que en su tramo sur, el que va hasta Indautxu.
Para ejecutar esta revolución, claro está, será necesario elaborar meticulosos estudios que diseñen los nuevos flujos de tráfico. En principio, todo apunta a que será canalizado por la cuadrícula que rodea Moyua, es decir, la conformada por las calles Iparraguirre, Colón de Larreátegui, Marqués del Puerto y Rodríguez Arias. Pero no será tan fácil, porque estas son arterias estrechas con una capacidad limitada. Así que hará falta elaborar un informe detallado a fin de reordenar los tránsitos. Aunque también hay que tener en cuenta que el empeño general del PMUS es reducir la cantidad de vehículos que circulan por Bilbao, un escenario que, de alcanzarse, facilitaría la gestión del tráfico por el nuevo, y más oxigenado, corazón de la ciudad.
350.000 entradas se producen cada día en Bilbao, y aquí la tendencia se invierte. La mayoría, 180.000, son en coche, y las restantes 170.000 en transporte público (140.000 en metro y tren, y 30.000 en Bizkaibus
Más transporte público. El PMUS quiere que el uso del transporte público sea más atractivo, por lo que prevé medidas como una tarifa única para todos los operadores de Bizkaia, intercambios sin esperas entre distintos medios o canceladoras en paradas y en cualquier punto del vehículo para dar más fluidez al tránsito de usuarios.
Más bicileta. Se prevé aumentar la red ciclista, también los aparcamientos para bicis y mejorar su seguridad. Además, el Ayuntamiento prepara el servicio de bicis públicas eléctricas para incentivar su uso incluso en zonas con cuestas.
Hay otra zona de la que el Área de Movilidad quiere apartar el tráfico privado: el tramo de la Gran Vía que va desde la Plaza Circular a Alameda Mazarredo. Es decir, el que pasa frente al Corte Inglés. La idea es que este segmento siga el mismo esquema. Este cambio, pese a lo que pueda parecer, es más peliagudo que el de peatonalizar la gran plaza frente al hotel Carlton: a la hora de diseñarlo habrá que tener en cuenta los tráficos rodados que vaya a generar la futura estación del tren de alta velocidad (TAV), que estará en Abando. Así que para articular la prueba piloto es muy posible que haya que esperar más allá de 2019.
Al final, de lo que se trata, es de generar un espacio prácticamente continuo, exclusivo para peatones y transporte público, desde el Casco Viejo hasta Indautxu. Además, el corredor estará conectado a otras zonas sin tráfico como Jado, calle Diputación, plaza del Ensanche, Albia, Ledesma o el paseo de Abandoibarra. Si a todo esto se une la operación urbanística que depara el soterramiento de las vías en Abando, el Bilbao del futuro, al menos tal y como se está proyectando, será más verde, más silencioso y más habitable que el actual. Y un planeta diferente al de hace un par de décadas.
Otro de los retos que recoge el PMUS es diseñar medidas para restringir el acceso de los vehículos privados a la ciudad. La posibilidad, aunque fuese hipotética, de implantar peajes supuso el año pasado un agrio enfrentamiento entre Alfonso Gil y el alcalde, Juan Mari Aburto, quien descartó de plano y sin matices esta medida. Hubo un amago de crisis de Gobierno, pero la sangre no llegó al río.
¿Qué va a ocurrir finalmente? El proyecto de PMUS sigue contemplando la necesidad de imponer medidas para desincentivar que el tráfico privado entre en la ciudad; o, al menos, que lo haga en la medida en la que ahora lo hace. Eso sí, la implantación de peajes no es la única vía para conseguirlo: también hay otras, como puede ser la ampliación de la zona azul a barrios como San Ignacio o Santutxu, que hoy en día son utilizados como parkings gratuitos por miles de ciudadanos de otros municipios.
Lo que está claro es que cualquier medida de este tipo generará polémica. Por eso, desde el Ayuntamiento ven el PMUS como un todo, que quita por un lado y da por otro. Así, toda restricción que se imponga deberá ir acompañada de medidas que favorezcan y faciliten el uso de los transportes públicos.
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