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Ainhoa De las Heras
Martes, 12 de enero 2016, 00:54
Josu Uribe, cabo de la Policía Municipal de Leioa, regresaba «relajado» de pasar sus vacaciones de Navidad en Medellín y Cartagena de Indias (Colombia) con su pareja y unos amigos, el pasado 5 de enero. Aún llevaba «pantalones cortos y chanclas» tras un vuelo de 18 horas Bogotá-Madrid. Apenas había podido dormir y acariciaba el momento de volver a casa. Les quedaba la conexión Madrid-Bilbao, en un avión de Iberia (IB-426), que partió de la capital madrileña a las 11.50 horas. Unos 50 minutos de vuelo, pero «se me hizo eterno». Cuando llevaban un cuarto de hora en el aire, el pasajero que se sentaba tras él se desvaneció. Los demás viajeros comentaban: «Ese chico está mal». El joven, que luego supo tenía 28 años y era de origen colombiano, se desplomó sobre el asiento de al lado, en el que viajaba su madre, que se encontraba en estado de shock, no respondía.
Las azafatas corrían nerviosas por el pasillo y por megafonía preguntaron si había algún médico entre el pasaje. Josu lleva 16 años ejerciendo como policía en Leioa y antes fue socorrista de playa, por lo que tiene conocimientos de primeros auxilios. Casualmente, antes de embarcar, se había percatado de que en el mismo vuelo viajaba un joven que había sido alumno suyo en un curso de socorrismo y que en la actualidad ejerce como bombero en un parque de la Diputación guipuzcoana. Josu se dirigió a él: «Ayúdame». Y ambos se ofrecieron a auxiliar al chico que se había desmayado.
«Estaba inconsciente, no respiraba y el pulso era débil, se estaba poniendo azul», recuerda el agente, que admite que pensó «varias veces que se nos iba». «Le llevamos a la parte de atrás y le abrimos las vías respiratorias porque se tragaba su propia lengua». Cuando recuperó la consciencia, se puso «muy nervioso, decía que se iba a morir». Al parecer, el joven sufre «pánico a volar» y reconoció que había ingerido «bebidas alcohólicas». Josu sospecha que pudo mezclarlo también con alguna pastilla. Les explicó que procedía de Medellín y que venía a visitar a su hermana por dos meses.
Una vez que le colocaron «en la posición de seguridad, de lado», el hombre «volvía a convulsionar y teníamos que reanimarle de nuevo. «Entró en parada respiratoria tres veces», recuerda.
«No reaccionaba»
El policía advirtió a la sobrecargo y al comandante que aquel hombre necesitaba asistencia médica urgente, ya que su vida corría peligro. El capitán barajó regresar a Madrid, pero finalmente optó por continuar el vuelo hacia La Paloma, como opción más rápida. A través de la torre de control de Loiu pidió una ambulancia, que esperaban estuviera a pie de pista cuando el avión aterrizara. No fue así. En la aeronave no disponían de desfibrilador y desde el punto de vista de Josu no contaban ni con el material básico de primeros auxilios. «Ni siquiera tenían unos guantes de látex o un balón para insuflar aire».
Hubo un momento crítico cuando el comandante apremió a todo el pasaje, incluidos el policía y el bombero, a que se sentasen en sus sitios y se abrocharan los cinturones «o si no, no aterrizaba». «En cuanto le dejamos, empezó a convulsionar de nuevo, así que nos soltamos y volvimos con él», admite Josu, que vivió el vuelo con angustia. «Hubo momentos en que no reaccionaba».
Por fortuna, la alerta por fuerte viento había sido el día anterior y el aterrizaje se desarrolló sin turbulencias. Una vez en tierra, el capitán pidió a los pasajeros que se mantuvieran en sus asientos porque iban a entrar los sanitarios de una ambulancia, pero cuál fue su sorpresa al comprobar que «no estaban». «Cómo es posible que no hubiera una ambulancia con la antelación con la que se había pedido, y en Loiu, que no es la punta del monte», se enfada el agente, que presentó una reclamación ante Aena.
Aún tuvieron que esperar otro cuarto de hora a que, una vez que había sido evacuado el avión, llegaran los sanitarios, que ni siquiera eran médicos. El aeropuerto de Loiu retiró hace algún tiempo el puesto de servicio médico alegando que no llegaba a los cinco millones de pasajeros, a partir de los cuales es obligatorio. Antes de quedar en manos de los sanitarios, el joven le agarró de la mano y le dijo: «Gracias, en mi país ningún policía me hubiese tratado como me has tratado tú».
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